Mentiras a Medias

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— Alaia, ¿Has pensado en .... volver a enamorarte?

—Tío Issam, por favor, no quiero hablar de eso.

— Pero es necesario, Alaia, hija. Porque eso eres ahora, eres como mi hija. Por eso me tomo el atrevimiento de velar por tu bienestar, y llamarte hija.

—No tengo deseos de casarme, es todo. En mi hogar, o lo que fue mi hogar no pensaba casarme tan joven.

—Varias veces me han pedido tu mano, y las mismas veces yo no he aceptado, por que sé que lo que pasó, no fue nada fácil para ti. Pero también creo que debes darte una nueva oportunidad.

Así que había hombres interesados en mí, bueno tampoco me interesaba quedarme aquí, todo este tiempo habíamos querido regresar a casa, pero las fronteras estaban prácticamente cerradas, o sino había riesgo de que algo pasara si salías, se decía que derribaban o mataban a cualquiera que tratara de cruzar las fronteras. 

— Tío no me creo capaz de amar y sabes que queremos regresar a casa. Además nunca podré amar, como me enseñó a amar Gian.

—No te has puesto a pensar que a lo mejor vives enamorada de un.... Un fantasma, de una ilusión.— Interrumpió mi tía Yassira.

—No es así, yo me enamoré de alguien que existe, de alguien que me ama.

—No me había puesto a pensar en la posibilidad de que mis tíos tratarían de casarme, y no quería hacerlo, no perdía la esperanza de que Gian algún día regresara, aun estaba esa esperanza en el fondo de mi corazón. No quería pensar en hacer mi vida con alguien más.

—Hay muchas personas que te quieren Alaia, que se preocupan por ti.

—En ese instante Ignazio, entró por la puerta principal, él se había vuelto mi apoyo, mi mejor amigo.

—¿No interrumpo nada? O ... mejor vuelvo más tarde

—No Nazio, no interrumpes nada. ¡Ven, quiero enseñarte algo!

Ignazio, interrumpió el interrogatorio de mis tíos, me salvaba una vez más. Aunque a mi tío no le pareció. Llevé a Ignazio, al patio de atrás para enseñarle mi nuevo proyecto: Ahora estaba haciendo un poco de jardinería.

—Alaia ¿Pasa algo?

Nazio había aprendido a conocerme, y a saber cuando algo me ocurría, y era al único que podía contarle todo, pues el me entendía. Porque mi hermana siempre se había dejado llevar más por nuestra cultura. Y así sin preámbulos le dije lo que mis tíos planeaban. Así que ella me diría que mis tíos sabían lo que hacían que solo tenía que obedecer.

—Mis tíos quieren que me case.

 —¡¿Qué!? Pero... tú... Gian.... ¿Acaso ya lo olvidaste?

—No le sé Nazio, de verdad que no lo sé. ¿Sabes? Últimamente todo se me ha hecho confuso. Ya no sé lo que siento, si fue real o no. Y por otra parte me siento culpable, por qué siento que traicionaría el amor de Gian. Y otras veces recuerdo las palabras de Gian, sobre dejarme en libertad luego simplemente pierdo la esperanza de que Gian siga con vida.

No pude evitarlo, y deje que unas lágrimas asomaran por mis ojos.

—¿Y que piensas hacer?

—No lo sé, pero estoy segura que ahora que sacaron ese tema, mis tíos no me dejarán en paz hasta que me casé. Por otra parte ahora que he vivido aquí, no quiero casarme con nadie de aquí. Y soy capaz de todo para no casarme con nadie.

—¿Con nadie? Pero Gian de cierta forma era de aquí.

—Bueno ustedes son diferentes, ustedes al igual que yo crecieron con dos culturas a la vez, lo que les permite ver otras cosas.

—Creo que había hablado demasiado rápido, pera eran cosas que sentía, que me confundían. Y luego de unos instantes de silencio. Cambié el tema.

—Cambiando de tema. ¿Saben algo de.....?

No pude decir su nombre, ya que lo había dicho ya muchas veces.

—No, no sabemos donde está, ni han podido hacer nada. Pero Zahra está sufriendo mucho.

—¡Esa bruja! ¿Sufriendo? ¡Qué va a sufrir! Si ella lo causó todo.

—Aunque no lo creas, está arrepentida, apenas sí duerme, pensando en sí Gian está vivo o no. Además por lo que sé  pronto se casará.

—¿En serio? Pero no que tanto amaba, digo por algo hizo todo lo que hizo, no creo que deje las cosas así. Al menos que ya lo de por muerto.

Dije con algo de tristeza. 

—Bueno, su padre no sabe nada de lo que pasó, solo lo sabemos , tú, Piero y yo.
Y su padre ya arreglo el matrimonio. Que será su peor castigo.

—¡Eso sí!¡Se me acaba de ocurrir una idea!

—Sea lo que sea, siento que no me va a gustar.— Dijo Ignazio, esperando a ver que idea se me ocurría esta vez.

—¡Claro! Es perfecto. Así mis tíos no me dejarán casarme.

—¿Qué es perfecto?— Ahora lo dijo con algo de temor.

—Casarme contigo.

—En cuanto dije esto, Nazio se puso pálido y enmudeció.

—¿Acaso enloqueciste? Además yo no me casaría contigo.

—A pesar de que yo no lo decía literalmente, la verdad nunca pensé que oír eso en boca de Ignazio, me dolería tanto. Algo en mí estaba dolido, y no sabía exactamente que era. Mi orgullo tal vez.

—Me refiero a que le hagamos creer a mis tíos que nos queremos casar. Mis tíos me dijeron que nunca me dejarían casar con alguno de ustedes, después de lo sucedido. Además tampoco les gustaría emparentar con unos europeos. Mis padres claro piensan diferentes, pero ahora quien esta a cargo de mí es mi tío.
Pero ese no es el punto, yo me encaprichare con la idea, ellos se negarán y me dirán que mejor me quede para vestir santos.

—¡No! No me pidas que te ayude con esto. ¿Perdiste la razón, Alaia?

—Le prometiste a Gian que cuidarías de mí. ¡Por favor!

A Ignazio, no le había parecido la idea, se puso pensativo, luego de unos minutos de silencio, decidió hablarme.

—Esto se puede salir de nuestras manos Alaia. –Dijo Ignazio, en tono muy serio.
Pero tienes razón. Yo le prometí a Gian que cuidaría de ti. Y creo que esa parte incluía cuidarte de ti misma. Además, tienes que estar consiente que si algo sale mal, será una gran deshonra para tu familia.

—Lo sé,  por eso solo lo usaremos, como último recurso.

—Está bien. Pero en serio, no pienso casarme con mi hermana ¿Eh?

—Nazio se fue, y luego el resto del día lo dediqué a mis labores. Ya por la noche no podía dejar de pensar en lo que Nazio había dicho, sobre que nunca se casaría conmigo. Sus palabras me habían dolido.
Y por otra parte jamás se me había ocurrido la idea de casarme, con alguien más.
Pero definitivamente, tal vez si tenía que hacerlo, lo haría con Nazio.

—De verdad Nazio tiene razón, estoy enloqueciendo.  

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