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-La quiero ahora, ya. En este mismo instante.

-No podemos salir, ¿recuerda? No tenemos la piedra azul.

-Pues encuentren la piedra azul y vayan por mi hija, tráiganla sana y salva, sin ningún rasguño. Si se resiste, al menos traten de no ser vistos cuando la traigan a la fuerza, porque de ésta, Marilyn no se salva- sus ojos rojos detonaron firmeza y autoridad, y su cabello oscuro brilló con la tenue luz del sol.

...

NATHANIEL

Las piedras de color verde hacían un circulo perfectamente formado a mi alrededor, me siento débil.

Pero eso ya no importa, mi Luna está frente a mí, puede volver a ser mía. Cualquier absurdo plan se fue de mi mente, lo único que importada era que estaba con ella.

Mis manos se apoyaron en el suelo e intenté pararme, pero inmediatamente caí de bruces al piso, mis piernas no me respondían, y lo único que conseguí fue un fuerte dolor de cabeza.

OMNISCIENTE

Los ojos morados de Nathaniel se dirigieron a la Diosa, la cual lo miraba con pena y curiosida.

-¿Amor? Ven, sácame de aquí y vivamos felices, ¿sí?- la voz de súplica de Nathaniel resonaba en los oídos de la Luna. Lo amaba, más que a nada en el mundo.

-No, Nathaniel. No puedo hacer tal cosa- respondió acercándose dos pasos pero no pudo avanzar más, ya que su hija se había atravesado.

-No te acerques tanto, mamá. Sabes lo que puede llegar a pasar- los ojos de su hija la miraron con preocupación.

-Porque lo sé es que me estoy acercando, Violeth, ¿qué no quieres que me acerque a tu padre?- su mirada se volvió dura, a comparación con la de su hija, la cual la observaba con desconfianza y  confusión.

¿Por qué lo dijo?

-¡¿Qué?!- gritó Nathaniel al mismo tiempo que Violeth. Su grito resonó por todo el bosque, un sonido anormal, sobrenatural.

-No, no, no...- decía Violeth mientras se iba agachando poco a poco- Eso no es posible, ¡no es posible!- cogió su cabeza con ambas manos y gruñó.

-Violeth, por favor, cálmate- está sucediendo otra vez.

Nathaniel no estaba mejor. Sus ojos cambiaban constantemente de color, azul, morado, gris, morado, amarillo, morado, gris, morado, rojo...

-¿Por qué no me lo dijiste?- gruñó el Hombre lobo, su cuerpo se sentía pesado.

El grito de Violeth los sobresaltó, grito que resonó incluso más fuerte que el anterior, se encontraba arrodillada, su cabeza entre sus piernas y sus manos enterradas en la tierra.

Pequeñas piedras y hojas empezaron a flotas alrededor de los tres, ya es demasiado tarde. Las piedras verdes también se elevaron, Nathaniel ya está libre. Éste de levantó del suelo, su mirada rojiza observaba con furia a la Luna.

-Con que no quieres estar conmigo...- se rió de forma seca- lo intenté, pero tú me obligas a hacer esto- un hilo de humo negro salió de su cabeza, el cual conectó con la cabeza de su hija. Violeth se levantó sonriendo de manera tétrica. Ambos, riendo se miraban.

-Nathaniel...- la voz quebrada de la Diosa hizo que la miraran, los ojos de las dos personas que tanto amaba eran de un color morado intenso.

-Prepárate, mamá- se rió de forma divertida la de pelo rosa.

-Ven, hija mía- la mano de Nathaniel sujetó la de su hija para después guiarla hacia la oscuridad.

Al rato, la luz de la Luna había vuelto a iluminar la oscura noche.

El Castigo De La LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora