Muerte

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(Mad world/ GARY JULES)


La luz de la luna impacta en mi rostro a través de la ventana y sé que hemos llegado a una carretera. Han pasado unos cuantos minutos desde que salimos del lugar, al menos quince según lo que he contado en silencio como forma de concentrarme en algo que no sea el dolor y ubicarme temporalmente en el espacio.

En cuanto hemos salido del bosque la velocidad del vehículo aumentó al doble, es por ello que ahora el exterior luce como una imagen dinámica difusa, un tanto gris. Mis párpados bajan para controlar el deseo de vomitar que siento, pero Harry no me permite cerrar los ojos ni un solo segundo.

—¿Cuánto tardamos en llegar? —pregunta hacia el médico que sigue conduciendo como si se tratara de un corredor profesional.

—Sin inconvenientes, tardaremos quince minutos.

Resulta bastante evidente que tardaremos eso porque sigue sobre los ciento veinte kilómetros por hora, estoy segurísima que estamos excediendo el límite máximo de velocidad para ser más precisa. Eso quiere decir según mis cálculos que la ciudad se encuentra a lo menos a cuarenta kilómetros de nuestra ubicación actual. 

Intento pensar si efectivamente conozco algún bosque que mantenga esa distancia con Cambridge, pero me rindo de inmediato pues la verdad no tengo ánimos ni la fuerza para recordar.

—No, no iremos a Cambridge —me explica Harry. Parece que tiene la capacidad de leer mis pensamientos y eso me hace pensar que mis ojos en este momento expresan todo lo que siento, sin filtros.

Un nuevo jadeo se me escapa porque las contracciones no dejan de sacudirme y cargada de un sentimiento extraño, uno que mi nueva yo no logra reconocer, me contengo y frunzo el ceño como efecto de la concentración que aplico en controlarlo, en no ceder, en ser fuerte nuevamente.

—Vamos a Mánchester —agrega finalmente mientras su dedo pasa con sutileza sobre mi mano en una muestra de confort que pretende Jamie no vea. Me parece estúpido por supuesto, creo que a cualquiera le basta compartir el mismo espacio que nosotros diez minutos para que noten la rara relación que tenemos.

—¿No quieres decirle también el camino? —pregunta y me sorprende el hecho de que no agregue un insulto en su oración, pero Harry se mantiene inmutable. 

No tengo idea si ellos habían tenido muchos inconvenientes antes de mi llegada, pero aquello me permite asumir que sabe perfecto como tratar a ese capullo. Ha de saber como descolocarlo, aunque siendo sincera no estoy del todo segura si es eso lo que deseo luego de oír la baja amenaza en contra de mi hermana.

No puedo dejar de lado las ideas, no puedo dejar de dar vueltas una y otra vez en mi cabeza al cuestionamiento de qué es lo que quieren de mamá, de mí, de mi familia. Las dudas me surgen una tras otra. Asumo que ella no ha entregado nada porque no lo tiene, pero me pregunto si ellos efectivamente me liberarán luego de conseguirlo.

<<La ignorancia es tu mejor arma Bini.>> 

Recuerdo las palabras de Harry y trago saliva asustada. Estoy muy jodida. 

Si bien mi mente se ha refortalecido desde que he tomado el control de la situación al no permitirles decidir sobre mí, mi cuerpo maltrecho no me acompaña en lo absoluto. 

Necesito conocer la verdad, no obstante sé que no puedo preguntar nada delante de Jamie, así que me prometo a mí misma descubrir todo en cuanto salga de esta, si es que salgo claro esta.

—¿Lepbinia? —La voz aterrada de Harry me devuelve a la realidad, pues lo últimos minutos han pasado veloces entre las múltiples teorías que se han formado en mi cabeza. 

Un motor brutal suena a nuestro costado, el ruido de las bocinas se eleva en la calma que mantenía mi mente alterándome al punto de enloquecer y las luces de colores que entran por las ventanillas me alertan que al fin hemos llegado al centro de la ciudad. 

—¡¿Qué le pasa?! 

No me he puesto en sintonía con lo que dice Harry, porque la sobreestimulación que me genera saber dónde me encuentro no me lo permite, mi corazón late desaforado, me golpea el pecho al punto de doler y es como si el aire me faltase ante el deseo de lanzarme por la puerta hacia afuera. 

—¡Lepbinia! —Él me grita en busca de atención, pero lo único que hace mi cerebro es estudiar las posibilidades.

¿Puedo salir por la puerta? ¿Será mi rapidez suficiente para soltarme de sus brazos, abrir la puerta y deslizarme hasta el exterior? Ni siquiera fui capaz de mantener la boca cerrada en el trayecto por el dolor que me consume. Me cogería de los pelos antes de poner un pie fuera del vehículo. Intentar un escape no es una opción definitivamente, no por ahora, primero porque no lo lograría y segundo porque no quiero siquiera arriesgarme a que Jamie cumpla su promesa. Pero... ¿puedo alertar a alguien sin que alguno de los tres se de cuenta? No estoy segura de cual sería la reacción de Harry, pero prefiero asumir la peor de las opciones para no decepcionarme.

Maldición, no puedo simplemente quedarme aquí sin hacer nada.

—¡Igor!¡¿Qué hago?! —mis ojos abiertos como platos vuelan hasta el rostro de Harry que ya ha perdido cualquier rastro de tranquilidad.

De pronto me doy cuenta el motivo de su poca compostura.

Mi cuerpo tiembla de los pies a la cabeza y siento el sudor envolverme el cuerpo, un sudor frío, mortífero. El temblor me sacude, azota cada uno de mis músculos con fuerza mientras la mano de Harry se cierra entorno a mi cuello, como si deseara ahorcarme.

Hablan. Gente vomita palabras que llegan a mis oídos pero no a mi cerebro, frases sin sentido, sonidos sin sentido, sin origen ni destino.

<<—Así mismo el tiempo como una de las dimensiones que forma el universo también tiene perspectiva.>>

El tiempo de pronto se vacía, ese tiempo maldito, esa cuarta supuesta dimensión se vuelve infinita o se vuelve cero.

<<—Sigo sin entenderlo profesor.

—El universo está lleno de misterios Lepbinia, pero el ser humano tiene la curiosidad suficiente para poder encontrar las respuestas. >>

Profesor, profesor Patterson, lo entiendo.

<<—Así mismo el tiempo como una de las dimensiones que forma el universo también tiene perspectiva.>>

Mentira, he sido una estúpida todos estos años. El tiempo nunca ha sido, ni será una dimensión. El debate sobre su existencia tiene sentido por primera vez luego de años, aquí, en el momento en que mi tiempo ya no es algo fijo, en este instante en que se vuelve tan elástico que parece no acabar jamás.

El tiempo no existe.

Mi tiempo no existe.

Un quiebre brutal dentro de mí me estampa contra el asiento y caigo, es una caída libre, pero al mismo tiempo floto y los colores explotan como si un sinfín de mariposas se convirtieran en polvo.

Y es entonces cuando sucede.

Muero.

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No me odien :c



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