~42~

3.2K 328 39
                                    

Maratón 1/2

—Siéntese por favor—suplicó el hombre sonriendo y caminando torpemente hacia el sillón de la habitación mientras su bastón creaba una marcha rítmica contra el suelo de madera. Antes de dejarse caer sobre el mueble se paró de seco, levantó su mano izquierda y chasqueó sus dedos, llamando la atención de los dos guardias de la puerta. Giró su cabeza y con media sonrisa dijo.—Dejadnos solos.

Ambos asintieron y salieron de la habitación cerrando la puerta después ellos. Me giré de nuevo hacia aquel hombre, el cual permanecía callado y ahora se encontraba sirviéndose una copa de una enorme botella de cristal que sacó de la estantería en frente suya. Posó el vaso en sus labios, contó dos segundos con su mano y se bebió el líquido de un trago. Parecía que lo iba a escupir, pero antes de permitir a su cuerpo hacer eso se giró bruscamente y habló.

—Con que...Tengo a la señorita Kelsey en mi despacho—sus palabras se quedaron en el aire, seguidas de su extraña sonrisa.—Tranquila cariño, no tengo nada contra ti, es más, es un placer conocerte.

Me alivió saber que, a diferencia de las otras personas de aquel rango que había conocido hasta ahora, no quería matarme ni buscaba mi sufrimiento. Su sonrisa creaba sentimientos contradictorios que mi cerebro no era capaz de analizar. Por una parte parecía querer ayudarme, por otra, sabe Dios lo que querría...

Movió su cabeza indicándome donde debía sentarme; en frente a la mesa. Arrastré la silla intentando hacer el menor ruido posible y me senté a la vez que él lo hacía del otro lado de la mesa. Pasaron unos minutos entre un incómodo silencio en el cual él volvió a servirse otra copa y me ofreció, la cual rechacé.

—Y bueno...¿Cuándo vendrá Bárbara?—pregunté. Por mucho que agradecía aquellas muestras de amabilidad por su parte no me apetecía gastar tiempo que podría estar empleando en sacar a Jerome del lío en el cual se había metido.

—¿Bárbara?—él esperó un escaso segundo y soltó una carcajada que no comprendí. Aún riéndose acercó su vaso a sus labios y bebió de nuevo todo su contenido de un golpe. Cuando bajó el vaso lo golpeó contra la mesa tan fuerte que pensaba que lo rompería.—Está en San Petersburgo.

—¿Qué?—me creía aquello de Bárbara, pero no quería hacerlo. ¿Aquello significaba que estaba sola en todo esto? ¿Y por qué el hombre calvo de la entrada me había hecho esperar?—Un chico alto y...Con poco pelo me dijo que la esperase, que llegaría en pocos minutos.

Él miró a su reloj y después me volvió a mirar sonriendo.

—Se ve que no está aquí—después de aquello rió.—¿Poco pelo? ¿Acaso hablas de Víctor? No esperaba menos de él...Menos mal que te encontraste con migo antes de que hiciese lo que fuese a hacer contigo.

—¿Disculpe?—empezaba a cansarme. A parte de haber esperado una hora a alguien que no iba a aparecer, tuve que arriesgarme a ser utilizada, manipulada o lo que aquel Víctor tuviese en mente.

—No me mires así; es un chico peculiar, pero Falcone piensa que como sicario no hay nadie como él—¿Sicario? Cada palabra que salía de la boca de aquel hombre aumentaba mis ganas de querer ahogarme a mi misma en un pozo para solucionar de una forma más eficaz todos mis problemas.—Te veo algo pálida, ¿por qué no bebes un trago?

—No gracias—volví a rechazar su oferta. Hablaba tan rápido que me había olvidado incluso qué hacía allí y con quién estaba hablando...Aunque lo último todavía no lo supiese.—No aceptaré nada de alguien que ni se ha presentado.

Él dejó de mirar fogosamente a la botella que tenía a su derecha y me miró a mí, con sus pequeños ojos escudriñándome y sus finos dedos golpeando la mesa.

Touché preciosa—taponó la botella y acercó su mano a la mía.—Mis clientes me conocen como Cobblepot; Gotham me conoce como el Pingüino, ¿cómo desea conocerme?

Pensé mi respuesta.

—¿Y cómo le conocen los de su familia?—dije acercando mi mano a la suya sin juntarlas.

Su cara se tensó y mordió el lado derecho de su labio inferior. Miró al suelo y habló con desgana.

—Me conocían como Oswald...

—Pues así es como deseo conocerle—terminé de juntar nuestras manos y vi como su rostro sorprendido se levantaba y me miraba estupefacto. Tenía miedo de cómo podía haber reaccionado ante mi respuesta, pero al cabo de unos segundos sonrió y respondió a mi mano moviendo la suya con alegría.

—Eso suena... Magnífico—volvimos a sentarnos y vi cómo dejaba la botella en el suelo y apartaba el vaso de delante suya.—Supongo que si no está Bárbara necesitarás mi ayuda.

No había pensado en aquella opción pero ahora mismo no podía plantearme rechazar ninguna oferta de ayuda. Pero tenía que ser sincera.

—No se si podrás ofrecérmela—dije. Había vuelto a pensar en Jerome y todos los ánimos que había conseguido al hacer sonreír a Oswald acababan de desaparecer. Debió de notar qué ocurría por mi expresión y habló.

—He oído que han arrestado a Jerome—dijo casi susurrando.—Sé que te debe de doler pero...¿Cómo lo han conseguido? Quiero decir...Lo intenté varias veces, pero el chico es muy escurridizo.

—Se entregó él mismo—dije no demasiado alto, ya que el hecho de que estuviese encerrado por mi culpa no me hacía para nada feliz. Oswald frunció el ceño y apoyó su rostro en la palma de su mano.

—¿Por qué haría tal cosa?—dijo bastante confuso, pero su cara tardó pocos segundos en cambiar a una expresión sorprendida y sonriente. Levantó su dedo y me señaló con firmeza.—¿Lo hizo por ti?

Asentí mientras juntaba mis dos manos para apoyar mi cara sobre ellas. Decirlo en alto era aún peor de lo que pensaba. Levanté mi cabeza y froté mis ojos con fuerza.

—¿En qué clase de lío te metiste para que el payaso de Gotham se entregase por ti?—cuando levanté la vista él alzó sus cejas, esperando una explicación.

—Yo...—recordé cómo aquello había empezado, sin contar por todo lo que ya había pasado. Sin contar los sudores fríos hablando con Jim, las miradas perdidas en los ojos de Jerome, las lágrimas derramadas por Cherry, los ensayos para evitar que nos descubrieran a mi y a Jerome y nuestra relación; todo lo que le había llevado a entregarse para que no me descubrieran. Para que yo pudiese seguir siendo libre.—Secuestraron a una chica, o eso creemos, y el hombre con el que se le vió por última vez fue...—mi mente se congeló y tardé en reaccionar. ¿Cómo era posible que hubiese sido tan despistada?

—¿Un secuestro? ¿Quién lo cometió?—sus ojos no se despegaban de los míos y me no pude evitar levantarme de golpe al responderle.

—¡Fuiste tú, Oswald!

—¿Qué?






He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora