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Los ojos de Melany veían a Emma con confusión, ¿por qué actuaba así?

Su vista recayó en un pequeño destello que se encontraba cerca de ellos, en el suelo. ¡Una piedra verde! 

Su mano tocó levemente la de Ryo, intentando llamar su atención. El japones estaba demasiado impactado por lo que tenía en frente que ni le prestó atención. Estaba sola en esto, ok.

Respiró hondo y miró fijamente a la piedra, intentaba transmitir todo el poder que tenía en ella, sus ojos se tornaron de un color extraño, muy difícil de describir, y esto no pasó desapercibido para Emma, la cual se puso alerta de inmediato.

-¿Qué trama esta niñita?- susurro más para ella que para los dos que estaban frente.

La piedra empezó a temblar levemente, estaba avanzando. Respiró hondo y su concentración se intensificó, necesitaba lograrlo.

-¿Qué mierda haces?- una voz sonó en su oreja, Emma estaba detrás de ella. Empezó a respirar agitadamente y le fue inevitable el no sollozar, estaba perdida.

Pero de un momento a otro la piedra se elevó con más potencia de la que Melany hubiera esperado, ¿en serio lo había logrado?

La piedra voló directo a la cara de Emma la cual gritó lo más fuerte que pudo, quemaba, quemaba mucho.

Todo daba vueltas, apenas había alcanzado a notar que aquellos dos se echaron a correr, un dolor punzante en la cabeza la invadió y cayó al suelo inconsciente, con la piedra reposando en su pecho.

...

-No puede ser más inútil- el reproche de Violeth se infiltró en los oídos de su padre. 

-Ya cierra el pico, perra estúpida- el gruñido de Nathaniel hizo que su hija de pelo rosa se sobresaltara, maldito, lo odiaba, pero alguna fuerza le impedía separarse de él. 

La pelirosa resopló y se acerco a la chica, pero en un instante se sintió débil.

-Es normal, la mitad de tu alma está en ella, y si ella está mal, tú también.

-Está bien, está bien. Voy a llevarla para que esté en reposo- sus manos cogieron su cabeza y pegó sus labios con los de la chica inconsciente. Así le daría un poco más de fuerzas.

-Haz lo que quieras- bufó el de ojos morados.

-Oye, ¿por qué estás así? No he hecho nada- su vista recayó en su padre mientras esperaba que la chica despertara.

-Necesito a tu madre, la necesito- Nathaniel cogió con ambas manos su cabello mientras caminaba de un lado a otro- Necesito a mi Luna, sólo mía.

El hombre que decía ser su padre se adentró aún más al bosque dejándola sola. Era de esperarse, porque aunque no lo dijera en voz alta, la odiaba.

El Castigo De La LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora