Fin del acertijo

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(The Last Time/TAYLOR SWIFT)



—Te encuentras en los restos de CAMBI, una fábrica de textiles que quebró a mediados de la segunda guerra mundial. Estamos un poco al Este de Chester, más o menos a tres horas de Cambridge —comienza a contarme en una especie de monólogo del cual no está dispuesto a parar—. Todo el terreno de más de 10.000 Hectáreas es legalmente de Mark Klein, padre de Clara quien es dueño de todo esto.

>>La industria está dividida en secciones, donde cada una de ellas se desarrolla en áreas de trabajo diferentes. Yo fui con órdenes de trabajar en tu caso, pero en realidad hay cientos de hombres a lo largo de Inglaterra, Irlanda y Estados Unidos que trabajan para Clara en lo mismo, conseguir rehenes. Hombres y mujeres sin distinción.

>>El dinero que ingresa a la organización viene de tres áreas diferentes: órganos, drogas y venta de mujeres. La red de clínicas que trabaja se encuentra en todos los continentes. Es simple, se modifican los datos de urgencia de quienes ingresan y se falsifica la procedencia de los órganos, nada de los cuerpos queda, lo que no se vende se trabaja en los laboratorios. Los restos se trabajan con procesos químicos que sintetizan un líquido de textura similar a la heroína y estos se mezclan con la droga real que sale al mercado.

Mi estómago se revuelve ante aquel hecho, porque no concibo que algo como eso realmente pase. A mi mente viene la imagen de Jessie y me obligo a callar la arcada ante la tétrica imagen que se arma en mi mente de sus laboratorios.

—La venta de mujeres es un tema aparte, se arman lotes de chicas que se envían por barco. Se crean las identidades con que ellas ingresan a los países y desaparecen de nuestro cargo. Por ende ya te imaginarás que aquí no solo trabajan personas como yo, sino un sin fin de especialistas en distintas áreas que permiten mantener todo esto a flote. En esta fábrica en particular, trabajan alrededor de cien miembros de la organización; entre ellos hay quienes se dedican a la falsificación de documentos, otros a vigilar rehenes. Guardias, coordinadores, hackers, traductores, es un equipo completo que lleva las operaciones aquí en el Reino Unido. La cede central de las empresas de Clara está en Irlanda, pero el centro de operaciones a nivel mundial se encuentra en Italia.

>>Contamos con la oficina de computación que lleva el registro de todas las víctimas del país y más aún, con acceso a la información de la Interpol, FBI y bueno... a cualquier sistema que necesitemos entrar en realidad, porque dieciséis hackers trabajan las veinticuatro horas del día para obtener lo que se necesite, dos de ellos los más buscados en Europa.

>>La organización lleva casi medio siglo en funcionamiento, teniendo contacto con cada paso fronterizo que necesitamos cruzar. Diez países en América, dieciocho en Europa, nueve en Asia y ocho en África, llegando a los cuarenta y seis con Sudán, quienes están terminando de cerrar los tratos en las últimas tres semanas.

—Harry por favor no sigas —le pido porque tanta información me marea y en un intento de aclarar la cabeza entre las miles de ideas que se me forman, cubro mis ojos con agotamiento. Pero me ignora, su perorata infinita continua como si no hubiera soltado prenda.

—En este lugar hay un total de mil doscientas cámaras de seguridad con tecnología de punta, cuyas imágenes llegan directo a la sala de vigilancia que se encuentra en el ala Norte del lugar. Cámaras con censores de movimiento y rotación de ciento ochenta grados que tarda 5.8 segundos en entregar una vista panorámica completa.

>>Los guardias están distribuidos en el perímetro de la fábrica cada ochenta metros, es decir un total de veintiocho hombres se encuentra listo para disparar a quemarropa en caso de que alguien intente escapar. Sumado a los cuatro francotiradores que se esconden en los comienzos del bosque que nos separa de la carretera.

CautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora