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-¿Me has echado de menos pequeña golondrina?

La voz del hombre era fuerte, y a sus oídos familiar y tierna. Nunca le había faltado de nada. Es verdad que él era algo severo con sus técnicas de padre y sus estrictas normas sobre no abandonar sus terrenos, pero ella siempre pensó que se compensaba con verle cada dos fines de semana.

Bebió mientras dejaba que algunas gotas del oscuro vodka cayesen por su barbilla y acariciasen su cuello de la misma forma delicada y cálida con la que él lo hacía.

Odiaba recordar, y la única fórmula que había encontrado hasta el momento para hacerlo era su alto en alcohol amigo el vodka.

Los pensamientos volvían y el dolor de cabeza con ellos. Había trabajado duro para asegurarse que nada de eso pasaría, que su padre no la encontraría después de cinco años de ausencia, y menos en la situación en la que se encontraba.

-No va a volver, deberías acostumbrarte-le dijo el chico al otro lado de la gran mesa de comedor-Nunca lo hace, su primer nombre es decepción.

-Me prometió que volvería, nunca ha roto una promesa.

-Siempre hay una primera vez mocosa.

¿Qué había sido del resto del clan? ¿Dónde habían acabado todos aquellos que ella consideraba amigos pero que no eran más que mantenidos de Romanov para entretener y contentar a su hija?

Dejó la botella en el suelo y caminó hacia el callejón en el que se reuniría con una aliada de Oswald. Él habló de que era una chica joven, avispada, con dos dedos frente, algo impulsiva y que iba en contra del orden, la ley y el crimen; la perfecta paradoja personificada que ella necesitaba. Era incontrolable, y eso la hacía la candidata perfecta para ayudar a Kelsey.

Más recuerdos de repente, más dolor.

-Puedes ir a gastar el dinero que te ha dado mi padre por entretenerme en el bar, no estoy de humor-escupió la pelirroja mientras volvía a dirigir la vista a su libro.

El chico no se sorprendió por sus palabras. Estaba acostumbrado a tantas personas aún más complicadas que ella, que la muchacha le resultó un mero chiste. Aún así, llevó su mano a su recién rapado pelo negro y caminó un par de pasos al interior de la habitación, buscando su atención.

No era tonto, sabía que Romanov les vigilaba, además de que sabía de lo que con sus encantos podría llegar a conseguir. ¿A quién no le gustaría tener a la hija del jefe comiendo de su mano?

Volvió a sacudir su cabeza. Suficientes fantasmas por hoy.

Llegó a aquel inhóspito lugar en el que las paredes de los sucios y tristes edificios de Gotham se perdían en el cielo nocturno y convertían la horrorosa monotonía urbana en el escenario idóneo para la locura.

Y esque eso era lo poco que recordaba de Jerome, su locura. Pensar que llevaba más de dos meses sin verle, y sentía aquello como la más longeva de las desdichas. Pero todo se debía a su dura condición.

Al final de la calle, simulando una astuta sombra, oscilaba en el más pulcro silencio una esbelta y delgada figura. Se movía de forma sigilosa, casi imperceptible. Pero no para ella.

—Venga, muévete, no tengo toda la noche—dijo arrastrando sus pies hacia la chica en la oscuridad. Le costaba mantener la compostura por la ebriedad, pero debía hacerlo.

Selina entonces se arrimó a la luz , dejando a Kelsey apreciar sus claros rizos y ojos penetrantes. En cualquier otro momento, se habría quedado pensando en lo característicos que eran sus rasgos, pero en aquellas condiciones lo único que fue capaz de formular fueron unas pocas palabras.

—¿Eres Selina, cierto?

—¿Eres Kelsey?

Suspiró.

Oswald no le había dicho su verdadera identidad, y eso la alegró bastante. No quería tener que enfrentarse de nuevo al temor y vacío causado por el eco que provocaba su apellido al ser pronunciado.

Ambas mujeres detuvieron su caminar la una en frente de la otra. Podía sentirse la tensión que cortaba a ambas, incitada por la desconfianza de Kelsey y las sospechas de Selina.

—Supongo que ambas estamos en lo cierto—habló la risueña niña colocando sus brazos sobre sus caderas y adoptando una postura cómoda, la cual duró poco.

Algo llamó su atención. Sus oídos la alarmaron. Sintió el calor subir por su estómago y llegar a su cerebro en forma de frío hiriente. No sentía las puntas de sus dedos, y su boca se secó.

Todo esto en medio segundo, transmitiendo un simple mensaje de su organismo a su consciencia;

peligro.

En solo un segundo, la acción se volvió más rápida que en todo lo que Kelsey llevaba de noche.

Una bala se disparó.

Selina reaccionó, pero

alguien cayó.




[ . . . ]




—No se qué intentas Oswald.

—No necesitas saberlo.

Se giró abruptamente aún sin dejar de servir ambos vasos con aquella ardiente bebida. Miró de arriba a abajo al pelinegro y volvió su atención a lo que estaba haciendo.

—¿Desde cuándo eres tan austero conmigo, Oswald?

—¿No te dije hace tiempo que dejases de llamarme así?

Terminó de servir los vasos y caminó con ellos hasta su compañero, el cual tomó uno de ellos y lo bebió de golpe.

—Podría haberte matado—dijo sin probar trago y no apartando su mirada de los labios del contrario, mojados por la bebida.

Oswald asintió. Era verdad, aquel idiota pelirrojo podría haberle matado.

—¿Ya has vuelto? No me has dado tiempo—dijo Cobblepot riendo, con ambos brazos en alto y la daga del muchacho contra su cuello.

—Te di unas instrucciones simples; pasar un mensaje. ¿Necesitas siempre tocar lo que no es tuyo?

Oswald soltó una carcajada.

—Que niño tan infantil.

El otro hombre seguía con su mirada fija en él. Pasó de sus labios a sus ojos y se atrevió a hablar.

—¿Es verdad Oswald?—él, no sabiendo a qué se refería, hizo una mueca de confusión. El chico, el cual siempre parecía ir un paso por delante y de forma segura, titubeó ante sus palabras ssorprendiendolos a ambos.—¿Tú...tocaste lo que no es tuyo?

Oswald se carcajeó de nuevo.

—No me hagas reír—dirigió su mirada a él y quitó el vaso de sus manos para beber su contenido también de golpe.

Caminó hasta la mesa para dejarlo sobre ella. No sentía nada físico por la chica. Sabía que había algo, pero no se diferenciaba de lo que podía sentir por un simple conocido.

—Sabes que no la veo como te veo a ti—dijo serio, pero descubrió tras lo que dijo Ed que aquellas palabras, eran ciertas pero de una forma muy diferente.

—Entonces...¿Por qué dejas que ella te llame Oswald?

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora