Fui a su encuentro aunque con desgana, la verdad me irritaba, me tenía fastidiado y Piero era la única razón para soportarla.
¿Zahra? ¿Que estará haciendo aquí? Mañana es la boda. Y esa niña no se da por vencida.
¡Uf! En fin. Tengo que ir a ver qué es lo que se le ofrece ahora. Pensé para mí mismo.
Les dije a mis padres que solo tardaría un momento. Y le di a Erny la bolsita donde se encontraba el anillo de compromiso, para Alaia.
Sabía que no era buena idea que Zahra se enterará de mi reciente adquisición para mi futura esposa.
Me dirigí hacia la sala de estar. Al entrar vi a Zahra de espalda recargada sobre la chimenea. Traía puesto un vestido negro que enmarcaba su esbelta figura y que también dejaba al descubierto su espalda, a través de su escote. Yo creo que me oyó entrar, pues en seguida prendió el fuego de la chimenea que se encontraba en la sala.
Se volteo lentamente y luego con unan sonrisa seductora se dirigió hacia mi.
—¿Sabes Gian? Hoy jugaré mi última carta. Sé que hoy es mi última oportunidad, para tenerte para mi sola. Y vengo por todo o nada.
Mientras se acercaba a mí y recorría con sus manos mi pecho, hecho que me molestó, pero después se acercó a susurrarme algo.
— Estoy dispuesta a entregarme a ti. Quiero ser tuya, tu mujer, tu esposa.
Fue lo que dijo para luego abalanzarse completamente sobre mí y besarme en el cuello.
Reaccioné tan rápido como pude, y la alejé. No quería ser tan brusco pero no iba a dejar que siguiera traspasando mis límites, menos ahora que Alaia estaba en camino para nuestra boda.
—¡Estas loca! Yo jamás podría querer a una mujer como tú. Y además mañana me voy a casar con la mujer que amo.
—¿Esa es tu última palabra Gianluca? Y ten cuidado con lo que contestes, porque un: no. ¡Ten por seguro que te va a costar muy caro!— Entiéndelo, yo jamás podría estar con alguien que no sea Alaia.
Además tú ni siquiera sabes que es el amor. Ni siquiera te amas a ti misma. ¿Cómo puedes amar a alguien más?
— Esta bien. ¡Pero luego no vengas a suplicarme por ayuda Gianluca! Ten en cuenta que tu destino tú solo lo has decidido, porque te estoy ofreciendo una salida. Todo hubiera sido tan fácil si hubieras aceptado quedarte conmigo.
—¡Primero necesitaré estar muerto! ¡Lo oyes! ¡Muerto! Que pedirte algo a ti.
—Tus deseo son órdenes. Y tal vez se te cumpla lo que deseas Gian.Dijo maliciosamente, incluso su tono me aterrorizó.
— ¡Vete, por favor!
Pero Zahra tenía planeado algo más, algo que no me esperaba. Zahra se acercó al diván que se encontraba junto a la chimenea y sacó algo de su abrigo.
—No creo que vayas a necesitar esta carta que te llegó ésta mañana.
Al voltear a ver, ella tenía un sobre blanco con los sellos que ya le eran tan conocidos. Era una carta de Alaia.
—¿Qué haces con eso? ¡Dámela! ¡No te pertenece!
Traté de acercarme pero Zahra en seguida se acercó a la chimenea y extendió el brazo en la que tenía la carta. Ahora sabía la razón de prender el fuego de la chimenea, lo había planeado todo. Ella había perdido la cordura, nunca había imaginado hasta donde podía llegar.
—¡No se te ocurra acercarte! O ten por seguro que dejaré que el fuego consuma, cada una de sus palabras cursis.
Pero para que veas que no soy mala. Te daré una última oportunidad.
¡Cásate conmigo! Gianluca.
Su tono era más bien como si me ordenará algo. Ella sólo quería hacer su voluntad.
—¡Nunca, lo haré! No uniré mi vida a una mujer que no amo y que además es una loca.
—Tus deseos son órdenes. Mi amor.Dijo lo último con tono sarcástico mientras aventaba la carta al fuego.
Zahra había dejado caer el sobre al fuego. Sólo pude ver cómo las llamas consumían rápidamente la carta. Ya no pude hacer nada, pues en lo que llegué a la chimenea el fuego ya la había consumido casi en su totalidad. Cuando voltee Zahra ya se había ido y no pude gritarle todo lo que se merecía. Aunque era mejor así. Pues ante todo ella era una mujer y yo un caballero.
Me dejé caer en el piso, y terminé de ver cómo se consumían, solo quedarían cenizas.No pude evitar dejar caer unas lágrimas. Aunque decían que los hombres no lloraban. Yo creía que solo había una razón por la que si lo hacíamos, y esa era el amor.
Tenía una mezcla de emociones, coraje, rabia, impotencia, tristeza.
Pero nada podía hacer. Jamás conocería el contenido de esa carta, jamás sabría la respuesta del corazón de Alaia.
De pronto se escuchó que alguien entró a la sala.
—No se ha perdido todo, Gian.
Poco a poco me incorporé y miré hacia la entrada.
—¿Tu?Dije al ver quién era.
Sequé mis lágrimas, no quería sentir que Zahra se había salido con la suya.
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Destino
Historical FictionPrimavera 1975 Inicio de la Guerra Civil Libanesa ¿Puede nacer el amor en medio de una guerra?¿Entre dos extraños? ¿Bastaran solo unas cartas para que el amor suceda? ¿ Puedes enamorarte de la misma persona de diferentes formas? Según las costumbre...