Epílogo

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JACK

Observé a la pelirroja Marilyn alejándose cogida de la mano con Nicolás, ambos hacían linda pareja. Se alejaban buscando una nueva vida. Los entiendo.

Un sollozo por parte de Ryo hace que mi vista se fije en éste. Los brazos del pelimorado se aferraban al pequeño cuerpo del pelinegro, el cual lloraba destrozado. Su mejor amiga se alejaba de él.

Sonrío al ver como Tj carga al pequeño chico y éste se aferra a él como un koala. 

Unos pequeños brazos acarician mi torso y mi mirada se dirige a la hermosa chica de ojos grises que me sonreía con ternura.

-¿Qué tal si vamos adentro?- Connor aparece con su tarro de Nutella en manos. Sus mejillas cubiertas del chocolate y su camisa gris manchada de, por lo que creo, mezcla de pastelillo. Su cabello rubio desordenado hace de él a alguien más juvenil. Ahora sus ojos son cubiertos por unos anteojos de pasta negra de gran tamaño. Sonríe y hace un gesto invitándonos a ingresar a la casa.

Mi vista vuelve a mirar a la pareja que ahora se iba de la manada y suspiro retirando la mirada. Damos todos la vuelta y nos adentramos a mi hogar. 

Mi madre, con sus regordetas manos llenas de harina y mezcla se encuentra dando vueltas y vueltas en la cocina. Se agacha al llegar al horno y de ahí saca una bandeja llena de pastelillos de chocolate, teniendo que aguantar un hambriento Connor saltando al lado de ella.

Me voy con Emma a la sala de estar y nos sentamos en el mueble más grande, color blanco. Tj tiene encima de él al japonés, ambos juegan con el chocolate colocándolo en sus narices o mejillas, riendo como un par de enamorados. El pelimorado acerca un pastelillo a la boca de Ryo y éste lo como a gusto. Se ríen nuevamente y llego a observar una marca en el cuello del pelinegro. 

Sonrío y cojo la mano de la pelinegra a mi lado. Sus ojos grises brillan.

-Te amo, Jack.

-Y yo a ti, Emma.

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VIOLETH

Mis ojos se abren y lo blanco de la habitación hace daño en mis ojos. Al acostumbrarme a la potente luz, hago amago de levantarme y al estar ya de pie observo fascinada aquel sillón grande de color negro, negro como la noche. 

Temerosa empiezo mi camino hacia él y mi mano toca la suave tela de éste, me encanta. Me pongo de espaldas y me dejo caer en la sillón.

Mierda, es muy cómodo. 

Una sonrisa se instala en mi rostro y suspiro relajada.

Paz al fin.

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El teléfono del de ojos grises sonó.

Las dos y media de la mañana y con aún el sueño en su sistema contestó.

-¿Hola?- dijo en un susurro ronco.

-Hola, maldito.

-Dam...- el sueño se desvaneció y la sorpresa lo abordó  

El Castigo De La LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora