Una mirada

32 2 0
                                    

  *En casa de Piero*

—¿Qué le dijiste? ¡¿Qué?! Y te has puesto a pensar en que tal vez la confundas.

Gritaba Piero, sin dar crédito a lo que le acaban de contar.

—Tal vez suceda al principio, pero su amor por Gian es verdadero. Solo necesitaba un pequeño empujón.

—¡Pero ni siquiera la amas! ¿O acaso te enamoraste de ella?

—Claro que no Piero, sabes de quien estoy enamorado. Ella es como mi hermana. ¡Es mi hermana! Y por eso me dolía verla sufrir.

—Bueno en eso tienes razón. ¿Pero que pasará si algo sale mal?

—Ella solo estaba dudando, y es normal, sus tíos la presionan mucho, y tiene muchas dudas, sobre todo ahora que se regresa a su país. Además si se iba así, sus padres nunca la dejarían regresar. Por otra parte estoy seguro, que encontrará a Gian. Y por mi cuenta corre, que esos dos se casen.

—Lo haces... por ella ¿Verdad?

—No quiero que ellos sufran, lo que yo sufrí Piero. ¿Y que hay de ti? Te he visto muy interesado en Camila.

—Creo que me enamoré de ella. Y parece que ella también me corresponde. Así que pronto, le pediré que se case conmigo.

*Unos días después*

Todo estaba listo, mi cabeza estaba llena de ideas de pensamientos.
Vocearon nuestro vuelo. Estaba a punto de pasar aduana pero entonces sentí una angustia, no podía irme, no así.
Entonces sin pensarlo, solo obedeciendo a mi corazón.

—¡No puedo!

—Mi hermana se sorprendió y trato de convencerme. Pero no escuchaba razones. La única forma de convencerlos era diciéndoles una mentira.

—Me voy a casar con Ignazio

—Mis tíos y mi hermana, se quedaron sorprendidos, pero no me importó. Era el momento perfecto para huir. Me salí de la fila y corrí hasta la salida. No me importaba nada. Solo resonaban las palabras de Ignazio en mi cabeza, alentándome para luchar por Gian.
Y ahora lo único claro que tenía, era que amaba a Gianluca. Y que como decía Ignazio, valía la pena luchar por él. Entonces mi hermana me jaló y mirándome a los ojos con lágrimas en el rostro. Me dijo algo, en forma de reproche.

—¡No mientas! Lo haces por él ¿No es así? Lo haces por Gianluca.— Dijo mi hermana molesta, casi gritando.

Solo me quedé callada. Pero al fin me armé de valor. Ignazio me había dado el valor de alguna manera.

—¡Así es! Lo hago por Gianluca. Porque lo amo. Y ahora me toca a mí luchar también por este amor Camila.

Camila, me soltó, ante la seguridad que había demostrado. Y así me fui sin más, sin ningún rumbo. Solo sabía que amaba a Gian. Y que nunca había dejado de hacerlo.

Decidida a dejar atrás todo, y de ir en busca de respuestas, no había subido a ese avión. Dejé la casa de mis tíos para que no pudieran encontrarme y me uní a las mujeres que se encargaban de cuidar a los heridos de la guerra.

Había aprendido con mi abuelo varias cosas de enfermería y medicamentos, pues el había sido doctor. Y sus enseñanzas las apliqué.

Era muy dura la realidad a la que me enfrentaba, pero ya no quería seguir sufriendo, ni lamentándome. Tenía que hacer algo.

Un día, bombardearon el pequeño fuerte que se encontraba un poco retirado de nosotros.
Llegaron pacientes nuevos, algunos heridos de muerte, y otros que podían decirse sobrevivientes.

Y así fue como aquella tarde llegó un joven que se quedaría bajo mi cuidado.

Al parecer solo tenía herido el brazo derecho, algunos rasguños aunque su uniforme se había desecho prácticamente, dejando ilegible su nombre.

Era un joven con facciones bien definidas, varonil. De pelo oscuro y ondulado. Le quité el uniforme y pude notar sus músculos bien marcados. Pero no parecía árabe, su piel era levemente tostada.

Durante tres días no despertó, yo me encargaba de cambiar las curaciones y de bajar la fiebre que lo aquejaba por las noches.

Al cuarto día acudí a cambiar sus curaciones, pero esta vez se movió, tardo en reaccionar un poco pero al fin abrió los ojos.

Aquel hombre tenía una mirada penetrante, parecía desnudar mi alma con una sola mirada.
Una mirada enmarcada por unas pestañas gruesas y oscuras, que hacían un perfecto conjunto con sus ojos aceitunados.
No podía evitar mirarlo también, era una mirada cautivadora, una mirada que me apresó instantáneamente, como si ya conociera a aquel hombre.  

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora