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Narrador Omnisciente

La luz, proveniente de una cálida mañana de noviembre en Gotham, inundó los párpados de Cherry. Estiró sus brazos, como si no los hubiera movido en años. Consiguió abrir los ojos tras varios intentos fallidos y se percató de que aquella no era su habitación. Las sábanas de superhéroes y las cortinas grises no eran lo primero que habitualmente veía al levantarse. Se rascó la cabeza, sin recordar nada de la noche anterior. ¿Habría bebido? ¿Habría hecho cosas indebidas? Cantidad de pensamientos atormentaban su cabeza, pero solo necesitó dos minutos para calmarse. Lo hizo cuando vió una caja de cartón en el suelo que ponía "recuerdos". Supo sin ver lo que contenía, que en ella estaban unas cuantas polaroids, su camiseta de la universidad, el disco de su banda favorita...Pero faltaba una cosa. Un libro.

Se levantó poco a poco, observando el hábitat desordenado y terriblemente varonil que le rodeaba. Seguía con la misma ropa del día anterior, por lo que descartó cualquier idea malinterpretada por su cabeza. Su camisa blanca de rayas negras y sus vaqueros oscuros estaban más arrugados que nunca, por no hablar de su pelo, enmarañado contra la débil goma que lo sostenía.

Vió que al lado de la cama había un despertador. Marcaba las doce. Era una buena hora para despertarse. Buena en el sentido de cómoda, porque quizás haberse levantado antes le habría resuelto las dudas antes. Recordó la noche anterior, en la que un Finn agotado hasta la médula se olvidó de dejarla en su casa y la invitó a dormir en su apartamento. No sabía que había pensado para aceptar la oferta, pero el caso era que en aquellos momentos estaba en la que suponía que sería la habitación de Finn, sola.

Caminó hasta su caja y se hundió en un cúmulo de recuerdos y sentimientos nostálgicos. Todo le recordaba a su antigua vida. Las fotos en la playa con su hermano, los CDs repletos de canciones que la harían llorar mil veces si hacía falta, la camiseta llena de firmas de compañeros de la facultad...Pero faltaba su libro.

Se levantó de golpe y escuchó la voz de Finn a través del pasillo. Estaba hablando con alguien. Asomó su cabeza por el borde de la puerta y le vió de una forma muy resultona. Su brazo estaba doblado, apoyado contra la pared sujetando su cabeza mientras con el otro sostenía su móvil. Lo único que le cubría era un sucio chándal gris, que por lo que Cherry descubrió en aquel instante, no constaba de parte de arriba. Su semi-corto cabello se recogía en una pequeña y curiosa coleta cercana a su nuca. Bajo la atenta mirada de Cherry, en aquellos momentos, Finn era perfecto.

Se acercó poco a poco a él, intentando no molestarle mientras hablaba. Cuando llegó a su lado, Finn la miró y sonrió, levantando su dedo, pidiéndole unos segundos para finalizar la conversación, pero ella se adelantó.

-¿Es una llamada importante?-. Dijo ella. En el caso de que lo fuese, le daría privacidad por un rato. Finn negó y tapó de mala manera el micrófono del teléfono un segundo.

-Enseguida cuelgo, es Kelsey-. Dijo y continuó al teléfono.

Cherry asintió. Caminó hasta su cocina, donde dos cafés y un plato repleto de tostadas estaban listos para ser comidos. Escuchó un poco más, entendiendo como Finn se despedía y volvía su atención hacia ella. Su pequeña sonrisa y sus mejillas algo enrojecidas mostraban que él también estaba un poco nervioso. Era la única mujer en mucho tiempo que cruzaba el humbral de su casa y dormía en su misma cama. Obviamente no con él, ya que Finn, cual caballero educado, trasladó sus reales posaderas hasta el sofá de su salón.

-¿Qué tal está?-. Dijo ella empezando la conversación, ya que él parecía no atreverse.

-¿Eh? ¡Ah! Bien, está bien...-. Se notaban ciertas dudas en las palabras de Finn.-¿Cómo has dormido?

-Bien...-. El silencio se volvió a hacer presente y cada uno estaba más nervioso a su manera.-¿No deberíamos...ir a trabajar?

Finn levantó la vista, arriesgándose a que Cherry viese sus rojísimas mejillas. Era ya un poco tarde para ir al trabajo, pero aún así tenían que presentarse en comisaría para dejar los documentos del día listos para mañana. Y, claramente, cuanto antes fuesen menos tiempo perderían.

-Deja que me cambie y vamos en mi coche-. Dijo Finn despertando de una vez por todas. Caminó hasta Cherry y cogió la taza que había a su espalda, entregándosela a la chica.-Tómate esto, seguro que estás hambrienta.

Antes de salir de la cocina le guiñó un ojo, lo que hizo que a Cherry le diese un paro cardíaco. La confianza de aquel chico con ella era más variable que el tiempo.

Se tomó aquella taza de suave café, mientras paseaba por el piso del chico de un lado a otro. Las paredes estaban hechas de ladrillos, y las estanterías estaban llenas de viejos cómics y libros. Pudo ver el que estaba sobre la mesa baja del salón y se acercó a él con precaución. Era su libro. La portada azul y blanca como el hielo, agrietada por las letras del título hizo que miles de recuerdos viniesen a su cabeza.

-¿Te importa que me lo quede?-. La voz de Finn hizo que se sobresaltase.-Lo vi en tu caja y no pude evitar empezar a leerlo.

-Claro-. Dijo ella. Se acercó lentamente a Finn, quien tenía el cuello de la camisa mal doblado. Llevó sus manos a su cuello y se lo recolocó bajo la atenta mirada del chico.-Listo, ¿nos vamos?

Finn asintió y salieron juntos del apartamento.

[...]

-¿Estuviste en Londres?-. Dijo ella exaltada. Siempre había querido ir allí pero nunca había tenido la oportunidad.

-Sí, me mandaron escoltar a un duque; pero el hombre era tan insoportable que casi lo mato yo mismo-. Dijo él abriendo la puerta del coche para que Cherry pudiese salir. Habían llegado ya a la comisaría. Finn había estado hablando de los sitios de los cuales venía cada libro de su estantería.-Allí, entre las calles repletas de artistas, en el suelo estaba Arte en Vena; es posiblemente mi libro favorito, pero nunca lo afirmaría. He leído tantos libros que escoger uno sería como limitar mi personalidad.

Cherry escuchaba tan atentamente las palabras de Finn que no se dió cuenta de lo que ocurría a su alrededor.

-Mis padres no tenían mucho dinero, pero por Navidades con trece años recibí Lienzos de Hielo.-Hablaba de aquel libro como de un órgano vital de su cuerpo.-No sabría decir con exactitud las veces que lo he leído y releído.

Entraron en la comisaría de Gotham mientras hablaban. Cherry seguía sin ver otra cosa que no fuese Finn en aquellos instantes. Estaba sumergida en un mundo de belleza y perfección, donde nunca pasaba nada malo. Hasta que la voz de Finn la despertó.

-¿¡Kelsey!? ¿Qué está ocurriendo Jim?-. Finn gritó lo primero, sorprendido y horrorizado al ver como Jim Gordon conducía a una Kelsey exposada a una celda.

-Tranquilo Finn, es solo por seguridad-. Dijo Jim y cerró la celda después de meter a Kelsey dentro de ella.

-¿Se puede saber qué hace una policía de Gotham en nuestras celdas?-. Dijo de nuevo Finn, sin creerse lo que veía.

-Es sospechosa de ser cómplice de un psicópata asesino-. Dijo serio sin inmutarse por los gritos de Finn.

Kelsey tenía la mirada perdida en el fondo de su celda. Estaba demasiado tranquila para estar encerrada.

-¿Quién?-. Preguntó Finn, pero Kelsey habló.

-Tranquilo Finn, es por seguridad, cuando descubran que no es verdad me solt...

-¡He preguntado quien!-. Cherry se aferró a su brazo, intentando evitar que se revolucionase demasiado.

Jim miró a Kelsey y vió como ella parecía más seria de lo común. Estaba en un buen lío.

-Jerome Valeska.

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora