CAPITULO 25

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Sam.

-Me siento culpable-dije con mi cabeza recargada en la puerta del casillero de Fátima. Ella estaba maquillándose frente al espejo que tenía en este-.

-Ya lo creo, mírate, eres un asco.

-Y es por eso que te amo, por señalar lo obvio.

-Amiga, es que mírate, nada de maquillaje, toda despeinada, creo que con suerte llegaste despierta.

-Con suerte llegue...

-¿Qué pasa?-guardo su lápiz labial-. No te ves como una chica con novio, te ves más deprimida que yo. Y créeme que eso ya es decir mucho.

-Aggh, deja de jugar Fátima, me siento pésimo.

-¡Pues dime por qué!

-Por Jos...

-Carajo, Samanta, actúas como si nunca hubieras tenido un secreto que guardarle a alguien que sientes que debes decírselo.

-Si lo he tenido, pero nunca ha sido-baje la voz-que me acosté con el mejor amigo de mi novio.

-¡Chicas, chicas, chic...! Sam, que asco, ¿te bañaste?

-Sí, lo hice.

-Bueno, como sea, tengo que decirles algo que... vengan-tomo las manos de ambos y nos llevo corriendo hacia el baño, luego de asegurarse de que estuviera solo-. Okey, listo.

-¿Qué carajo pasa, Aranza?

-¡Alonso y yo hicimos el amor!-dijo lo más emocionada que existe en este universo-.

-¿Eeh...?-dije con voz apenas audible-.

-¡Sí, fue increíble y único! Incluso el dijo que nunca había hecho algo así.

-¿Algo así, cómo?

-Es que-se acerco a nosotras-, lo hicimos al aire libre, cerca del lago.

-¿Qué?

-No manches, que intenso-dijo Fátima-.

-Sam, en serio, ahora entiendo de lo que hablabas cuando dijiste que tu primera vez con Jos fue... maravillosa.

-¿Lo fue? Digo, si, lo fue. Debo ir a clases, sino el profe de psicología me deja afuera, las veo luego.

-Oye, yo...

-Te veo en el salón-dije un poco estresada y salí corriendo.

No es posible, ¿Tan rápido se acostó con él? Dios, necesito pensar en otra cosa, no es posible que... ahí está, no me interesa perder la clase de psicología, tengo que hablar con él, ahora.

-¡Villalpando!

Volteo a verme de manera abrupta haciendo que su cabello se moviera de una manera realmente sexy, por un momento el poco enojo que sentía mezclado con culpa se convirtieron en unas inmensas y torpes ganas de tirarlo sobre el pasto y besarlo completamente.

-¿Pasa algo?

-Tenemos que hablar.

-Claro.

-Aquí no... Vamos a casa de Fátima.

-se encogió de hombros-. Como quieras.

Acabara mal, lo sé, acabara muy mal esto.

¿AMIGOS?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora