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Sus ojos azul intenso son los culpables de que aquella pelinegro llamara mi atención y no olvidemos mencionar sus ya tan características pecas, las cuales sin dudar me recordaban un tanto a mí ¿por qué ella no lo notó? Quizá le habían dicho tantas veces que las personas que eran parecidas no tenían suerte estando juntas, que termino creyéndolo y por esa razón no se intereso en mi tanto como yo me había interesado en ella. Si tan solo fuese más parecido a mi mejor amigo, ella podría ser mía y dejaría de comportarme como el chico tan patético que debo ser en este momento. La primera vez que le observé, fue el primer dia de clases; la chica iba tan apresurada que no logró observar al chico que pasaba junto a ella y que además había tirado su cuaderno de música al chocarse con Annet, la chica que estaba detrás de todo chico que se dejara conquistar por ella. Y, debo mencionar que el chico por la que la pelinegra suspiraba, no estaba fuera de la lista de acostones de la rubia. –¿Cuándo será el día en que me invitaras a salir Loni?– cuestionó la chica, tratando de acercarse a mí. –El día que sea lo que buscas, lo haré – respondí borde, logrando tomar el cuaderno que había tirado segundos antes para escapar de las garras de aquella chica. –Eres todo lo que quiero, amor– fue lo último que le escuche decir, antes de estamparme en la puerta de algún salón que fue abierto por la persona que realmente quería golpearme. –Lo siento– escupió con pena– yo, no sabía que... –Descuida – le interrumpi, levantando mi vista para encontrarme con aquellos ojos azul, los cuales me habían hipnotizado desde que apareció en el aula anunciando que seria nuestra nueva compañera. –Soy un poco torpe– soltó, sonriendo de lado– te ayudo– añadió, extendiendo su mano para ayudarme a poner de pie. Sin dudar acepte su gesto, logrando incorporarme para descubrir que a pesar de ser el más pequeño de estatura de mis amigos, aún seguía siendo más alto que ella. –Gracias por permitirme ayudarte... –Alonso– dije, haciéndole saber mi nombre. Y, es que aquello no me incomodaba en lo absoluto. –Esthepanya – respondió, sonriendo abiertamente– bueno Alonso, creo que debería irme ya– comentó, antes de salir del lugar, dejandome perplejo. Aquella chica había llamado mi atención desde el día que la vi, lo que sentía por ella era una leve atracción que con el tiempo se transformó en algo mucho más profundo.
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