(Stockholm / ATLAS GENIUS)
Día 19 de encierro.
Nadie ha venido, ninguna visita sorpresa ha llegado; he escuchado a Simon explicar por el teléfono que el invitado misterioso ha tenido que quedarse un tiempo adicional en un pueblo del norte.
Casi 456 horas en este lugar y aún no logro comprender como se arman todas las piezas en mi cabeza, no entiendo por qué sigo encerrada, ni siquiera se cuando Harry me ayudará a escapar, joder ni siquiera estoy segura de que me ayudará.
Se que he perdido la cabeza porque necesito verle el rostro todos los días, el corazón se me aprieta cuando no está al punto de desfallecer, me he vuelto una maldita dependiente de todo lo que es él, como un parásito y si yo estoy loca, el debería estar encerrado en el psiquiátrico para los enfermos más grandes. Estoy segura de ello cada vez que me mira con sus ojos llenos de brillo, me hace sentir como la maldita esfinge de Guiza abriendo el ciclo ridículo que me define: lo beso de un modo desesperado, lo aparto porque no lo quiero cerca, lo odio porque es un capullo y me culpo por ser una imbécil, entonces sus palabras llenas de azúcar me ablandan y comenzamos todo de nuevo.
Estoy perdiendo no solo la cordura, sino también noto como pierdo poco a poco el horizonte, los recuerdos, los sueños... Pienso día a día un poco menos en mi familia, en mamá que debe sufrir un infierno, en papá que debe sentirse impotente, en mis hermanos que ni siquiera deben comprender del todo mi desaparición. Soy como un vaso agrietado que poco a poco deja salir el agua que retiene, ya no me importa mi carrera ni trabajar para conocer el mundo, ya no deseo estar con mis amigos, ni siquiera me importa que Paul me haya dejado, no pienso en Kath ni en una sola resolución matemática.
Y sé que todo lo que crea puedo sentir por Harry no es más que una ilusión generada por mi subconsciente para intentar permitirme aunque sea un segundo creer que tengo posibilidades.
Me seco la lágrima que se resbala por mi mejilla mientras me acomodo en sus brazos para absorber un poco más de su calor.
Entre todo lo que he perdido solo hay una cosa que deseo todavía.
Sentir el viento aunque sea una vez más.
—¿Conoces la teoría de la relatividad? —le pregunto posando mi vista sobre él.
Harry que posaba su cabeza sobre la pared con la vista fija en el techo baja la mirada hasta encontrarse con mis ojos.
—¿Einstein? —pregunta con el ceño fruncido, asiento algo ida —La física jamás fue mi área —sonríe pasando su mano por mi cabello con sutileza, como si una mariposa se posara sobre mí.
—Einstein decía que el universo, al igual que todo, tiene perspectivas —le explico poniendo uno de mis dedos sobre sus labios pensativamente —que el punto de vista con que miraras el universo te daba un resultado distinto.
—El universo está sin importar desde donde lo mires —dice algo confundido y yo le sonrío como haces cuando un niño pequeño no entiende lo que es obvio.
—¿Ahora nosotros estamos quietos o moviéndonos? —le pregunto tirando uno de sus rizos.
—Quietos —responde sin vacilar.
—La tierra gira ¿Verdad? —sus ojos verdes me miran con concentración y asiente sin darse cuenta —¿respecto a qué?
—Al sol —añade dudoso porque no entiende cual es mi punto —y a su propio eje.
—Si nosotros estamos en la tierra y esta se mueve en torno a su eje o al sol, ¿no nos estamos moviendo también respecto al sol y a un eje de la tierra?

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Cautiva
Ficção AdolescenteEl frío distrito universitario de Cambridge es el único hogar que Lepbinia Miller conoce, criada por dos padres preocupados, tres hermanos hermosos y una vida llena de amor, esta chica universitaria no sabe los múltiples caminos a los que la vida pu...