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Maratón 1/2

En la comisaría todo el mundo corría de un lado a otro histéricos, ya que ni en mil años pensarían que Jim Gordon sería secuestrado y casi asesinado por el hombre al que todo el mundo creía perfecto; Theo Galavan. Gordon ya tenía sus sospechas sobre él, pero nadie le escuchaba excepto Edward y yo.

Pasó entré todos nosotros con una bolsa de guisantes congelados sujetada por su mano contra la parte de su cara donde Theo le había pegado varias veces. Algunos policías como Bullock y Nygma le aplaudieron, sorprendiéndole bastante, mientras que otros seguían mirándole como si portara la peste. Había cosas que nunca cambiarían.

Yo también estaba aplaudiendo hasta que dos pares de brazos recién llegados del hospital de Gotham me rodearon con todas sus fuerzas.

-¿¡Dónde estabas Kelsey!? ¿Acaso quieres que nos dé un infarto?-. La voz histérica de Cherry me reconfortó. Estaba bien tener a una amiga que también hiciese la función de madre sobreprotectora.

-¡Estábamos muy preocupados!-. Continuó Finn, quien tenía toda la zona del abdomen vendada y llevaba una muleta en su mano derecha.

-Tranquilos, Jim necesitaba mi ayuda-. Dije acariciando sus espaldas con mis manos. Ambos se separaron de mí y me miraron fijamente a los ojos. Quien hubiese visto aquella escena diría que son mis padres.-Si no fuera por mí, estaría muerto.

Aquellas palabras aliviaron a ambos; eso y el ver que no tenía ningún daño. Después de hablar un rato con ellos, giré mi cabeza hacia la parte alta de la comisaría. Allí descubrí a Nygma, quien miraba fijamente a Gordon. Su mirada era constante, y de un momento a otro se giró hacia mí. Nuestras miradas chocaron y su sonrisa se agrandó. Parecía tramar algo.

Me giré de nuevo hacia Finn y Cherry para despedirme de ellos.

-Es bastante tarde chicos, creo que...-.

-Deberías ir a casa a descansar, hoy a sido un día muy duro Kelsey-. Dijo Cherry acariciando mi hombro. Su mirada era extraña, parecía que quería transmitirme su compasión.

Oh no. Maldito Jim.

-Está bien; Finn-. Le llamé.- ¿Te quedas a Cherry, no es así?

No sabía por qué preguntaba si ya conocía la respuesta, pero valió la pena al ver como Cherry se sonrojaba al máximo.

-Obviamente-. Dijo sonriendo. Cherry se sonrojó todavía más si era posible.

Me despedí con mi mano y caminé hacia Gordon para despedirme de él también. La inflamación de su mejilla ya había bajado un poco, y los policías que le habían rodeado para curiosear sobre Galavan ya no estaban. Él se sentó sobre su despacho y comenzó a rellenar ciertos informes.

-¿Vas a trabajar? ¿Ahora?-. Pregunté sentándome a su lado.

-Los policías descansamos, pero el crimen no lo hace Kelsey, nunca se detiene.

Su mirada subió del informe a la mía mientras sujetaba su cara con ambas manos. No dije nada, solo le miré, pensando en todo y en nada a la vez.

-Lo siento-. Oí salir de sus labios derrepente. Mi mirada ahora mostraba mi confusión hacia él.-Siento haberte acusado de ser cómplice de los Maniax. Sé que hay ciertos sentimientos confusos entre Valeska y tú, pero también sé que nunca habrías hecho algo así, lo siento.

Levanté mi mano y la dejé caer sobre la suya, acariciándola levemente, reconfortándole. Sabía que se sentía culpable, pero comprendía su situación, y, aunque quizás en menos cantidad, comprendía sus actos.

Él sonrió por primera vez en mucho tiempo, lo que me hizo sonreír a mi también.

-Vete a casa-. Dije levantándome. Como siguiese en aquella posición me dormiría.-Yo haré lo mismo.- Esperé a que se moviese pero no lo hizo. Bufando caminé hasta él y le levanté de su silla, dándole sus cosas y empujándolo a la puerta de la comisaría.-Venga, vamos, un dos un dos.

Oí su risa por la ridiculez de mis actos.

-Gracias Kelsey-. Dijo antes de abrazarme y desaparecer por la puerta. Objetivo logrado.

Noté a alguien detrás de mí. Supe quien era por su gran sonrisa y la diferencia de altura respecto a mí. Veía su sombra caer sobre la mía en el suelo y me giré.

No supe que hacer. Si no fuera por él Gordon estaría muerto. Así que hice lo que el instinto me dijo. Mi abrazo le cogió por sorpresa, pero, después de unos segundos lo correspondió.

-Gracias Edward-. Dije, llamándole por su primer nombre y abrazándolo todavía más fuerte.

Sus brazos parecían confusos. Parecían no saber cómo abrazar a alguien, pero, como pudo, me rodeó con ellos y apretó contra él.

-Era mi deber Kelsey-. Dijo él mientras nos separábamos.-Quiero decir, tenías que saber la verdad.

Se recolocó sus gafas nervioso. Yo sonreí y me alejé de él hacia la puerta.

-Gracias por decírmela-. Dije y me despedí con mi mano. Él lo hizo de igual manera, mientras tanto yo desaparecía de la comisaría y me dirigía a mi dulce hogar. O no tanto dulce después de todo.

[...]

Mi piso seguía siendo tan frío como al principio de año. Las paredes almacenaban cada pequeña porción de humedad y la trasladaban por el resto de la casa, transformándola en un frigorífico con muebles. Dejé mi cazadora y mis zapatos en la entrada del salón. Miré por encima de mi hombro y vi que Cherry y Finn habían pasado por allí antes de venir a comisaría. Una gran caja de madera sobre mi mesa de comedor les delataba completamente.

Me acerqué hasta ella y pude ver que la habían llenado con varias cosas. Una nota blanca estaba en la cima de todos aquellos presentes.

"Kelsey, seguramente estés cansada cuando llegues a casa, así que Finn y yo te hemos preparado un par de cosas para que te relajes y descanses.

Atte; Cherry.

P.d; Cherry te llenó la caja de pastelitos y libros, así que te puse dos tabletas de chocolate al fondo.

P.d. 2; soy Finn".

Sonreí y vi como, ciertamente, la caja estaba llena de postres y libros. Varios ya los había visto en casa de Cherry, estaba segura de que eran sus favoritos. Vi al fondo las tabletas de chocolate con notas que decían "de parte de Finn".
Sonreí. Nunca había pensado lo afortunada que era de tenerles en mi vida.

Llevé la caja hasta la cocina y la dejé sobre la mesa. Mañana al fin podría disfrutar de un precioso domingo entre libros y postres.
La casa seguía en completa oscuridad. Estaba sola, por lo que no me había esforzado en tan siquiera en encender la luz. Salí de la cocina y caminé hacia mi habitación frotando mis ojos con mis manos.

Aquel día había consumido todas mis defensas y mi energía. Necesitaba descansar urgentemente. A mitad del pasillo escuché un ruido procedente de mi habitación. Me quedé quieta donde estaba, aún con mis manos en mi cara. Las quité poco a poco, no queriendo hacer el más mínimo ruido.

Allí, en el humbral de mi habitación, únicamente iluminado por la luz de la luna, una gran silueta estaba de pie mirando directamente hacia mí.

Allí, esperando por mí.

Allí, él estaba allí.

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora