(Landfill/ Daughter)
—Soy una chica hermosa —susurré recordándome a mí misma cosas que no debía olvidar—, soy hermosa e inteligente. —Cerré los ojos para no ver el lugar en el que estaba, como si de alguna manera aquello transformara los hechos concretos en volutas de humo.
Sentía nuevamente como la locura me envolvía con su cálido cuerpo, danzando junto a mí en un abrazo infinito, pero la locura no era oscura e histérica como yo siempre imaginé, no había color rojo ni risas estridentes, era mas como un osito mullido que me acurrucaba, me desprendía de la realidad y volvía mi cuerpo ligero como una pluma, sin presiones ni temores.
—Nada es más fuerte que yo. —Me forcé a remar en contra de la corriente de pensamientos efímeros, de sensaciones vacías y colores desteñidos que convertía mi respiración en un hálito amargo y sutil. Mi cuerpo se meció despacio, muy despacio hacia delante y hacia atrás—. Solo me pueden vencer si yo me doy por vencida.
Al carajo con un falso discurso, ¿saben cual es la verdad de las cosas? La vida es una real mierda, pero no hablo de manera ligera como cuando tus amigos expresan su disgusto por un helado que no es lo que esperaban, no hablo de la verborrea superficial que las chicas comentan en los pasillos, hablo de que la vida como tal no tiene ni un ápice de bondad para con nosotros.
Mamá cuando yo era una pequeña cobarde solía insistirme con una especie de oración que yo podía lograr todo si ponía lo suficiente de mí porque era hermosa, inteligente y con un espíritu más grande que la jodida bomba nuclear que hizo pedazos Hiroshima, pero no eran más que palabras vacías, porque le vida es más que deseos adolescentes y sueños inflados con corazones de papel, porque a veces simplemente no puedes y hay que vivir con ello.
—Soy fuerte —continue sin escucharme, más como si le contara un secreto al viento que no corría en la habitación mohosa—, soy muy fuerte, soy hermosa, soy... —Era nada, era insignificante, en aquella oscura existencia yo era menos tangible que el aire y aún así dolía como el infierno. ¿Cómo podía ser tan diminuta y al mismo tiempo contener tanto dolor? Una corriente me paralizó el rostro, unos dedos ásperos me cogieron con fuerza para obligarme a voltear mientras mi cuerpo inquieto se retorcía como si me quemara ácido—. Soy fuerte —repetí con el labio tembloroso en tanto que los pulmones se me secaban desde lo más profundo.
Mi cuerpo se movió bruscamente mientras los fuertes brazos de Harry no dejaban de sacudirme para devolverme a lo que resultaba la única posible realidad. Parecía un pez fuera del agua, moviendo su boca sin decir nada, me miraba a los ojos intentando transmitir algo pero mis oídos eran los que se encontraban inmersos en el silencio.
—Por favor —dijo, pero realmente no escuché, fue lo que leí en sus labios desiertos, en sus ojos que imploraban atención y lo hice, volqué mis sentidos a él—, por favor no pierdas la cordura.
Mi mano voló hacia él, su primer reflejo fue agarrarme de la muñeca creyendo que lo golpearía en la cara pero aquella no era intención, mi mano aterrizo en su pecho y se cerro en un puño sobre su camisa blanca, intentando aferrarme a los rescoldos de consciencia, sentí su calor bajo mi puño mientras tenuemente los tatuajes ocultos bajo la prenda comenzaban a hacerse presentes. Las vibraciones del ambiente fueron quitando uno a uno los velos que me tenían en aquel letargo hasta que nuevamente la presencia de él consumía todo el espacio que me rodeaba.
—Si no me matan... —Ahí estaba, observándome como si no hubiera nada más que yo, con los ojos abiertos como un cachorro perdido, el verde de sus iris brillaba como las hojas cubiertas de rocío en primavera, pero la maldad que lo rodeaba y contaminaba lo situaban en un cielo equivocado— me mataré yo —susurré, pero fue más como si vomitara aquellas palabras.
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Cautiva
Teen FictionEl frío distrito universitario de Cambridge es el único hogar que Lepbinia Miller conoce, criada por dos padres preocupados, tres hermanos hermosos y una vida llena de amor, esta chica universitaria no sabe los múltiples caminos a los que la vida pu...