Vestido de Novia

632 47 1
                                    

Los siguientes días Gian empezó a leer el libro, se sentía tan identificado con muchas cosas de las que había escrito William Shakespeare.

Eleonora terminaba con los detalles de la boda, la casa de Gian era una locura.
Todos iban y venían con arreglos, adornos, sillas, manteles. Todo lo que se ocupaba para la boda, era tan bello y lleno de lujos tal cual se acostumbraba en las familias. No había lugar que no estuviera lleno de colores blancos con dorado que serían los colores de la boda. 

Eleonora estaba vuelta loca, pues quería que todo saliera bien. Estaba más presionada pues eran dos celebraciones distintas. Al menos eso era lo que Gian me contaba en sus cartas, y para mí se acercaba también la hora de dejar mi vida en mi país, mi casa, mi hogar, junto a mi familia. Nunca había ido tan lejos del lugar en el que vivía y de pronto estaba en mi casa haciendo planes para mudarme. Iba a dejarlo todo y enfrentarme a un nuevo mundo, un idioma que apenas conocía, un país a punto de una guerra y con personas que no conocía. Estaba aterrada, lo único que hacía que no perdiera la cordura era Gian. Él se había vuelto algo... no sabía cómo explicarlo, algo seguro, se sentía como haber encontrado algo seguro en mi vida. En medio de todos los cambios él era algo seguro y a eso me aferraba.

Gianluca se trataba de involucrar en la organización, pero su madre siempre le decía que ella quería sorprenderlo. Para mi había llegado el día para ir de compras. Iba a ir por el famoso vestido de novia. 

Primero pasaría a la comunidad árabe, para comprar un vestido tradicional, me gustaba la idea, de casarme de acuerdo a las costumbres de mi padre, de su familia, de esa familia que teníamos y que al menos yo jamás había visto. Pero parte de mis raíces eran esas y me gustaban, las amaba. Había aprendido a 

Pero en el fondo el vestido que de verdad me emocionaba comprar era el otro vestido de novia. Quería uno con una cola muy larga y su velo, siempre había soñado con casarme con uno de esos, quería sentirme una princesa de esos cuentos de hada, o de aquellas novelas que terminaban con una boda bonita en un jardín y al lado del hombre que amaban. Sentirme como una princesa que encuentran el amor, y tienen una bonita historia.

Al llegar a la comunidad y después de varios vestidos al fin me había convencido uno, después de todo ese no era el que me hacía tanta ilusión, aunque todos eran bellos y llenos de montones de detalles dignos de una novia. Vestidos bellos con hilos plateados y dorados.
Salí pronto de ahí, al fin iba a ver el qué de verdad me hacía emocionar. Un vestido de novia a la usanza europea y latina, y a Gian también le hacía más ilusión una boda estilo europeo. Una boda católica, tanto ellos como yo compartíamos eso pues sus raíces italianas también eran fuertes. Creo que casarse con un europeo que había llegado a Líbano tenía sus ventajas. Por ello la misa se iba a celebrar primero, es decir primero usaría uno de esos vestidos largos.

Visité varias tiendas pero ninguno me terminaba por convencer, así justo cuando habíamos llegado a una de las últimas tiendas. Lo ví, vi el vestido que me enamoró a primera vista, así que con emoción entré y lo pedí, para que me pasaran al probador. Era un vestido tal cual como había soñado. La señorita me ayudó a ponerme el vestido, luego de algunos ajustes y acomodarlo por aquí y por allá, la señorita, dijo que estaba lista para salir.

Abrió la puerta y caminé hacia un espejo grande, me subí a un pequeño escalón en medio del espejo y volteé la mirada hacia arriba.
Ahí estaba, era una novia, con un hermoso vestido puesto, con un velo unido a una tiara. Me inundó una emoción indescriptible, que jamás había sentido. ¡Ya estaba! ¡Me iba a casar!

—No puedo creer, que me vaya a casar, a esta edad! ¡Yo, que siempre dije que sería una locura! Y ahora me voy a casar con Gianluca.

Lo cierto es que ya no tengo miedo, al contrario, creo que me enamoré. Yo me enamoré.

— ¡Pero hermana! ¡Serás una hermosa novia!—Dijo mi hermana con lágrimas en los ojos.

—¡Mi pequeña! ¡Te ves hermosa!—Dijo mi mamá al borde de las lágrimas.

— Oh, mamá, no llores, prometo que vendré a verlos, Gian me ha prometido que en cuanto sea seguro viajar, él vendrá y conocerá mi hogar, mi país.

—Pero ya no será lo mismo. Aunque me da gusto por ti. Puedo ver tu emoción. Algo que solo una novia enamorada siente ¿Te has enamorado de él, no es así?—Mi madre me conocía tan bien.

— Sí mamá. Él me ha ensañado un amor, más allá de lo físico, de la distancia.
Y aunque parezca una locura, me he enamorado de alguien a quien no conozco.—Le confesé, quizás era una locura, pero se sentía real, sentía algo por aquel extraño que me mandaba cartas.

Compré el vestido y todo lo que se necesitaba,al llegar a casa, me quedé en mi cuarto sola, admirando aquellos dos vestidos de novia, que estaban listos para mí, para la novia que estaba a punto de casarse con un perfecto desconocido que la había conquistado con cartas. Del otro lado empezaba a guardar mis cosas en maletas, me llevaría lo necesaria pues los vestidos ocuparían bastante.

—-Quién iba a imaginar que me iría a casar con Gianluca, casi sin poner un pero. Quisiera estar entre sus brazos. En este momento. Lo que si me duele es dejar mi hogar, mi país. Pero pronto tendré una nueva vida, un nuevo hogar. Y Gian también aseguraría el bienestar de la suya.

Las cartas siguieron, no podíamos negar y demostrarnos el amor, o aquel sentimiento que había nacido entre los dos. Un relación forzada a distancia, un matrimonio arreglado, pero que tenía esperanza, que podía tener un futuro en el que el amor fuera una realidad, al menos eso era lo que Gian y yo queríamos creer, en lo que preferimos creer y a lo que nos aferrabamos. Al menos eso era mejor que pensar en la posibilidad de un matrimonio infeliz.


Tampoco nos interesaba seguir negando la posibilidad de ese sentimiento, aunque no hablábamos de ello estaba claro e iba implícito en cada carta, en cada párrafo, en cada palabra, quizás era solo una ilusión, pero había nacido algo entre nosotros.

 Pasaron los días, convirtiéndose en semanas y las semanas, pronto se convertirían en el mes que faltaba para que dejara la vida que hasta ahora conocía, para pasar a ser la Sra. Ginoble. Gian a veces me platicaba sobre las frases o partes favoritas del libro que le había regalado. Yo le contaba de los vestidos de novia, al igual que él de su traje y lo que usaría en la boda.

Cuando faltaba un poco más de una semana recibí una carta de Gianluca.
Una carta que marcaría el principio de esta historia de amor, sería una de las más especiales.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora