Sentimientos Encontrados

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Cuando estuve más calmada pude escuchar con mayor claridad lo que mi hermana estaba prácticamente gritándome, estaba preocupada por mí.
Como pude me levanté y abrí la puerta para que ella entrara. No sabía cuál era mi expresión. Sólo veía la expresión de mi hermana y me abalancé sobre ella para que me abrazara.

Ella me abrazó fuertemente, y luego con cariño acarició mi pelo.

—¿Qué sucede? ¿Acaso, pasó algo con Gian?—Me preguntó angustiada.

— ¡Si! Pasa que me enamoré de él. ¡Pasa que es un hombre extraordinario! ¡Pasa, que no hay palabras para describir lo que él me hace sentir! Y eso me da miedo, tengo miedo de que todo sea una ilusión. Porque creo que me estoy volviendo loca, o al menos eso deben de pensar ustedes...—  Le contesté.

MI hermana me sonrió con tanta dulzura e hizo que la mirara cuando con su mano bajó a mi barbilla e hizo que levantara el rostro hacia ella.

— Alaira,el amor... Nunca lo vamos a entender, y si tu dices que lo amas, lo creo. Hay muchas formas de amar, y de sentir amor. Llega de formas extrañas, cuando menos lo esperas, y aunque parece una locura amar, a alguien, también sería una locura no amar. Y creo que lo segundo es peor. Es más me siento celosa pero e buena forma. Adoro ver cómo tus ojos se iluminan y no puedes evitar sonreír al hablar de él. No puedo imaginar cómo te sientes pero verte feliz, enamorada. Puedo agradecerle que te haga feliz y si eres feliz así, no imagino cuando estés con él.

Me alejé un poco de mi hermana, y la vi fijamente. Tal vez ella tenía razón.

Mi hermana me miró tiernamente y secó mis lágrimas. Luego me deje guiar por ella, hasta mi cama. Dónde me cubrió con las cobijas y luego se recostó a mi lado. A veces me preguntaba qué sería de mí si mi hermana mayor no estuviera ahí conmigo, a mi lado.

De entre mi pijama saqué la carta medio arrugada de Gian y se la di a mi hermana.

— ¡Ten! Quiero que la leas, dime que no es solo mi imaginación.Que yo leí bien, y no leí algo que yo quería.—  Mi hermana tomó la carta y comenzó a leerla.

Después de unos momentos, pude ver su expresión, era una mezcla de ternura, confusión, y de incredulidad. Estaba emocionada.

—¿De verdad es real, este hombre? Ahora entiendo tu reacción. Si esta carta me dejó sin palabras, entiendo lo que pudo haber provocado en ti. ¿Por qué no me habías contado, que ustedes habían llegado a este punto?
—Bueno, es que, no lo sé, creo que era como mi pequeño secreto. Lo guardaba, con la esperanza, de que no fuera un sueño, que mi felicidad simplemente se desvaneciera. Creo que no quería que no quería que algo acabara con mi pequeña felicidad.


—Ahora cuéntamelo todo. ¡Todo!— Me exigió mi hermana emocionada.

Sonreí, ante la reacción de mi  hermana, pues pensaba que me podría decir loca o algo parecido. Le empecé a narrar lo de las cartas, incluso de la sorpresa que le había mandado con el Sr.Vito para su cumpleaños, y Camila sólo me escuchaba atentamente. 

Hasta que las dos nos quedamos dormidas en mi cama, muy tarde. Ahora me sentía mejor, ya que le había podido contar todo a mi hermana.

— ¿Te das cuenta? Esta es una de nuestras últimas noches juntas.—  Dijo Camila justo ante de quedarse dormida, arrastrando su palabras por el sueño.

—Aunque tú, ya no dormirás precisamente sola.— Continúo. A lo que le pegué ligeramente con el codo y ella dió un grito, y luego sonrió.

Me ruboricé, ante la sola idea. No había pensado en la noche de bodas. Aunque ahora ya no temía tanto a conocer a ese hombre, a ese prometido. Sabía que pasara lo que pasara Gianluca estaría ahí para mí. Y que juntos íbamos a encontrar la forma de hacer funcionar esta extraña relación.
Pero el solo hecho de pensar en esa noche especial, en probar sus besos, sentir su calor y su cuerpo junto al mío. Me hizo temblar y que una sensación desconocida de deseo recorriera todo por mi cuerpo.

El sol empezó a entrar por mi ventana, me levanté. Deje que mi hermana siguiera durmiendo. 

Iba caminando de puntitas, con papel y pluma en mi mano, hasta llegar a la puerta principal de mi casa. Iba a ser mi última carta, y necesitaba inspiración. Por eso decidí salir muy temprano a un parque que estaba muy cerca de mi casa.

Apenas empezaba a amanecer.

—Ésta hora será perfecta, necesito encontrar inspiración. Aunque no creo tener el mismo talento para escribir como Gian.—Ni siquiera había notado cuando dejé de llamarlo extraño y cuando empezó a ser Gianluca, y mucho menos cuando yo misma me tomaría el atrevimiento de llamarlo Gian.

Llegué pronto al parque, en el cual se encontraba un pequeño lago con algunos lirios y peces. Me senté en una banca, y comencé a escribir.

Después de unos torpes intentos y de algún tiempo, al fin había acabado.
Aunque me sentía todo una inexperta en la escritura. Lo único que se me ocurrió decir para disculparme a mí misma, era que lo había hecho con todo el corazón.

Cuando iba de regreso, pasé a la oficina de correos, que ya estaba abierta por suerte, y les dije que era para entrega inmediata.

Después de pasar a la oficina de correos regresé  a mi casa y todo el mundo estaba despierto. 
Me preguntaron que a dónde había ido, y les mentí a mis padres diciéndoles que había ido a caminar, a despedirme de mi hogar, y del parque que tanto me gustaba. Que quizás era una verdad a medias.
Subí a mi cuarto, y había solo un par de maletas, en mi tocador ya casi no había nada de mis objetos personales.
Solo llevaría un par de cosas, pues Gian me había dicho que muchas cosas iban a cambiar, y que si necesitaba algo más él podría mandar a traerlo. Lo más probable es que no necesitara nada, pues ahora él me daría todo lo que necesitara y quisiera. Que incluso habían empezado a comprar algunas cosas para el cuarto que sería nuestro.

La idea de dejar mi país para irme a casar y a vivir a otro país, antes hubiera sido impensable. Pero ahora  ya no podía esperar por qué el tiempo pasará rápido.
Los siguientes días, pedí desesperadamente que los días, las horas, los minutos y segundos, pasarán rápido.
Pero cada vez que miraba el reloj, las manecillas parecían detenerse al sentirse observadas.
Hasta que llegó al fin mi última noche en mi amado hogar y como lo esperaba no podía dormir. Di vueltas y vueltas en mi cama, pero sin poder conciliar el sueño.
Solo sentía mi corazón palpitar. Sentía una mezcla de sentimientos, emoción, nostalgia, miedo, inseguridad, amor, impaciencia.

¡Qué suplicio! ¡Qué suplicio estoy viviendo!

Sin más, convencida de que no podría dormir nunca, me levanté de mi cama, me dirigí hacia el cajón de mi escritorio y saqué las cartas de Gian.
Fui hacia la ventana corrediza de mi habitación y la corrí, para salir al balcón.
Me senté en el diván que se encontraba en la terraza. Recogí mis piernas y me recargue mi frente sobre mis rodillas.
Sin querer hacerlo empecé a llorar, estaba llorando. La luna era mi única compañía, y la única que podía verme. No entendía bien a que se debía ese sentimiento, era algo desconocido, sólo no podía entender esa sensación en el pecho pero también como si algo expandiera mi pecho, algo no tenía cabida en en mi corazón. Y a la vez estaba aterrada de dejar mi vida aquí, mi familia.

Toda la noche, la madrugada me la pasé volviendo a leer, todas las cartas.
Hasta que el rocío de la mañana empezó a caer, y vi como poco a poco el sol comenzaba a asomarse por el horizonte.
Entonces me recosté completamente y al fin mis párpados se dieron por vencidos.
Perdí la noción del tiempo y pronto me quedé dormida.  

Esperaba que esa última carta le hubiera llegada a tiempo, y esperaba que las cartas fueran suficientes para que nuestro matrimonio arreglado pudiera convertirse en algo más.

Que el amor pudiera nacer. Porque la otra posibilidad me aterraba, y no quería sentir ese miedo que me paralizaba.

Teníamos todo en contra, la distancia,  no conocernos, el que nuestro matrimonio fuera arreglado, una guerra.

Y aún así quería creer en que algo podía pasar. Quería creer que el amor lo podía todo y que él era el amor de mi vida, un amor que me haría cruzar un océano entero y miles de kilómetros para ir a su encuentro.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora