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—¡KELSEY!—el grito se escuchó desde la otra punta de la comisaría, y eso que estábamos a escasos metros. La sentí caer sobre mí, y si no fuese por Finn, el cual sujetó mi espalda para evitar que ambas cayéramos al suelo, no viviríamos para contarlo. Su rizada y pelirroja melena cubrió toda mi cara y me encargué de no soltar su abrazo. Habían ya pasado tres semanas sin verla, casi un mes, y sentía como si hubiese sido una eternidad, lo que parecía que ella también había sentido.

Sus brazos separaron nuestros cuerpos del abrazo y me miró tan fijamente que juraría que sus ojos se hubiesen salido de su órbita como no hubiera parado de mirarme así.

—¿Dónde has estado? ¿Por qué no contestabas a mis mensajes? ¿Has encontrado a una nueva mejor amiga más lista y con el pelo liso?—no podía dejar de reír mientras ella me zarandeaba de adelante hacia atrás. También escuchaba la risa casi silenciada de Finn por su mano detrás suya.

—Sí, y además de liso, ¡Rubio!—Cherry fingió llorar desconsoladamente en el hombro de Finn esta vez mientras yo solo reía y admiraba la escena. Nunca me había dado cuenta de lo mucho que añoraba a estos dos.

Se levantó de su hombro esta vez y se secó las lágrimas falsas con un dedo mientras se erguía.

—Bien, ahora permíteme hacer de madre—carraspeó y volvió a hablar con un tono mucho más alto y ambos brazos sobre sus caderas—¿Donde has estado Kelsey Raynard? ¿Te crees que puedes desaparecer sin decirme nada, así como así?

No podía dejar de reírme y admirar la forma en la que Cherry hablaba intentando evitar reír conmigo, pero algo hizo que me petrificase por completo.

¿Cómo me había llamado?

—¿Cómo me has llamado?—pregunté acercándome esta vez yo a ella. Aquella situación me había puesto muy nerviosa. ¿Cómo lo sabía? ¿Quién se lo había dicho? ¿Por qué?

Pareció que la mirada de Cherry se volvía cada vez más dudosa y sus manos comenzaban a sudar. Estaba nerviosa, y eso me preocupaba más sobre qué podía haber descubierto o no.

Una voz me desconcentró de aquel enorme drama que me acababa de montar y me giré por autoreflejo.

—Cuanto tiempo Kelsey—Nygma estaba de pie en frente de ella, con ambas manos tras su espalda y una sonrisa de oreja a oreja. Me quedé en frente suya y pude observarle mejor. Iba vestido de una forma algo peculiar; smoking verde oscuro. Era algo que nunca había visto en él, y menos así de elegante—¿Has venido por él?

Me giré y encaré a Cherry de nuevo. No me gustaba darle la espalda a la gente, pero necesitaba saber qué estaba pasando y por qué sabían mi apellido.

—Vete Nygma, ya no trabajas aquí—escuché a Finn adelantarse a mí e interponerse entre él y nosotras. ¿Qué me había perdido?

Volví a mirar a Nygma. Quería que por lo menos una de mis dudas fuese resuelta.

—¿Por qué?—pregunté y vi como Edward caminaba ignorando la presencia de Finn hacia mí y se paraba a mi lado.

Encorvó su espalda y acercó sus labios a mi oído, haciendo que un escalofrío me recorriese de arriba a abajo.

—He encontrado a alguien que me valora más que esta comisaría—sus palabras salieron de su boca más como una incitación que un argumento.

Tragué y creo que hasta él notó mis nervios bajar por mi garganta y atravesar mi pecho.

Caminó hasta la puerta de la comisaría de la GCPD y salió del edificio, dejándome más dudas de las que me había resuelto.

Tras unos segundos de trance me volví a girar hacia Cherry, la cual tenía una mirada algo temerosa hacia mí. ¿Qué coño tramaba?

No sabía si tener miedo por lo que pudiese saber, o si tener cierta intriga o nerviosismo. Incluso sentía que en cierto sentido me hacía gracia la situación.

Ella me lo advirtió. Me dijo que acabarían encontrándome y acabando conmigo. ¿Hasta qué punto lo que había dicho hacía cinco años podía hacerse realidad?

—¿Cómo lo sabes?—fue lo único que fui capaz de articular, cansada de la inquietud en la que Cherry me estaba manteniendo.

Ella solo miró hacia el suelo, temiendo, o incluso, avergonzada. Su cabeza se levantó y señaló con ella al despacho de Jim.

Me giré y vi la silueta de dos personas hablando dentro de él. Una era Jim, claramente, pero no sabía quién era la otra. Noté la mano de Finn en mi hombro y le miré.

—Intentamos detenerle, pero insistió—en cuanto oí aquellas palabras mi corazón se paralizó.

No podía creerlo.

Él otra vez no.

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora