Mi última carta, mi declaración de amor

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 Abrí la carta, con extremo cuidado. Sentía que era una prueba de nuestro amor, por lo tanto era un tesoro para mí. Y si no era amor, al menos era la prueba de esa historia que quizás nadie iba a creer, pero que en algún momento podía contárselo a mis nietos, en muchos, muchos años. 

 Al abrirla sentí un olor amaderado. Tenía impregnado su aroma, su perfume. Esta vez el papel era diferente, era un papel fino y suave. El papel tenía fibras de algodón, además de que Gian había usado tinta para escribir. Era una forma de decirme que esta tenía un significado especial, por lo que mi corazón latió aceleradamente. Y sentí un leve temblor en mis manos. Estaba tan nerviosa.

Al abrirla pude ver que Gianluca había usado una letra diferente para esta carta. Definitivamente era especial, también pude notar que venía escrito en letra cursiva un párrafo, que además estaba centrado.

Duda que sean fuego las estrellas.Duda que el sol se mueva.Duda que la verdad sea mentira.Pero no dudes jamás de que te amo.

Alaira:

Con estas palabras de William Shakespeare, quiero empezar esta carta que más bien será una declaración de amor.

Al terminar de leer el libro, no pude quitar de mi cabeza estas líneas, pues describen perfectamente lo que has llegado a despertar en mí.

Ahora me doy cuenta que:
Amo a una mujer que no conozco, y aun así, sé que existe.
Le entregue mi corazón, aún sin siquiera, tener la intención de hacerlo.
Me has hecho tuyo. En ti encontré un amor que supera las barreras del tiempo, de nuestros cuerpos físicos, de la distancia, aún de nuestras propias creencias y costumbres.
Nuestro amor es de corazón a corazón. De alma a alma.
Nuestro amor es como el viento, invisible a nuestros ojos. Pero lo sentimos, nos hace estremecer y sabemos que existe.


Por eso a pesar de que nuestro matrimonio es un hecho, yo Gianluca Ginoble, te hago una promesa de amor, de que serás la única mujer en mi vida.
Y por eso me atrevo a preguntarte con el corazón. Alaira ¿Quieres ser mi esposa?


Con estas palabras, ahora sí será una promesa, un compromiso entre los dos. Entre estos amantes que el destino ha juntado, y que han dejado de ser los futuros esposos desconocidos.
Nuestra historia que empezó como una obligación, un simple acuerdo por intereses, se ha convertido en una historia de amor.
Creo que esta será la última carta que te envíe, pues calculo que faltará menos de una semana para encontrarnos, pues nuestras almas, ya lo han hecho.
Solo queda el tiempo suficiente para una carta más.
Una carta más, que será tu contestación a mi pregunta. Espero que sea un sí.
Estaré esperándola.
Tú prometido.

Gianluca

Terminé de leer la carta. No podía respirar, me faltaba el aire, pues la felicidad era tan grande que no cabía en mi pecho. Sentía que mi corazón latía tan fuerte como le era posible. Y lo único que quería hacer, era gritar a los siete vientos que sí quería ser su esposa. Que lo amaba. Y que me pedía algo que ya le pertenecía.
De pronto sentí unas gotas recorriendo mis mejillas. Eran lágrimas.
Gianluca me había hecho estremecer y emocionar hasta llorar de alegría.

—Creo que Romeo, le ha quedado corto a Gianluca.— Dije con la voz entrecortada por la emoción.

—¿De verdad es real?— Me pregunté a mí misma, después de casi dos meses de estarnos escribiendo cartas.

Volví a leer la carta un par de veces más, tratando de asimilar lo que estaba escrito, tratando de ver si era algún sueño.

¡Pero no! ¡Era real! ¡Gianluca era real! Y lo más importante. En unos días sería mi esposo. Yo sería suya.
Dejaría de ser solo Alaira para pasar a ser: la Sra. Ginoble.

No pude contenerme y me eché a llorar. Mi hermana oyó mis sollozos y se preocupo por mí.
Asustada, me exigió que abriera la puerta, apenas si podía dar un paso, pues todavía estaba bajo un extraño efecto que Gianluca había provocado en mí.
De pronto por mi cabeza pasaron varios pensamientos:
¡Por Alá! Si con tan solo sus palabras me hace temblar, ¿Cómo será? Cuando lo tenga cerca.
Cuando este entre sus brazos, respirando su aliento. Que pronuncie con su labios mi nombre.

Que al fin conozca personalmente al hombre detrás de las cartas.

Había tanto sentimientos, la emoción era demasiada que sentía que no me cabía en el pecho, y sí, solo quedaba tiempo para una carta más, para contestarle la propuesta de matrimonio que me había hecho.

Quizá era cierto que el destino nos había juntado de la forma mas increíble, el destino encuentra la forma, aquí hay un dicho que dicen mucho, matrimonio y mortaja del cielo bajan. Y era cierto que Alá había hecho que nuestros destinos se encontraran para ser uno.

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