C a l m

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No hacían falta voces. 

El silencio entre ellos era un lenguaje antiguo, más íntimo que los besos. Hyuk la apretaba contra su pecho inmóvil, como si temiera que el mundo se la arrebatara si aflojaba los brazos un solo segundo. 

Vas a romperme — susurró Lumen, pero sonreía. 

Él no respondió. No podía explicarle que, al sostenerla, sentía por primera vez algo más fuerte que su hambre: el miedo a perderla.

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El odio solía latir en sus venas como un segundo corazón. 

Pero ahora... 

Ahora había esto: el sonido de la respiración de Lumen sincronizándose con la suya, el roce de sus pestañas contra su cuello cuando parpadeaba, el modo en que sus dedos dibujaban círculos invisibles en su espalda. 

¿Cómo podía alguien tan frágil domar algo como él?

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Ella no lo amaba a pesar de lo que era. 

Lo amaba por ello. 

En sus brazos, el monstruo y el hombre eran uno solo: las garras que se hundían en su cintura sin lastimarla, los labios que murmuraban palabras rotas contra su pelo, los ojos que brillaban rojos solo para apagarse cuando ella los miraba. 

Eres mi tranquilidad — dijo él, enterrando la nariz en su cabello. 

Lumen sonrió, escondiendo el rubor en su pecho. 

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La luz plateada los bañó a través de la ventana. Hyuk siguió el trazo de sus dedos por la mejilla de Lumen—tan cálida, tan viva —, preguntándose cuánto tiempo duraría esta tregua. 

"Mañana el mundo podría acabarse", pensó. 

Pero ella se durmió antes de que la idea terminara de formarse, ajena a todo menos al ritmo de su corazón ficticio. 

Hyuk no se movió en toda la noche. 

Observó.

Memorizó.

Por si acaso.

v a m p i r eDonde viven las historias. Descúbrelo ahora