Un trato

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Pasaron unos días y se hablaba de que al fin se estaba negociando la paz, y con esto el correo se abrió al igual que las fronteras. Al menos ya había más posibilidades de comunicación.

Mis padres no tardaron mucho en escribir, fue cuando mi hermana recibió una carta de mis padres, que incluían unas visas diplomáticas para que nosotros al fin de dos años y medio, pudiéramos salir de Líbano.
Algo en mi se removió, por una parte estaba feliz de poder regresar a casa, pero por otra parte, no quería dejar Líbano, no quería alejarme aun más de la pequeña posibilidad que había de verlo aunque sea una vez. No quería renunciar pero tal vez era hora de enfrentar la realidad.

Mis tíos nos compraron unos boletos para ir de regreso con ellos.
Empezamos a empacar. Moría por ver a mi papá y a mi mamá. Por regresar a mi país, al lugar donde nací. Pero me dolía dejar todo lo que Líbano significaba para mí.
Un día antes recibí la visita de Nazio. Quien había ido a despedirse de mí, pues le había escrito contándole las noticias.

—Prometo, que te visitaré pronto Alaia. Además también te traje el libro que me prestaste.

—¡Mi libro! ¿Te gustó?

—Si, sobre todo un verso que viene citado ahí...

—¿Cuál?

Nazio empezó a recitar un verso.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el sol se esconda
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños.

—Mario Benedetti. ¿Qué curioso? Alguna vez Gian, mencionó ese mismo párrafo.

—¿Estas dispuesta a luchar por él, todavía?

—No lo sé.— Dije dudosa, y era verdad. Por una parte estaba cansada de esperar y llorar. Debía de hacer algo. Pero seguía amando a Gian, lo único que sabía es que no podía seguir solo esperando, necesitaba moverme y quizá lo mejor era regresar a casa.

—Sé que la última vez que hablamos, no me porte muy bien contigo Alaia. Eres una mujer increíble, y mereces ser feliz.

—¿Por qué me estas diciendo esto?

—Bueno, yo me iré de viaje un año. Y sé que tú no quieres casarte. Pero quiero ofrecerte que luches una última batalla Alaia.
Te ofrezco un trato.

—Lo miré intrigada, tratando de descifrar lo que Nazio tenía planeado. Aunque un rayo de esperanza, podía ver al fin.

—Puedes decirles a tus tíos y a tus padres que tienes que regresar a casarte conmigo.
Y así yo te doy un año, para que busques a Gian. Si al término de este tiempo, no lo encuentras. Entonces, yo me casaré contigo Alaia. Y así no deshonraras a tu familia, y cuidare de ti, como le prometí a Gian.

—Aunque lo último, lo dijo en un tono serio, con resignación. Pero tenía sentido.
Mis padres jamás me dejarían regresar a Líbano de otra forma. Y si intentaba algo más, deshonraría a la familia. Ignazio me había ofrecido un plan perfecto. Además la idea de casarme con él, no me parecía tan loca. De hecho tal vez si Gian, no hubiera sido mi prometido, claramente Vito, me había dicho que Nazio, tendría su lugar ahora.

—Está bien, acepto.

—Ignazio inhaló profundo, y luego me abrazo en señal de haber sellado un pacto. Con un tono severo me dijo, una última cosa.

—Alaia, tienes un año. Y lucha por tu amor. No desperdicies la oportunidad que te doy. Y tampoco hagas en vano nuestros sacrificios.

—¿Por qué haces esto? Nazio

—Tal vez, por que sé cuando se debe luchar por un amor. Cuando un amor vale la pena, y que es tan grande, que no se puede negar. Cuando un amor merece la lucha, las caídas e incluso las lágrimas derramadas. Cuando el amor es tan grande que las almas se reconocerían en cualquier lugar. Sé que es amar a alguien y no poder olvidarlo, aunque las circunstancias están en contra.

—¿Te has enamorado, así? Nazio

— Si Alaia, lo hice. Pero nuestro destino, es no estar juntos en esta vida. Luchamos los dos por nuestro amor pero aun así fracasamos. Pero nuestras almas algún día se encontrarán de nuevo. Espero que eso suceda.

Y así una toda la noche antes de regresar. No pude dormir.
Sabía que si dejaba Líbano, tal vez no regresaría. Aunque Nazio, me había dado el prefecto pretexto para regresar, al menos una razón lo suficientemente poderosa, para que me dejaran hacerlo.
Aunque no pude evitar sacar de mi mente la posibilidad de ser la esposa de Nazio.
Pero Nazio no me amaba de esa forma de eso estaba segura. Nazio lo hacía más por compromiso ¿O, no?
Por otra parte ¿Qué era lo que Nazio, tenia que sacrificar?
Además no pude evitar sentir un poco de celos, al pensar en la mujer que amaba tanto Ignazio.

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