Unas horas

17 2 0
                                    

Llegué al yate, y entonces empezaron las preguntas.

— ¿Y, entonces hay boda o no?— Preguntó Piero.

—¡Que, gracioso!— Contesté.

—¿Pero que te contesto? ¡Di algo, Gian!

Al final, les había platicado a los dos sobre, mi última carta para Alaia, de ahí la importancia de la carta que casi estuvo a punto de caer en las manos equivocadas.
Y obviamente, tenían curiosidad, por saber.

—Bueno. Ella... ¡ella dijo que sí!

— ¡Entonces brindemos!— Dijo Piero mientras alzaba la copa de vino.

— Espero que ganemos una hermana, ¡eh!— Dijo Ignazio a la vez que chocaba conmigo su copa.

—¡Estoy seguro, que sí!

—¡Tú, eres el primero, que hará que la familia crezca!— Escuché que decía Piero.

—¡Sí, quién lo diría! El más pequeño, de nosotros, y el primero en casarse.— Molestaba Ignazio.

— ¿Cómo que pequeño?— Les preguntaba mientras les lanzaba una mirada amenazadora.

—¡Pues, sí, es cierto!— Contestó Piero.

—Bueno, bueno. No puedes quejarte, tus hijos, tendrán unos excelentes tíos.— Siguió Ignazio.

—¡Pero , qué cosas dicen!

—¡Solo la verdad!— Dijo Ignazio mirando con complicidad a Piero, pues ambos seguro que consentirían a mis hijos, o los hijos que en un futuro tendríamos.

Todavía nos quedamos un rato, hasta que ya era bastante tarde y tuvimos que regresar, a mi casa.

—¡Vamos! ¡Es hora de regresar! Tenemos que dejar al novio sano y salvo, como le prometimos a su mamá. — Piero era ahora quién nos apuraba.

— Además, de que si no llega el novio, también, ahora, tendremos que rendir cuentas a la novia! Dijo Ignazio riendo.

Al llegar a casa, y cruzar por el jardín, pude ver como había quedado arreglados los jardines. Estaban más arreglados al estilo europeo, pero eso me había fascinado. En realidad esa boda era la que más me emocionaba, mi parte italiana estaba feliz.

El jardín estaba lleno de manteles blancos, copas finas, y una iluminación muy hermosa que se podía apreciar a esta hora.

Mi madre tenía un excelente gusto, y todo había quedado perfecto. Había hecho bien dejarle el tema de la organización a ella.

Al llegar ella, ya me estaba esperando.

—¡Y bien! ¡Gianluca, qué hora es esa de llegar!

—¡Lo sé! Perdón pero...— mi mamá no me dejo terminar.

—Es un poco temprano, ¿no crees? Cambiando de tema. ¿Te gustó, como ha quedado el jardín, para mañana?

—¿Que si me ha gustado? ¡Me ha encantado! Es muy hermoso.
— ¡Obvio! Todo lo organicé yo.

—Por eso, te adoro, mamá.— Le di un beso en la frente.

—No puedo creer, que mañana te vayas a casar.

Luego, interrumpieron los chicos. Piero habló primero.

—Lamento, interrumpir el momento emotivo, pero tengo que regresar a casa.

— Y yo, bueno, quisiera quedarme esta noche con Gian. 

—¡Claro! ¡Estás en tu casa Ignazio! Ya sabes cuál es tu cuarto.

Ignazio y Piero, varias veces se habían quedado a dormir en mi casa, y yo en la de ellos. Literalmente cada uno tenía un cuarto en las casa del otro.

Después de charlar un rato con mi mamá me fui a dormir.
Bueno, al menos eso intentaba, pero no podía dormir de la emoción y de tantos pensamientos que invadían mi cabeza, y así me sorprendió el alba.

Al fin había llegado el día.
Alaia, llegaría hoy por la mañana, llegaría en unas horas.

¡Solo unas horas Alaia! Solo unas horas y serás mi esposa.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora