Sin Recuerdos

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Durante tres días y tres noches había cuidado de aquel joven, de aquel extraño que había quedado bajo mis cuidados después del ataque a la base que estaba cercana a nosotros, la guerra prácticamente había acabado, supongo que a veces la suerte no estaba del lado de algunos. Mientras lo cuidaba pensaba en que alguien cuidara de mi prometido, y que también ese joven era hijo de alguien, tenía una familia que lo esperaba, por ello me esmeraba en atenderlos, para que regresaran a casa con sus familia.

Era un hombre atractivo en verdad. Su piel era levemente tostada, y a pesar de ser un soldado, su piel se mantenía tersa, aunque sus manos parecían haber trabajado bastante en los últimos años, quizá él llevaba casi toda la guerra en el frente.

Todas las noches acudía a bajarle la fiebre que lo aquejaba, no estaba consciente, desde su llegada tenía fiebre, tal vez debido a la infección de una herida, aunque no podíamos hacer mucho, no es cómo que tuviéramos todo el equipo para atenderlos, eso sin contar que estábamos saturados, había demasiados heridos. Solo podía darle antibióticos, y bajar la fiebre, pues los medicamentos que usábamos casi estaban por agotarse, esperábamos que pronto llegaran con mas pero estaban más ocupados en consolidar la paz.

Aquel joven era un hombre alto, con músculos torneados y marcados. Además de un pelo oscuro ondulado que hacia un perfecto conjunto con su piel y sus facciones.

Aquel hombre despertó en mí una gran curiosidad, pues en sus delirios el luchaba contra sí mismo, contra los actos que había cometido, parecía atormentado y herido. Creo que lo que había hecho en la guerra lo atormentaba. No podía imaginar las cosas que había visto o hecho, supongo que al menos estaba con vida y que no habías salido herido de algo con gravedad.

—Creo que en eso nos parecemos un poco. Ambos tenemos nuestras luchas.— Le dije mientras bajaba su fiebre con un paño mojado.

Así luego de la tercera noche en vela, fui a darme un baño y reportar el estado de mi paciente, de quien no sabíamos nada, pues su uniforme con su nombre habían quedado destrozados prácticamente.

Luego volví a cambiar las curaciones de su brazo y de su cabeza. Mientras le cambiaba el vendaje de su brazo, aquel hombre parecía que estaba reaccionando.
Se empezó a mover y luego poco a poco abrió sus ojos. Y me miró.

Aquel hombre tenía una mirada penetrante, seductora, cautivadora. Sus pestañas gruesas y obscuras enmarcaban a la perfección sus ojos aceitunados. Unos ojos que me impresionaron, tenia una mirada realmente cautivadora.

Me miró por unos instantes, y luego se quejó de un dolor que tenía en la cabeza.
Rápidamente dejé unos instantes su brazo y revisé el vendaje de la cabeza.
Aquel hombre hablaba bien el árabe, pero se alcanzaba a distinguir un acento particular.

Me preguntó, cuánto tiempo había estado inconsciente, a lo que contesté que había llegado hace unos 4 días, y que su compañero, que lo había salvado, no sobrevivió.

Pero mientras le contaba lo sucedido, él tenía el rostro desencajado, y la mirada ida.

—¿Ocurre algo?-Le pregunté.

Después de un silencio incomodo, me dijo, finalmente.

—No recuerdo nada, de lo que pasó. No recuerdo quién soy.— Dijo realmente preocupado y hasta quizá asustado.

—Debe ser por el golpe que recibiste en la cabeza, pero tus recuerdos volverán.— Le contesté para calmarlo, pues recién había despertado y en realidad no había forma para saber si sus recuerdos volverían o no, necesitaba una revisión más especializada para darnos una idea, y evidentemente eso no era una opción en el pequeño campamento médico que teníamos, bueno pequeño no era del todo por la cantidad de pacientes, pero solo contábamos con lo básico.

—¿Y si no vuelven?— Lo dijo como si fuese alguna condena.

—Te puedo ayudar, si quieres a investigar, puedo traerte tus cosas, aunque no servirán de mucho, tu uniforme quedó desecho y tu nombre ilegible. Pero en este momento, necesitó terminar de cambiar las curaciones. ¿Podrías dejarme terminar de. hacerte bien las curaciones? Prometo que después te ayudaré a ver que podemos hacer para encontrar a tu familia.

Algo en él me inspiraba ganas de cuidarlo, de ayudarlo. Así que aunque no era parte de mis deberes en realidad quería ayudar a ese joven, tal vez porque me recordaba a Gian. Se sentía familiar.

Con mucha ternura esta vez, limpié sus heridas y comencé a vendar de nuevo.
Está vez podía sentir el calor que emanaba de él, y me nacieron unos deseo enormes de arrojarme a sus brazos.  Aunque traté de justificarlo, diciéndome a mí misma que solo era porque lo veía indefenso, y necesitado de ayuda. Pero no debía involucrarme demasiado.

Casi estaba por terminar y yo iba a levantarme, cuando sentí una mano que se aferraba a la mía.

—No me dejes, por favor. Sé que es extraño... que ni siquiera se tu nombre, pero confió en ti. Y yo ni siquiera sé quién soy. Tengo miedo.—Dijo finalmente

A la vez que sujetaba mi mano, pude ver como los músculos de su dorso, se marcaban.
Luego vi esos ojos, esa mirada que había despertado algo desconocido en mí.

—Tranquilo, volveré. Iré por agua y algo para que comas, para que te recuperes pronto.—Le dije.

Me soltó con algo de resignación y yo me dispuse a recoger todo lo que había ocupado para sus curaciones, pero una última pregunta surgió de él.

—¿Cómo te llamas?—Me preguntó.

No sabía que contestarle, pues algo en mi quería decirle mi verdadero nombre, pero no quería que mis tíos pudieran encontrarme. Por ello había cambiado mi nombre, no quería ser encontrada antes de poder investigar sobre Gian, aunque no había muchos avances, en realidad desde mi llegada no había podido obtener ninguna información útil.

—Todos aquí me llaman Lyla.—

Me fui, y preparé una charola, con alimentos y agua.  Además de fui por sus cosas, para que las viera. Al regresar, pude ver que su mirada refleja tristeza, incertidumbre.
Y yo terminé el silencio.

—Te traje tus cosas. Pero no creo que sea de mucha ayuda. Pero primero, tienes que comer algo.

Él sonrió, y luego quiso tomar el vaso, pero casi se le cayó en el intento.

—Déjame ayudarte.

—No debo de hacerlo solo, puedo hacerlo solo.— Me contestó. Creo que más bien era cuestión de orgullo, pero tenía que tomar en cuenta que había pasado algunos días sin comer.

—Me dijiste, que no te dejará solo, que te ayudará. Bueno pues déjame hacerlo.— Le contesté.

Con poco entusiasmo, me dejo darle de comer. Era algo que jamás esperaba hacer, pero lo hacía con gusto, yo quería ayudarlo de verdad. Para tratar de hacerlo sentir mejor y que no cayera en las desesperación le expliqué la razón de su debilidad física.

—Es normal, tu cuerpo se está recuperando y tú no has ingerido alimentos, seguro eso también bajó tu azúcar, y además tienes un buen golpe en la cabeza lo que seguro te hace sentir desorientado. Pero pronto y cuando comas te irás sintiendo mejor y recuperaras la fuerza.

Aquel hombre solo me vió y asintió pero se veía algo más tranquilo.

De vez en cuando, sentía su mirada paseándose por mí. Por mi rostro, por mis gestos, y por cada acción de mi parte. Una mirada que me ponía nerviosa, tanto que volteé el vaso de agua sobre su abdomen.

—Perdón. De verdad, lo siento.No me di cuenta.—le dije, disculpándome.
Aunque esperaba algún reproche, no lo hubo, sin en cambio, fui por un toalla seca, y luego con cuidado, empecé a secar el agua derramada en su abdomen. Podía sentir su respiración.

—No te preocupes, está bien.— Me contesto, con tranquilidad.

Casi acababa de terminar, cuando me incorporé y vi de nuevo esos ojos. Esos ojos que me miraban, me desnudaban y me enamoraban, no podía negar que ese hombre me atraía, algo que hace mucho no sentía por un hombre.  

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