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-Eh... ¿Lo conoces?- la pregunta de Ryo me deja sorprendido. Soy yo el que debería de preguntar eso.

-¿Lo conoce usted?- le devolví la pregunta pero sin mirarlo. Mi vista se encontraba en las manos del chico Nutella. Éstas estaban casi rozando las de Marilyn. Hago una mueca y cojo las manos de mi amada entre las mías y las beso mirándola a los ojos, observando fascinado como se sonroja. Hermosa.

¿Que no entienden que es mía?

-Sí, es nuestro amigo- me responde el rubio para luego verme con el ceño fruncido- ¿Que acaso ni la silla la puede tocar?- preguntó haciendo referencia a mi chica.

Analizando la idea miro la silla en la cual está sentada Marilyn. Suspiro para luego pober ambas manos en las caderas de mi chica y ponerla en mi regazo como si se tratara de una hermosa muñeca.

-Sí, ni un trozo de madera la podrá tocar. Sólo yo la podré mimar. ¿Que no entiende la palabra "mía"?- mis brazos rodean el pequeño cuerpo mientras que ambos chicos me miran con una mueca de confusión.

-¿Qué eres con Dam?- la dulce voz de mi Marilyn llama mi atención. Al fijar mi vista en ella admiro el movimiento de sus labios al hablar... No puedo evitar morder mi labio inferior al imaginar el sabor de sus labios.

-Eh... Yo, él...- mi ceño se frunce y mi ojo derecho se entrecierra levemente. El olor de su sangre me enloquece. Trago en seco al sentir mis ojos cambiar y mirar que los suyos igual...

¡Para Nicolas! No la asustes tan rápido.

-Somos amigos- digo finalmente y levanto la vista para mirar a dos miradas, una oscura contrastando con la azulada. Nos miran con caras extrañas, como si fuéramos una atracción de circo, pero de esa atracciones que te quedas mirando con un rostro escéptico y con confusión en la mirada.

Miro mi pasta y luego a mi chica. Agarro a ésta última con fuerza moderada y me levanto con ella cargándola en forma de princesa.

-Me retiro- camino con ella hasta la salida ignorando los gritos de sus amigos y las miradas de los demás por mi pantalón ausente.

MARILYN

Mis mejillas se tornan rojas y escondo mi cara en su cuello. Me siento tan segura con él.

Sus manos me sostenía con firmeza y sus ojos miraban el camino mientras su rostro se mantenía sereno.

De repente veo una dulce sonrisa en su rostro y siento que me baja de sus brazos hasta tocar el suelo.

Ladeo mi cabeza observando a Nilas sentarse en el pasto, con su espalda apoyada en un tronco de un gran árbol. ¿Cuando habíamos llegado al bosque?

Palmea sus piernas invitándome a sentarme en su regazo, a horcajadas encima de él, lo cual hago.

Sus manos se posan a ambos lados de mi rostro y una sonrisa aún más grande aparece en el suyo.

Baja sus manos a mis muslos y junta nuestras frentes con una sonrisa pequeña. Besa mi nariz y pone su cabeza contra el tronco. Mi cabeza se posa en su pecho y cierro mis ojos.

-¿Cómo hago, mi Doncella? ¿Cómo hago para que sepan que es sólo mía?- tararea una melodía mientras sus manos acarician suavemente mis muslos.

Una exclamación por parte de él hace que levante mi cabeza de su pecho y lo mire.

-¿Qué le parece si la marco al estilo vampiro?- sus ojos brillan de emoción, mi dedo índice toca la pequeña cicatriz de su nariz y sonrío igualmente.

-Hablemos, luego podrá marcarme las veces que quiera. Quiero conocerlo mejor- suspiro poniendo la palma de mis manos en su pecho. Miro su rostro el cual muestra una sonrisa ladeada.

-Claro, mi Doncella- se acomodó un poco para luego coger mi cintura y acomodarme mejor en sus piernas. Suspiró para luego sonreírme- Pregunte usted lo que quiera.

-¿Color favorito?- el de pelo caoba soltó una linda risita y con su mano izquierda pellizcó mi mejilla.

-Amarillo- me respondió después de unos cuantos minutos- ¿Y el suyo?

-Azul- respondí inmediatamente- ¿Cómo conociste a Dam?- la pregunta que salió de mi boca de forma rápida. Nerviosa empecé a jugar con el borde de su camisa y mis mejillas se tiñeron de rojo.

El ojimiel rió y tomó mis manos mientras jugaba con ellas distraído.

-Creo que se habrá dado cuenta lo posesivo que soy...- sonreí para luego asentir, sin embargo él sólo miraba mis manos- Bueno. Cuando tenía 6 años los niños de mi colegio intentaban jugar conmigo y mis carritos. Esos carros eran de mi padre, el cual murió cuando yo estaba un poco más pequeño, no tanto como para no poder recordarlo- se encogió de hombros ligeramente con la nariz arrugada- Eran míos ahora y ellos no tenían porqué cogerlos. Se alejaban de mí y me decían egoísta y tarado. Era raro, porque yo creía que estaba bien, simplemente no les quería prestar mis cosas, eran míos esos carros, ¿por qué jugar con carros ajenos?

-Cierto. Pero los niños buscan jugar con cualquier cosa- le di una sonrisa y lo invité a que siguiera.

-Pero eran míos- un puchero apareció e sus labios para luego suspirar- En fin... Hubo un niño, que en vez de intentar quitar mis carritos, me regaló el suyo. Un carro amarillo. Yo estaba fascinado, nadie nunca había hecho eso...

-Dam- deduje y mis ojos observaron su ceño fruncido.

-¿Por qué dices su nombre? Te ves más linda diciendo el mío, mi nombre. No de otra persona- me reí de su posesividad- Sí, era él. Desde ese día nos volvimos amigos. Me molestaba tanto que tuviera otros amigos, era mi amigo, no el de los demás. Era mi amigo, ¿por qué nadie entiende que tengo pertenencias y que las tengo que cuidar?

-Yo lo entiendo... Sólo que a veces...- un ruido me interrumpió, pisadas. Nilas se paró del suelo rápidamente llevándome consigo.

Me puso detrás de su cuerpo y observó a las tres persona se se pararon frente a nosotros.

Personas que yo conocía perfectamente.

Mis hermanos, venían por mí.

El Castigo De La LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora