Yo no soy el hombre que tu amas

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No podía creer, lo que estaba pasando; todo por lo que había pasado para llegar aquí, y luego de todo lo sucedido, me encuentro con un hombre que me recibe de una forma un tanto, indiferente.

—¿Gianluca? ¿Qué es lo que pasa? ¿Cómo que no eres el hombre que yo amo?

Él tomo aire y empezó a hablar lentamente como si no supiera qué era lo que iba a decir.

—Así es, Alaia, yo no soy el hombre del que te enamoraste. Yo...

No lo dejé terminar, necesitaba aire, algo no andaba nada bien, y de eso estaba segura.
Un sentimiento de decepción invadió mi interior, y sentí un hueco enorme apoderándose de mi interior.
Así que salí a un balcón que estaba próximo. Necesitaba estar a solas con aquel hombre.
Luego me aferré a mi misma poniéndome una mano en el estómago, y recargándome en el barandal de aquel balcón. Era como si tratara de mantenerme en una sola pieza, sentía un dolo una punzada en el pecho y estaba a punto de llorar.

En seguida escuché como el salió tras de mi, y cerró la puerta, para que así solo quedáramos los dos, a solas.
Mientras yo trataba a toda costa de mantener mi orgullo y no dejar que las lágrimas salieran de mis ojos. Él comenzó a hablar.

—Alaia, la verdad es que no sé por dónde empezar. ¡No sé que decir!
Es que, si tan solo. ¡Si tan solo hubieras llegado unos momentos antes!

Después de tomar aire, y de unos minutos de incómodo silencio.

—Yo, Alaia yo no soy tu prometido, no soy Gianluca.

No podía creer lo que estaba escuchando, aunque por una parte eso fue un alivio; pues entonces todos mis malos pensamientos se habían esfumado, ¿O no? Pero entonces si él no era Gian, ¿En donde estaba él?

—Un momento, pero sí tú no eres Gianluca entonces ¿cómo sabes mi nombre? Y ¿Por qué tienes el dije que le di a Gian?

—Bueno, es que él me lo dio, junto con esto.

Dijo mientras sacaba una carta y me entregaba mi dije.

Tu: ¿Una carta? Pero sí, nos vamos a casar en unos instantes.

Aunque me apure a abrir la carta. Pero él no me dejo terminar. No estaba entendiendo nada, no tenía sentido lo que estaba pasando.

—Alaia espera, antes de que la leas, escúchame, por favor.

Aquel joven me tomó por el antebrazo, para evitar que abriera el sobre.

Tienes que saber algo, tienes que saber lo que pasó, y por qué razón la boda.
Tu boda...

—¿Mi boda? ¿Qué tiene mi boda?

Dije con desesperación, algo bueno no había pasado definitivamente.

—Que... Alaia no habrá boda. Tú y Gian no se van a casar.

—Me quedé congelada, mi mayor temor y a lo que tanto le tenía miedo, se había vuelto realidad.

Sentí entonces un ataque de pánico, un vacío. De nuevo me asomé por el balcón, aquel balcón desde, donde se veía una especie de lago. Mi corazón latía fuerte muy fuerte en mi pecho y dolía.

— Alaia, Gian te ama. ¡De verdad! Pero él no podía quedarse y aunque lo intentó, de verdad que lo intentó, él tenía que irse. Él se fue en contra de su voluntad. 

Aquel joven intentaba explicar lo que había pasado, estaba desesperado por explicarme pero lo que decía no tenía sentido. ¿Por qué si me amaba no estaba aquí?

—¡Que, me ama! ¿Cómo puedes decir que me ama? ¡Si me ha dejado sola! 

—¡Tenía que hacerlo! 

—¡Por favor! El día de su boda, que va a ser más importante! ¿Qué?— Le dije enojada, gritando.

—¡No es así! ¡Él se fue por ella! ¡Se fue por Zahra! No tuvo otra opción.

—¡Así que se fue con otra mujer! ¡Y todavía tiene el descaro de dejarme una carta!
Si no quería casarse entonces ¿para qué dejó que viniera hasta acá?¿Para qué arreglar esta casa? 

Decía mientras secaba mis lágrimas, y me acercaba a aquel hombre, reclamándole.

—Es, es un...

—¡No! ¡No me estoy explicando! Se fue por culpa de ella, Zahra logró separarlos.
Él te amaba, Gian la rechazó y ella no lo soportó, esa mujer, esa... Ella logró separarlos, porque no soportó la idea que fuera a casarse contigo.

—¡¿Esa mujer qué?!  Ah, ya entiendo, ya entendí, se casó con ella ¿no? Ésta es su boda.

—¡No!, eso es lo que ella hubiera querido, pero Gian se negó rotundamente, y por eso Zahra, ideó un plan para separarlos. Nadie sospechaba nada, e incluso los padres de Gian siguen sin saber qué fue lo que pasó. Tratan de contactar a alguien que sepa que fue lo que pasó y ver si lo pueden traer de vuelta.

— Pero lo que hizo Zahra solo lo sabemos Piero, Gianluca y yo.

No entendía nada. Lo único que había entendido, es que esa mujer, una mujer llamada Zahra me había separado de Gian, del amor de mi vida. Y ahora solo me quedaba una carta. De pronto sentí que la fuerza me había abandonado, sentí como si me hubiera roto por dentro. No sabía qué hacer. Me abracé llorando, a aquel joven, que era un desconocido para mi.

—¿Dónde está Gian?— Le pregunté.

—Zahra. Esa mujer lo mandó a la guerra.

Lo dijo con un poco de resentimiento y tristeza.

—¿A la guerra? Esa mujer, lo había mandado, a poner su vida en peligro, no quería ni decir la palabra, pero muy dentro de mí sabía que era una posibilidad. Sabía que esa posibilidad existía.
Y por eso, ya no pude contener más el llanto, así que lloré desconsoladamente, en brazos de aquel hombre.

Había llegado tarde muy tarde y ahora tal vez nunca iba a conocerlo, ni a mirarlo, quizá nunca hablaría con él. 

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