V a m p i r e T h o u g h t s

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Mientras ella dormía, aproveché la quietud para ordenar mis pensamientos. Cada respiración pausada de Darden era un recordatorio de lo frágil que era su humanidad... y lo peligrosa que resultaba para mí. 

La casa, que durante el día resonaba con su voz y sus risas, volvía a sumirse en ese silencio opresivo. Las paredes parecían absorber cada suspiro, cada eco de soledad. Ella era la antítesis de todo eso: luz donde solo había sombras, calor donde solo reinaba el frío. 

¿Por qué la dejé entrar?

No fue un error—lo sabía—, pero tampoco era un acto de compasión. Quizás... quizás me gusta

El mero pensamiento era una ironía. Los vampiros no aman; no merecemos hacerlo. Ella era solo un medio para controlar la bestia que llevo dentro, un ancla contra el caos que amenaza con consumirme. 

Y sin embargo... 

Cada vez que la miraba, sentía cómo mi resistencia se desvanecía. ¿Era el anillo lo que me debilitaba, o algo más profundo? Si caía por una humana, sería mi condena definitiva. 

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  | 04:17 AM |

Me separé de su lado con cuidado, evitando despertarla. Antes de salir, tracé runas ardientes en el aire—tinta carmesí que se incrustó en el domo protector. Nadie entraría. Nadie la tocaría. 

La niebla se arremolinó frente a mí antes de que su voz cortara la oscuridad. 

—Vaya... Hyuk. Cuánto tiempo —la ironía goteaba como veneno. 

Apareció entre las sombras: piernas largas, capa negra, una sonrisa que no llegaba a esos ojos rojos como brasas. Dracul

Me incliné en un gesto arcaico, pero no aparté la mirada. Él rió, ajustándose la capa con una elegancia estudiada. 

—Los vampiros gobiernan las ciudades. ¿No te alegra? —dije, manteniendo la voz firme. 

—No por mi culpa —respondió, examinando sus uñas afiladas—. Pero esto solo comienza. Vine a pactar... diablo viejo. ¿Estás de mi lado? 

Una cuchillada en su palma. Sangre oscura brotó, y la extendió hacia mí. Su mirada ardía de ambición. 

Esta vez no.

—Ya no hago tratos con mortales —crucé los brazos, desplegando mis alas—. Arréglatelas solo. 

Dracul sonrió, como si lo esperara. 

—Sabía que dirías eso. Por eso me tomé la molestia de... conocer a tu Lumen —hizo una pausa, disfrutando de mi tensión—. Qué frágil es cuando duerme. Los humanos... siempre mueren tan fácil. 

Sus alas se desplegaron—negras como su capa—y se elevó, dejando una amenaza flotando en el aire. 

Y por primera vez en siglos, sentí miedo

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