v a m p i r e

K i l l

La puerta se abrió con un gemido de hierro viejo.

Dentro, el último líder del clan yacía en su lecho de muerte, la piel grisácea y pegada a los huesos como pergamino viejo. Hyuk entró sin prisa, las botas resonando contra el mármol agrietado.

- Mortem - pronunció, y el aire se espesó con el peso de la palabra.

Se quitó la gargantilla.

Fue rápido. Brutal.

Cuando terminó, solo quedó la cabeza -ojos vidriosos aún abiertos, boca congelada en un último intento de orden-. Hyuk la tomó del cabello, sintiendo la sangre caliente escurriéndole entre los dedos.

Abajo, en la cámara del trono, los vampiros olfatearon el aire al unísono. Sabían.

- ¡Ha matado al líder! - gritó uno, levantándose de su asiento.

Hyuk le rompió el cuello antes de que terminara la frase.

Tres asistentes emergieron de las sombras, túnicas rojas como heridas frescas. Le presentaron la corona: cuernos negros retorcidos, pesados como culpa.

- ¿Cuál será su primer mandato, mi señor? - preguntó una, voz susurrante como serpiente.

Hyuk miró la cabeza decapitada que aún sostenía. La dejó caer. El thud resonó en el silencio.

- Un banquete - dijo, mientras las asistentes limpiaban su sangre con paños de seda.

Y entonces, por un segundo, vio otra mano haciendo lo mismo: Lumen, frotando sus nudillos con esa expresión entre asco y ternura que solo ella tenía.

-Traigan a los últimos humanos del pueblo -ordenó, sacudiendo el recuerdo-. Dejen uno vivo.

Los neófitos salieron como langostas hambrientas.

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Lumen despertó con el olor a quemado.

Afuera, los gritos eran cortos. Precisos.

Sabía lo que había pasado. Lo había soñado.

Cuando la puerta se abrió, no se sorprendió al ver a Hyuk en el umbral, la boca aún manchada de rojo.

-¿Por qué? - preguntó, aunque ya conocía la respuesta.

Él se arrodilló frente a ella, las manos goteando sobre las tablas del piso.

- Porque necesito que recuerdes lo que soy.