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Narrador Omnisciente

—¡Quieta o disparo!—Oswald se sobresaltó al oír la voz de Víctor a tal volumen del otro lado de la puerta. También escuchó unos fuertes pasos llegar por el pasillo hasta la misma puerta, preguntándose quién se atrevía a interrumpir sin siquiera avisar.

Los pasos se detuvieron, al igual que los casi imperceptibles del hombre que había amenazado con disparar, y una voz femenina respondió en aquel mismo volumen y con demasiada autoridad.

—¡ATRÉVETE!—Oswald soltó una carcajada. Solo había una persona en aquella maldita ciudad que tuviese las suficientes ganas de morir como para responder así a Víctor.

La puerta se abrió de un golpe y Kelsey entró en su despacho esquivando la bala que había salido de la pistola del sicario. Puta suerte, pensó Oswald y se giró hacia la puerta, encarándola. Se sorprendió al verla de una forma completamente diferente a cuando se habían visto con anterioridad.

La recordaba con sedoso y largo pelo castaño, tez serena, ropa completamente casual y una mirada asustada. Pero esa no era la misma Kelsey que tenía ahora en frente suya. Su pelo, enmarañado y semi oculto por su capucha era de un color un tanto anaranjado. Su ropa le recordaba a aquella chiquilla que comía de la mano de Bárbara, algo dejada y toda de negro. Y lo último en lo que se fijó fue en su rostro. Su piel estaba pálida, haciendo que tanto sus ojeras como sus huesos se notasen más de lo normal. Realmente le recordaba a un muerto.

—Bienvenida—soltó Oswald apoyando su mano en su bastón. Víctor apareció por la misma puerta por la que había entrado la chica con cara de pocos amigos, levantando su pistola a la altura de su cabeza y quitándole el seguro. Otro escalofrío le recorrió la columna al ver como Kelsey no movía ni un músculo de su cuerpo y permanecía estática, con la misma mirada fantasmagórica.—Oh querido Víctor, olvida los formalismos, nuestra pequeña novia cadáver es siempre recibida con los brazos abiertos.

El chico bajó el arma aún aniquilándola con la mirada y cerró la puerta tras salir de la habitación. Kelsey no dudó un segundo más y se acercó a paso rápido a él, a quien le se cortó la respiración al sentir su rostro a escasos centímetros del de la chica.

Su aspecto desde cerca era aún más... ¿Triste? Oswald no pudo evitar sentir pena por ella, y aunque no quisiese admitirlo, también algo de pavor. Porque, si tenía que ser sincero, actualmente no estaba seguro de si el terror que la mirada de Víctor transmitía podría estar al nivel del de la de Kelsey.

—Sabes por qué he venido—dijo ella, pero él no escuchaba las palabras que sus labios escupían. La expresión sin vida que le ofrecía le parecía familiar. Ella volvió a hablar al ver como su mirada se escapaba de la de ella—No me ignores, Oswald, no estoy para juegos.

Su nombre cayó de forma pesada sobre él. Era la única persona, a parte de su madre, que había osado llamarle por él.

—Siempre tan persuasiva, ¿No es así, señorita Romanov?—Kelsey quiso escupir un par de tacos y tirar el escritorio de Oswald por los aires.

—¿Hay alguien en Gotham que no lo sepa?—preguntó con descaro, esta vez apartando su mirada de él y dejándole una agradable vista de su perfil.

—Quizás, pero tu padre se ha encargado meticulosamente de que el título Romanov vaya antes que el de Valeska—sintió un escalofrío al oír la mención de Jerome.

Tragó duro, todo su cuerpo se había tensionado y los labios le temblaban. Oswald supo que no se estaba desviando demasiado de las intenciones de la chica cuando observó su triste mirada.

Una joven tan dura como aquella que tenía en frente, descompuesta por un amor pasional y macabro. Sentía tanta lástima. Un corazón como el tuyo no debería desperdiciarse en un psicópata de manual como Jerome, pensó para sus adentros el hombre, aunque cayó y se dirigió a su mesa negando con la cabeza.

—Él te dejó un mensaje—cuando se sentó sobre su silla observó cómo Kelsey giraba de nuevo su rostro, apuntándole con sus oscuros ojos como si de un arma se tratase.

—¿A qué coño esperas? Dilo—se aproximó a él y sentó su trasero sobre la mesa en frente suya.

Oswald no podía contenerse en sí. ¿Acaso alguien se había atrevido a sentarse en su mismo lado de su escritorio antes? ¿Desde cuándo dejaba que la gente se tomara aquellas cercanías? Pero, como no, aquella niña de ojos tristes y corazón roto era la excepción.

Esperó unos segundos en los que movía su boca intentando buscar la tonalidad adecuada con la que recitar aquellas palabras. Kelsey estaba demasiado impaciente.

—No me busques—dijo finalmente. Tenía que estar de coña.

—¿Estás de coña, no?

Oswald soltó una carcajada. Tuvo que poner su mano sobre su boca para que no fuese tan escandaloso. Y esque aquella situación era ridícula.

—Yo le mato...—susurró Kelsey. Sus manos fueron hasta su cara y presionaron con fuerza sobre sus ojos, cegando su vista y causándole dolor de cabeza. Un grito ahogado por sus manos se hizo audible, aunque parecía más bien para los oídos de Oswald como si estuviesen matando a alguien.

—¿Ya está? ¿Ni una nota? ¿Algún papel o algo? ¿Nada?

Oswald tiró su cabeza hacia un lado, negando con ella y pasando su mano por la pierna de la chica, la cual colgaba de la mesa.

—Pareces nueva cariño—Kelsey estaba tensa—No podía arriesgarse con el psicópata de tu padre en Gotham.

Entonces las piezas encajaron en su cabeza.

Romanov aparecía, Jerome desaparecía.

Se sentía imbécil. Utilizada. Absurda.

Oswald gozaba con las expresiones que su cara mostraba. Su mano continuaba con sus caricias mientras Kelsey había clavado su mirada en él, perdida, sin saber qué pensar. Él soltó una grave carcajada que consiguió que ella despertase de su trance.

—Me sorprendes pequeña—dijo mientras se aproximaba a ella. Cuando sus rostros estaban a escasos centímetros y su pulso iba a la misma velocidad a la que huyó el pelirrojo, paró su mano de golpe sobre el muslo de la chica y su voz sonó más grave de lo normal—Y dime, ¿ahora quieres besarle o matarle?

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora