CAPITULO 32

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Sam.

Cerré la puerta tras de mí y deje las llaves sobre el mueble al lado de esta. Deje mi bolso tirado en el piso y me recosté en el sofá. Estuve viendo el techo por no sé cuánto tiempo hasta que Fátima bajo.

-¿Y ahora tú? ¿Qué te paso?

-Nada-talle mis ojos-...

-¿Estuviste llorando?

-negué-. Me quede en casa de Alonso... cuando desperté y lo mire dormir yo... no sé, mi mente me gritaba, ¿Qué estás haciendo? Es el novio de tu mejor amiga, y tú sales con su mejor amigo... eres una puta-cubrí mi rostro llorando-.

-Sam-se sentó a mí lado-, no lo eres... esto no es culpa tuya. En todo caso es culpa de Alonso.

-No. Él es hombre, y es súper guapo, puede conseguir a la que quiera, hoy fui yo, en un pasado fuiste tú, mañana será alguien más. Así es él. Así será siempre.

-Solo aléjate de él, Sam. No es bueno para ti.

-Y yo no soy buena para Jos...

-Por Dios Samanta, mira hasta donde te está llevando Alonso, te está bajando la moral y no le das importancia a eso. Tú eres la mejor chica que un hombre podría pedir, incluso sobrepasas las expectativas de todos, Sam.

-Te quiero mucho Fátima-la abracé-.

-Yo a ti tonta, mucho muchísimo.

*

-Oye... ¿estarás bien si te dejo sola unas horas?-dijo Fátima entrando a la cocina. Yo estaba picando algo de verdura para cocina algo.

-¿A dónde vas?

-Voy a salir... con Bryan.

-¿Qué?

-Es genial ¿no? Al menos Alonso hizo eso bien. Ya no estés así, mejor pide una pizza, sé que no te gustan las verduras-dejo un billete en el refrigerador-. Cuídate.

-La que va a salir eres tú.

-Sí, pero te escuche hablar con Jos. Cuídense.

-suspire-. No haremos nada, Fáti, no pienso acostarme de nuevo con Jos hasta sacarme a Alonso de la cabeza.

-Que bueno que no dijiste del corazón porque eso es imposible. Te veo en la noche.

-Adiós.

Salió de la casa y yo corrí detrás para cerrar con seguro. Estaba algo paranoica. Me sentía extraña o solo era que quizá ya no quería más a Alonso cerca de mí. No puedo alejarme de él así como así, a pesar de ser un tonto y todo eso no merece quedarse sin mi amistad.

Tome el teléfono fijo y marque su número.

***

Alonso.

-Entonces ¿Qué harás?

-No puedo hacer nada... Samanta esta con Jos y yo con Aranza. Nuestros caminos se han escrito y... bueno, lo escrito con tinta no se puede borrar, Kendra.

Mi celular empezó a vibrar sobre la mesa, era el número de la casa de Fátima, lo más seguro era que fuera Sam. Mire a Kendra alzando las cejas mientras ella sonreía de lado.

-¿Vas a contestar?

-No. No quiero hablar con ella.

-Cariño, sé lo difícil que debe ser esto por un lado está tu amor por Sam y por el otro tu amistad con Jos, pero debes ver por quien vale la pena luchar, se ve que esa mocosa te quiere, que lo que les está pasando le afecta, dime ¿Qué tan malo sería que Jos se entere que en quien ella piensa es en ti? Sería catastrófico, pero sería aun más catastrófico que se entere que mientras él piensa en ella como el amor de su vida y en ti como el chico que estará con él en su boda, ustedes le estén viendo la cara-la pantalla del celular se ilumino de nuevo, de nuevo ella-. Tarde o temprano tendrás que contestarle.

-¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué tuvo que aparecer ella en mi vida? Todo estaba perfecto sin ella. Te veía a ti cada dos días en tu casa, nos divertíamos pero nunca sentí nada más ¿Qué tiene ella de diferente?

-Tú debes saberlo. ¿Qué viste en ella que hizo que ya nadie más te excitara sino era su cuerpo el que tenías frente a ti?

-No hables de esas cosas en público...

-Alonso... lo mejor será que le contestes.

Suspire pesadamente y tome el celular, deslice el dedo en la pantalla y conteste.

-¿Sí?

-Alonso, hasta que contestas.

-Estaba ocupado ¿Qué se te ofrece?-dije de la manera más seca que pude-.

-Quería verte... hablar contigo.

-Hoy no puedo.

-Oh, de acuerdo... y-yo...

-Tengo que colgar, Sam... Te veo el lunes.

-Espe...

Colgué antes de que dijera algo más. Mire a Kendra quien solo estaba negando con la cabeza.

-Tengo que irme.

-De acuerdo.

-Gracias por todo, Kendra y... por favor, no digas nada sobre Melissa.

-No te preocupes-tomo mi mano y sonrió-. Tu secreto está seguro conmigo... lo juro.

Soltó mi mano y salí del restaurant. Subí a mí camioneta y maneje de vuelta a casa. Me detuve en un semáforo y al ver hacia un lado me di cuenta de que ahí fue donde conocí a Melissa. Fue como si estuviera volviendo a pasar, fue... tan real.

-Hola.

-¿Hola?

-¿Me compras una rosa? A 5 dólares cada una.

-No.

-Ándale, solo una.

-Oye déjame en paz-voltee a ver a mí hermano, Martín, que venía manejando-.

-¿Tú me compras una rosa?-le dijo a mí hermano-.

-Oye, ya te dije que no queremos rosas.

-Anda, una, para que se la lleves a tu novia.

-No tengo novia.

-¿Por qué? pensé que traías muertas a varias-la voltee a ver-, digo, eres muy guapo.

-Probablemente lo haga... pero ninguna que me interese.

-Entonces... ¿una rosa?-me dedico una sonrisa picara mientras agitaba lentamente el ramo de rosas-.

-¿Sabes que? Te las voy a comprar todas... con una condición.

-¿Cuál?

-Que aceptes salir conmigo mañana.

-¿Qué? ¿Quieres salir conmigo?-solo alce la ceja esperando su respuesta-. De acuerdo-dijo con una sonrisa-.

El sonido de los cláxones me hizo reaccionar y poner en marcha el auto de nuevo. Dios, ¿Qué fue eso?

Maneje distraídamente; a mí mente venían imágenes de mis citas con Melissa. Llegaban a mí mente como un rayo y se iban. Recordé el momento en que mi padre descubrió mi relación con ella y de pronto...

Los faros de otro auto me cegaron y me hicieron salirme del camino. Solo sentí el impacto de mi camioneta contra algo. No supe si era un árbol u otro auto. Mi cabeza topo contra el volante dejándome algo aturdido y con la vista borrosa. Lleve mi mano a mí frente y esta estaba sangrando. Mi vista se fue nublando poco a poco hasta que no vi nada. Me desmaye.

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