~24~

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Me giré a la velocidad a la que un rayo ilumina el cielo, desenfundando mi pistola y preparándome por si necesitaba usarla. La luz era escasa, pero no me hacía falta ver para saber que él estaba aquí. Sus palabras fueron como una flecha perdida, un susurro a la oscuridad que cayeron entre mis brazos sin apenas dejarme analizarlas con calma.

Mi linterna ahora apuntaba en la misma dirección que mi pistola, que se movía cada milésima de segundo buscando al culpable de mis sentimientos. Pero no había rastro de presencia humana. Aquella casa seguía habitada por una única y solitaria persona, yo misma. Oí un ruido en la habitación de Cherry y corrí hasta ella. Cuando llegué seguí el sonido hasta una pila de libros viejos, todos destrozados, que bloqueaban la puerta de un armario. Los aparté, testigo de mis actos y abrí el armario, dejando salir polvo y un cúmulo de esperanzas perdidas.

No podía. No podía soportar aquello un segundo más. Mis piernas me dejaron caer sobre las páginas de decenas de libros que un día contaban historias de menor significado que mi angustia. ¿Acaso me estaba volviendo loca? Pensé en la posibilidad de que aquello no hubiese sido real, aquella absurda frase que hizo que mi corazón volara y se estrellara contra mi cordura. Pensé en la posibilidad de olvidarle y hacer una vida en la que él no formase parte, pero aquella idea no tenía sentido alguno. Había perdido el control no solo de mi vida, también de mis pensamientos. ¿Todo por él?

Mis manos frotaron mi cabeza fuertemente, apretándola y causando un leve dolor que equilibró mi dolor interno. No podía ser normal por lo que estaba pasando. Lo mío no era normal. No era normal enamorarse y volverse así de loca por un maldito criminal. Tenía que irme de aquella casa, llegar a mi pequeño apartamento y hundirme en mis propias desgracias con una copa de autoestima, o quizás whisky.

Caminé hasta la salida, dejando aquel apartamento exactamente igual que unos minutos atrás, cuando casi había conseguido distraerme de mis propios sentimientos. Eché un último vistazo al lugar con un último rayo de esperanza. Pero mi propio cuerpo me devolvió gratuitamente a la realidad cuando cerré la puerta sin pensarlo dos veces. El ascensor me dió la bienvenida con las puertas abiertas de par en par y me adentré en él.

Piso 5; me sentía sola, aunque no físicamente. Era obvio que tenía a Cherry y Finn, pero por dentro, sentía una soledad difícil de llenar. Como un puzzle infantil al que le falta la pieza cuadrada, no lo puedes llenar con un círculo.

Piso 4; me sentía fría. Mi comportamiento había cambiado durante los últimos meses. Mis ganas de ser feliz se habían...volatilizado.

Piso 3; mi vida no tenía sentido. Trabajaba sin descanso, y aún así ninguna de mis investigaciones no avanzaba. Estaba estancada.

Piso 2; tenía miedo. Haber hospedado a Jerome en mi casa no había sido nada responsable por mi parte, y si alguien del departamento de policía se llegaba a enterar...No quería pensar en la cara de Jim.

Piso 1; pero, ¿qué pasaría si me pillaban? No tenía nada que perder. Nada.

Y aquello era quizás lo más triste de todo en lo que había pensado.

[...]

Ahora el trayecto era a la inversa. En vez de bajar al portal de Cherry, subía al mío. Pero esta vez me negué a ir en el ascensor. En las últimas semanas aquel ascensor me había dado más problemas de los que una policía podía asimilar. Subía las escaleras de una a una, poco a poco sin prisa alguna. Llegué hasta el que era mi piso y, desde el hueco de las escaleras me quedé parada mirando a mi puerta. Mis pensamientos vagaban de un lado a otro de mi cerebro, bailando sin motivo alguno, permitiéndome relajarme unos segundos. Volví a mirar a mi puerta, sin ninguna clase de ganas de cruzarla y resignarme a vivir. Y me juré que hoy no entraría en mi apartamento.

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora