F r e e

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Los colmillos de Hyuk rozaron su yugular—un contacto deliberado, una amenaza convertida en caricia. 

Ella no cerró los ojos. 

"Si va a matarme, que me vea hacerlo", pensó, clavándole la mirada. 

Algo en esa desafío lo paralizó. Retrocedió con un gruñido, las manos temblando como si lucharan contra un instinto más antiguo que la razón. 

La luna los bañó a ambos: ella con el pecho alborotado, él con las pupilas aún dilatadas de rojo. 

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Hyuk le colocó el anillo de nuevo, pero esta vez Lumen no protestó. Solo alzó la mano para atrapar la suya entre las suyas, sintiendo el metal frío contra sus dedos. 

—No es por ti —mintió él, evitando su mirada—. Es por lo que soy

Ella soltó una risa amarga. 

—¿El monstruo que rompe cuellos pero teme abrazarme? 

El silencio que siguió fue cortado por un susurro proveniente del pasillo: 

"¿La oyes? Habla como si ya lo conociera... íntimamente". 

Una voz femenina respondió: "Dicen que la hace sangrar solo para lamerle las heridas". 

Hyuk tensó la mandíbula. 

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Lumen lo jaló hacia sí. 

El beso fue breve, pero suficiente para que sus dedos encontraran el cierre de la gargantilla. Hyuk la apartó justo cuando el metal caía al suelo con un *clink* resonante. 

Detente —rugió, pero era demasiado tarde—. Ellos lo oyeron.

Afuera, los murmullos estallaron como chispas: 

"¿Viste? El collar del Rey Haemin está en el suelo..."
"La humana lo desarma y él la deja. Patético"
"Si el Consejo Supremo se entera...

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Hyuk la inmovilizó contra el colchón. 

—¿Sabes lo que dicen de nosotros? —le escupió, mostrando los dientes—. Que eres mi ghiseung —. 

Lumen frunció el ceño. 

—¿Tu...? 

Debilidad

Ella le tocó el labio inferior, justo donde un colmillo había dibujado una gota de sangre. 

—Entonces demuéstrales que están equivocados. 

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(POV. Narrador)

Al descender las escaleras, Hyuk encontró a la corte de vampiros aún postrada... pero ahora sus miradas brillaban con algo peor que el miedo: codicia. 

"Un rey con debilidad es un trono vacante", susurró alguien. 

Él pasó de largo, sabiendo que cada rumor era un clavo en su ataúd. 

Mientras, arriba, Lumen recogió el collar del suelo y lo guardó bajo su almohada. 

"Cadena o salvación, ya no importa", pensó. 

Porque esa noche, ambos habían probado la libertad.

v a m p i r eDonde viven las historias. Descúbrelo ahora