Ceder pero no soltar

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(Scars/ James Bay)



<<No es posible>>, me digo a mí misma mientras tanteo con las manos en busca de algo que me sirva de apoyo, así que como no encuentro nada, me vuelvo a sentar e imagino lo impactado que debe lucir mi rostro.

Veo nuevamente en los ojos de Harry el dolor profundo, la muerte de Gemma otra vez debe estar cruzando por su cabeza, pero no le digo nada porque sigo asimilando que esa Gemma, la misma que había matado a sus padres era la amiga con la que yo compartía las vacaciones en mi adolescencia cuando mamá nos dejaba en casa del abuelo todo el mes de Julio.

—El hermano de Gemma no se llamaba Harry —agrego sacudiendo levemente la cabeza mientras cierro los ojos, en mi memoria no existía ningún hermano con ese nombre —su hermano se llamaba Harold —la voz me tiembla como si estuviese por comenzarme un ataque de histeria.

Él sonríe con tristeza mirándome a la cara, sintiendo lástima de mi mente que no puede tolerar la idea.

—Así me llamaba cuando quería burlarse... Harold, Hazza, Harriet —aclara en medio de un suspiro.

Gemma Blackely era hija de los vecinos de mi abuelo, todos los años en las vacaciones de verano partíamos a Cheshire, condado al norte de Cambridge en el que vivían los padres de mi mamá y solía compartir con ella todo el mes de Julio desde que tengo uso de razón hasta más o menos mis quince años, luego de eso Gemma se fue del pueblo con su familia por un cambio de trabajo de sus padres o algo así y nunca más supe de ella, tenía un hermano mayor al que no veía a menudo, la ultima vez que lo vi fue cuando tenía doce años porque los dos veranos siguientes había desaparecido por no recuerdo qué motivo.

Harold, como solía llamarlo Gemma, ni siquiera estaba en mi memoria, pero ella... Por supuesto que sabía quién era.

—Tu no tienes veintiséis años —le afirmo con la cabeza abombada y ganas de vomitar. Harry niega una vez más en silencio.

—Tengo veinticuatro —agrega rascando su cuello incómodo.

—No te creo —suelto de pronto —toda tu maldita historia no tiene ni un solo sentido —me duele el estómago tan solo asimilar las ideas, intento quitarme de la cabeza la sonrisa de Gemma pero es imposible.

Sus ojos verdes se encuentran con los míos y un escalofrío me recorre la columna, sé que no miente, esos ojos los había visto porque eran idénticos a los de Gemma, todas esas veces que creí conocerlo estaba realmente más cerca de lo que mi mente inocente podía tolerar.

—¿Cuándo te diste cuenta? —pregunto sin mirarlo, tendiéndome en la piedra fría para tranquilizarme, sigo demasiado impactada.

—A los pocos meses, cuando tu abuela enfermó y partieron a acompañarla a mediados de semestre —miro el techo queriendo llorar, no sé si porque me afecta más saber lo de Gemma, o por el hecho de que efectivamente conoce cada mínimo detalle de mi vida.

—Lepbinia —me llama, pero no quiero mirarlo a la cara —por favor no te pongas así —agrega mientras me cubro el rostro con los brazos.

—Eres más de lo que puedo tolerar —mi voz suena ahogada porque no me descubro la cara, he llegado al punto en que ni siquiera sé como reaccionar a lo que me dice —no puedo digerirlo todo tan rápido —hablo suplicante —por eso jamás me preguntas nada, no lo necesitas.

Harry espera paciente porque sabe que necesito tiempo para asimilar la historia.

—Entonces a pesar de que me conocías... —comienzo dudando de lo que quiero preguntar —¿Cómo fuiste capaz de traerme aquí?

Él no responde, creo que no se esperaba mi recriminación de modo tan directo, hasta el momento jamás le había dicho algo así en completa lucidez, solo lo había culpado en medio de mis ataques de histeria. Esta vez es distinto, sabe que aquella pregunta es la conclusión de horas y horas de cuestionamientos, de análisis, es el resultado final de todo lo que me ha mostrado.

Giro mi rostro para verlo sentado con los hombros hundidos, parece que se está derritiendo entre la culpa, el dolor y la aceptación.

—Porque soy un cobarde —admite sin dar la cara, no lo odio, no lo amo, no me importa ni un poco en este momento, lo único que siento hacia aquel chico es una lástima tremenda.

—Y eres débil —le indico con seguridad mientras le entrego una sonrisa conciliadora —debiste serlo para volverte una mierda de persona.

Él se ríe desganado, no me rebate y me hace sentir un poco mal conmigo misma porque estoy simplemente intentando herirlo, así que para aliviar mi conciencia le tiendo la mano desde el piso en su dirección.

Harry observa confundido, como si no entendiera para qué le tiendo la mano hasta que mis dedos se contraen levemente y se vuelven a estirar, haciéndolo caer en cuenta de que debe tomarla. Su mano tiembla cuando avanza hasta coger la mía y lo tiro para que se recueste a mi lado.

Apoyada en mi costado derecho lo observo tendiéndose frente a mí, sus ojos rojos están a punto de soltar el fruto de la tristeza que lo acompaña y parece un crío perdido, por ello es que se aferra con tanta fuerza a mi mano, la sube hasta su rostro y la besa con tanta suavidad que me genera un cosquilleo en la palma.

—Conmigo no tienes que fingir —me susurra mientras la primera de sus lágrimas cae —estoy roto por completo —una sonrisa que no le llega a los ojos se instala en su rostro —jamás te voy a juzgar por flaquear.

Esta vez soy yo quien acerca la unión de nuestras manos a mi rostro, cerrando los ojos apoyo su palma en mi mejilla deseando que su aroma se meta entre cada una de mis células y me llene el espíritu de principio a fin, la rabia de mi corazón es infinita, tanto así que no entiendo como sigo viva con aquella intensidad en mi sentir.

—Jamás había odiado a alguien tanto como te odio a ti —siento su mano salir de mi rostro para bajar a mi cintura y acercarme a él, me acurruco contra su cuerpo como una especie de bolita —pero te necesito más que al aire.

Su brazo se posa sobre mí y me observa en detalle, paso mis manos por sus pómulos para quitar las lágrimas que le decoran como brillos metálicos de un carnaval, su rostro es el camino y las lágrimas danzan como artistas egocéntricas.

—Llegaste y mi vida completa se hizo pedazos —agrego acercándome a sus labios y depositando un beso ligero.

Siento su aliento colarse entre mis labios, frío y exánime, absorbiendo mi vida como suele hacer con su cuerpo lleno de vacío.

—No puedo decirte más —musita contra mi cabello, no me sorprende, de hecho ya lo sabía antes de su comentario cuando no ha explicado para quien trabaja, ni por qué yo y no otra, pero no me ha importado, no quiero saber más, al menos no por hoy —no quiero arriesgarme.

—¿Arriesgarte a qué? —cuestiono volviendo a acariciar sus labios, deseando que su alma seque más rápido la mía.

—A que algo te pase... La ignorancia es tu mejor arma Bini.

Una corriente me invade el corazón y no estoy muy segura de si es producto de mi fatiga o de sus palabras.

—Pasaremos juntos toda la eternidad —le digo de pronto, logrando sacarle una sonrisa.

—¿Crees en el cielo? —cuestiona suspirando una vez más.

—Creo en el infierno.

<<El universo está lleno de misterios Lepbinia, pero el ser humano tiene la curiosidad suficiente para poder encontrar las respuestas. >>


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Los quiero a todos <3 ¡Peace out!

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora