~36~

4.8K 447 71
                                    

-¿¡Sigue vivo!? ¿Como cojones sigue vivo?-.

Desde que había llegado a comisaría aquellas eran las únicas palabras que se escuchaban en el edificio. En mi despacho, atravesando metros y metros cuadrados entre mesas y personas, la voz de Jim Gordon y sus estridentes gritos llegaban y rebotaban sobre mis tímpanos. Bullock intentaba tranquilizarle pero no conseguía ni que se sentase en su silla. Vi como Nygma pasaba por delante mío con un portafolios en su mano y una taza en la otra. Su forma de caminar era la misma de siempre, como la de todos. Nada había cambiado en las últimas dos semanas, ni nuestro trabajo, ni nuestro comportamiento.

-¡Edward!-. Jim corrió hacia Ed y lo agarró de los hombros.-¿Qué pasa con Galavan?

Theo Galavan había estado ingresado desde que Jerome le había disparado. La bala había dado en el punto exacto en el que la sangre se dispersaba directamente desde su corazón, haciendo que el hombre se desangrase demasiado rápido. Los agentes le llevaron lo más rápido que pudieron al hospital central de Gotham, pero para cuando consiguieron atenderle estaba muy débil. Todos pensábamos que moriría, sobre todo Gordon, quien acogió la noticia con mucho entusiasmo, pareciendo incluso sospechoso. Pero esta mañana la noticia de que seguía vivo había llegado hasta los oídos de Gordon.

-¿El señor Galavan?-. Preguntó Nygma confirmando a quien se mencionaba. Jim asintió como un loco y Nygma continuó hablando.-Debido a toda la sangre que ha perdido permanece en un estado de reposo absoluto.

-¿Qué?-. Dijo Gordon aún sosteniendo a Edward por sus hombros y apretándolo cada vez más.

Están muy cansada. Lo suficiente como para irme a casa en aquel mismo instante sin ningún remordimiento, y lo iba a hacer. Llevaba más de cinco horas trabajando seguido y ya se acercaban las once de la noche, tenía que dormir. Me levanté de mi silla y caminé hasta Gordon y Nygma para parar aquello de una vez.

-Está en coma Gordon, y no se despertará a menos que vayas a molestarle-. Dije quitando sus manos de los hombros de Nygma, los cuales estaban un poco doloridos por aquella presión. Se los masajeó un poco y me hizo una mueca de agradecimiento.

-¿Y qué pasará si se despierta?-. Dijo histérico y paranoico esta vez mirándome a mí.

-Pues si ese cabrón decide despertarse tendrá que verse las caras contigo y conmigo-. No se me ocurrió mejor argumento para calmarle, ya que no tenía ni idea del protocolo a seguir si Galavan despertaba. Jim asintió y se relajó, tirando de su corto pelo con sus manos y cogiendo una gran bocanada de aire.

Se giró y empezó a hablar con Bullock de posibles lugares en los que podrían meter a Galavan, pero el nombre de uno de ellos rebotó demasiadas veces en mi tímpano. Arkham Asylum.

Allí había empezado todo.

Una voz me sacó de mis pensamientos.

-Muchas gracias Kelsey-. Dijo Nygma detrás mío. Me giré y me quedé frente a frente con él. Su sonrisa era la más grande de toda la comisaría, como siempre.-Últimamente Gordon se ha vuelto bastante insoportable con todo este tema de Galavan, y no me gusta que me pregunte cosas que no puedo contarle.

-¿Cosas que no puedes contarle?-. Pregunté intrigada. Su expresión cambió a una más pálida y asustada.

-Perdón Kelsey, debo irme-. Después de decir aquello a toda prisa corrió hacia la puerta que llevaba al almacén de la comisaría y se esfumó. No entendía que ocurría, pero lo descubriría. No hoy, ya que actualmente mis neuronas estaban a un -17% de funcionamiento, pero otro día.

Cogí mi chaqueta y me despedí de Gordon y Bullock. Ambos estaban sentados, o mejor dicho, desplegados sobre sus sillas mirando a la nada.

Al salir por la puerta toda la presión de la atmósfera de la comisaría desapareció, dejando lugar a una ráfaga infinita de viento helado. Respiré hondo y sentí cada uno de mis músculos relajarse y pensar en paz. Lo único que quería era llegar a casa, tomarme un tazón de chocolate caliente y tumbarme en mi sofá hasta que llegue Jerome. Así había sido toda la semana. Él llegaba de cualquier tipo de "recado" o "trabajo" que había hecho en el día y juntos nos íbamos a dormir. Era quizás la mejor rutina que había llegado a tener en toda mi vida.

Caminé hasta la entrada del metro más cercana y bajé las escaleras con cuidado pero sin bajar el ritmo.

Quería llegar a casa lo antes posible.


[...]

Cogí la taza con mis propias manos y sentí la furia de mil infiernos sobre ellas. Estaba muy por encima de la temperatura usual a la que una persona se prepara una bebida.
Pero ya me había acostumbrado.

Bebí con mucho cuidado de no quemarme los labios con un solo sorbo. Caminé hasta el sofá y me senté sobre él, acercando la taza hacia mí para que me inundase con su calor.
La televisión emitía ruidos estúpidos acorde con cada cambio de cadena que hacía. No me gustaba nada de lo que echaban, así que decidí apagarla.

Una brisa fría entró desde la ventana que estaba situada detrás de mí. Debía de estar abierta. Lo confirmé al sentir las cortinas golpearme suavemente la nuca que sobresalía del respaldo del sofá. Sentí una sombra detrás de mí y mis labios no pudieron hacer una mueca de mayor felicidad. Levanté la taza en el aire, para que pudiese verla.

-He hecho chocolate; como a ti te gusta-. Dije y esperé a que reaccionase. Pasaron unos segundos y no hizo nada. Estuve a punto de girarme, pero tenía que esperar.

Al cabo de unos segundos la taza desapareció de mis manos y pude bajar mi brazo. Esperé a oírle probar el chocolate pero no noté nada. Hasta que, de repente sus manos sujetaron mi cabeza por ambos lados y vi la suya aparecer del revés delante de la mía.

-Hola-. Dijo sonriendo.

-Hola-. Le contesté.

Sus labios se dirigieron a los míos y me dieron un sonoro beso. Separó las manos y caminó hasta estar en el sofá conmigo. Había dejado el chocolate sobre la mesilla, el cual ya tenía la marca de sus labios.

-¿Qué tal el día?-. Pregunté apoyando mi cabeza en su hombro.

-Como siempre cariño-. Respondió acariciando mi pelo con cuidado. Siempre me respondía lo mismo, y nunca quería especificar sobre qué hacía exactamente.

-¿Qué hicisteis?-. Insistí levantando mi cabeza y colocándola al lado de la suya, fijando mi vista en sus ojos. Él se giró y clavó los suyos en los míos.

-Cosas-.

-¿Qué cosas?-.

-Cosas malas-.

-¿Qué cosas mal...-. Él me interrumpió con un dedo sobre mis labios.

-Es tarde cariño, ambos estamos cansados, ¿por qué no lo discutimos mañana?-. Tenía razón. Claramente estaba intentando evitar el tema, pero tenía razón.

-Está bien-. Dije y rodeé su cuello con mis brazos. Sentí como sus grandes manos se apoderaban de mi cintura y tiraban de mí hacia él.

Sus labios me besaron, tirando un poco de los míos y haciéndome caer rendida ante él. Sus labios volvían y se enganchaban a los míos de forma continua. Noté una pequeña presión en su boca, era su lengua, la cual empezó a revolucionar todo aquello.

Mi espalda estaba cayendo sobre el sofá pero él me sujetó con una mano mientras que con la otra se apoyaba en el sofá. Pensaba que todo era como siempre, pero estábamos sobrepasando ciertos límites. La mano que sujetaba mi cintura se movió por toda mi espalda, acariciando cada uno de los surcos formados por mis huesos. Estaba perdida, completamente perdida en sus toques y en sus besos. Mis manos pasaron de sus mejillas a su pelo y tiraron un poco de él. No sé por qué pero aquello pareció gustarle. Tanto que noté como tiraba de mis caderas y las situaba sobre las suyas. Era la primera vez que esto se descontrolaba tanto.

-Jerome...-. Le intenté advertir, pero suspiré al sentir sus besos en mi cuello.

-Te quiero Kelsey, déjame tenerte-. Dijo él y sus ojos subieron a los míos.

No podía resistirme a él. Le quería demasiado.

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora