Epílogo

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(A little wicked/ VALERIE BROUSSARD)

Dios, que deje de dar vuelta todo.

No quiero pensar, a penas logro controlar el tremendo dolor de cabeza que siento.

Si bien ya desperté, me sigo manteniendo con los ojos cerrados. Despegar los párpados implica decidir que ya es momento de enfrentar los hecho, de observar a mi alrededor y asumir la realidad.

Lepbinia está muerta.

Solo no puedo creerlo. Primero mi hermana, ahora ella, como si el mundo se ensañara, como si todo apuntase a una cosa, que no merezco amar ni ser amado por nadie. Se supone que lo que no te mata te hace más fuerte, pero esto no, si la muerte de Gemma me destruyó, la muerte de Lepbinia termina por enterrar todo. 

Abro los ojos para observar el techo sucio. ¿Por qué aún me mantienen con vida a mí? 

He pensado en suicidarme, pero no tengo muchas formas de hacerlo. Quizás soy cobarde también. Quizás merezco seguir vivo para cargar con este dolor, como una forma de castigo. 

Observo a mi alrededor. 

Veo los barrotes que me mantienen encerrado a mí esta vez.

¿Cómo han logrado atraparme? No puedo evitar pensarlo, imaginar una y otra vez todas las formas que pudieron utilizar para torturarla, para sacarle a golpes la información. No puedo evitar imaginar su cuerpo destrozado, mutilado o electrocutado. 

Louis tampoco ha aparecido, no sé cuantas horas llevo encerrado, pueden ser unas pocas, o quizás unos días. Tampoco sé donde estoy, solo sé que no es la fábrica. ¿Lo habrán atrapado? De lo contrario ya habría aparecido por acá para saber cómo estoy. ¿Estará muerto? Una parte de mí ya no sabe cuántas muertes sobre la espalda puede soportar.

Me siento sobre la cama en la que dormía. Es un catre viejo en medio de una pieza de unos cuatro metros cuadrados. Los barrotes me separan de un pasillo largo por el cual entra luz desde las ventanas de un costado. Está por atardecer. Al fondo del pasillo hay otra puerta. No es un lugar que esté cayéndose a pedazos, si bien huele a antigüedad se conserva perfecto.

Oigo la puerta al fondo del pasillo al abrirse y levanto la vista esperanzado de que Louis atraviese el umbral. Pero mi sorpresa es mayor.

Mi respiración se detiene por unos segundos y con lentitud me pongo en pie, siento la humedad de algunas lágrimas que me bajan por la cara. No es posible me digo caminando hasta alcanzar los barrotes.

Sus piernas se ven esbeltas, y se mueven con gracia sobre unas botas negras que resuenan sobre el piso de piedra. Su figura luce impecable, con más color que la última vez que la miré, evidentemente ha podido ducharse nuevamente, cambiarse de ropa y peinarse, pero nada de eso disminuye el aspecto de esqueleto con que sigue cargando. Lleva una bandeja de comida que deja en el piso antes de levantar su vista para encontrarse con la mía. 

¿Qué está pasando?

–Estás a salvo –es lo único que sale de mí, porque me he quedado en blanco.

Puedo ver a través de sus ojos, la conozco lo suficiente para sentir lo que siente solo con mirarla. Culpa, tristeza, pero por sobre todo hay determinación.

Un silencio profundo se extiende entre nosotros y es cuando salgo del letargo para entenderlo todo.

–Pedí ser la primera que viniera a verte –explica tomando una de mis manos que se mantienen aferradas a la reja–, para poder explicarte lo que está pasando.

No puedo evitar apartar mis manos de ella, porque el sentir su piel me confunde.

–Me vendiste –respondo, porque no hay más explicación que esa. 

¿Puedo reprocharla? ¿Puedo si quiera molestarme por ello después de todo el dolor que le he causado? Por supuesto que no, pero eso no hace que duela menos. 

–No tenía otra opción –susurra y sé que apartarme de ella le hace daño, pero me siento traicionado, lo suficiente como para que prime mi resentimiento–. Igor nos traicionó –habla en plural, lo cual indica que en su mente seguimos siendo un equipo, o quizás solo quiere manipularme– y no había forma de escapar.

–¿Cuál fue el trato? –pregunto sin mirarla a la cara, porque lo que sea salga de sus labios no será bueno.

–Les daba tu posición –responde, hay una parte de mí que quiere oírla sollozar de arrepentimiento, pero si bien siente culpa, se ve tremendamente orgullosa, no dispuesta a admitir que ha cometido algún error.

–¿Qué más? –pregunto, porque sé que eso no es suficiente para mantenerla viva –¡¿Qué más te han pedido hacer?! –grito con impotencia, porque conozco el modo en que clara opera. Si ambos seguimos vivos es porque Lepbinia le ha ofrecido algo lo suficientemente valioso, algo que les será útil y que probablemente deje a Bini atada de manos en el futuro, algo que la meta de lleno en esto.

–Debo buscar la información que mi abuelo recopiló y entregar información adicional que maneje la policía sobre ciertas operaciones.

–Soy la garantía –termino por entenderlo todo, me tendrán ahí para que ella cumpla su parte del trato. Asiente en silencio, esperando a que yo diga algo más– sabes que no terminará ahí...

No dice nada, en lugar de eso la veo agacharse para abrir una pequeña abertura en la reja que le permite empujar la bandeja dentro de la celda. Entonces exploto, pateo la bandeja volcando todo en el piso, ante una Lepbinia que se mantiene imperturbable, estoica.

–¡¿Y luego qué Lepbinia?! ¡¿Cuándo se acaba?! –grito golpeando la reja, sintiéndome impotente encerrado en ese pequeño cuarto, siendo consciente del riesgo al que se expondrá, entendiendo que por muy molesto o traicionado que me sienta, su jugada ha sido la única que pudo sacarla con vida si todo lo que me dice es cierto.

–Puedes huir –susurro acercándome a la reja una vez más –ella toma mis manos con delicadeza mientras una sonrisa pequeña brota de sus labios y yo en un impulso brusco la sostengo por las muñecas a través de la reja para que no pueda apartarse–, en cuanto estés afuera puedes largarte, pretende que no existo, busca protección...

–Te lo prometí –indica antes de tragar saliva con fuerza, puedo ver que en su frente sobresale una vena por lo tensa que se encuentra y se destaca con mayor claridad al tener el cabello tomado alto en una coleta–, te dije que haría lo que fuese necesario para estar juntos.

Quiero apretar sus muñecas con más fuerza aún, como si con eso la pudiese mantener allí, para que no haga lo que Clara busca, pero no puedo, sé que no es la respuesta. No hay más que decir, de parte de ella ni mía, así que la suelto para volver a sentarme sobre el colchón y sostener mi cabeza que sigue torturándome, ¿en qué la he convertido? 

–Quizás no lo entiendes ahora, pero era la única solución, es mi turno de salvarte a ti.

No dice más, da media vuelta y veo su espalda alejarse hasta que desaparece tras la puerta por la cual ingresó, al tiempo que la luz rojiza del sol que atravesaba las ventanas desaparece para dejar en su lugar, la luz tenue que minuto a minuto se ve reemplazada por la oscuridad de la noche.



FIN


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Es el fin, como les dije, aquí está el epílogo que termina por cerrar esta historia. No sé si es lo que esperaban, pero sin duda es un final que a mi me hace muy feliz, creo que engloba todo lo que fue, es y será Lepbinia. Estoy contenta de terminar esta historia porque creo que refleja el crecimiento que he tenido como "escritora" y sin duda la mujer que partió escribiendo Cautiva, no es la misma que la terminó.  Me haría tremendamente feliz saber sus apreciaciones, ¿Les gustó el final? ¿Lo odiaron? ¿qué les habría gustado que ocurriera? Les leo yo ahora.

Por ahora me voy.

Abrazos

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