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Whalien 52 no era el lugar de moda, no estaba siempre lleno, ni tenía la oferta de productos más original, pero para ser una cafetería vintage, tenía muchos puntos buenos.

Que una cafetería tuviera un buen café era, sin duda, lo más importante; no era conocido por muchos, pero el café de Whalien 52 era delicioso. No era muy distinto de la oferta de cualquier Starbucks, pero a diferencia de la gran multinacional, todas las bebidas eran elaboradas con el cariño y esmero de los camareros, y los pasteles y comestibles, hechos a mano a lo largo del día, y los clientes podías llevárselo recién hecho y humeante.

En la hostelería lo principal era la calidad, la presencia y el sabor, y en Whalien 52 cumplían los tres requisitos con sobresaliente.

Para que los clientes quisieran entrar a un lugar, ese lugar debía entrar por los ojos primero, y no se podía decir que Whalien 52 careciera de belleza estética. La ubicación, en el barrio de Sinchon-dong, cercano a la universidad de Yonsei, era perfecta para los estudiantes que deseaban tomar un desayuno tranquilo antes de ir a la universidad. Desgraciadamente, y quizá ese era el motivo de que Whalien 52 no fuese una cafetería popular, era que no era fácil de localizar ya que se encontraba en una calle peatonal poco transitada, con edificios bajos y viejos a su alrededor.

En la puerta se encontraba un bello cartel, con el nombre y numero de la cafetería escrito en una esmerada caligrafía en el alfabeto latino, con unas elegantes filigranas en las esquinas que llamaban la atención de todo el que pasara. Sin embargo, para acceder a ella había que subir unas angostas y anticuadas escaleras que no daban la confianza necesaria a muchos para decidir que era un lugar seguro y cómodo para tomar un café de forma tranquila.

Mas el interior de Whalien 52 era de lo más interesante. La sensación que transmitía en cuanto terminabas de subir aquellas escaleras era de absoluta paz. El olor a café recién hecho era lo primero que se percibía. A continuación, la luminosidad de la sala, que contrastaba con la oscuridad de la escalera. La luz blanca y de baja intensidad de las lámparas alógenas era sólo un complemento para los momentos nublados o previos al amanecer y posteriores al anochecer, pues los grandes ventanales eran suficientes para que la cafetería estuviera provista durante todo el día de la luz solar. Al encontrarse en un segundo piso, rodeado por edificios bajos, no había nada que la obstaculizara.

Esos mismos factores ayudaban a que la vista desde las mesas más cercanas a los ventanales fueran otro de los atractivos del lugar. La vista directa a una de las calles principales, los tejados de las construcciones colindantes y parte del skyline de la ciudad eran los encantos para los clientes más bucólicos, pues observar desde allí a los viandantes de las calles adyacentes era una actividad realmente entretenida.

Por lo demás, Whalien podría ser una cafetería vintage más; con paredes de ladrillo, no falso ladrillo, plastificado al tacto, si no ladrillo real, frío y gastado; suelos crujientes de madera; mesas bajas, con sofás y sillones individuales, todos del mismo estilo, de cuero color borgoña, ligero olor a usado y a piel, que rechinaban al sentarse. Y la espaciosa barra, decorada con dibujos a juego con el cartel de la entrada, hechos a mano hechos por uno de sus artísticos camareros.

Los camareros. Por supuesto, no podía haber un buen servicio sin una buena persona detrás de él, por eso en Whalien 52 se ofrecía una calidad optima, por los profesionales con los que contaba.

Kim SeokJin regentaba Whalien 52 orgullosamente. Más que camarero, SeokJin estaba metido en la cocina durante gran parte del día, preparando los pasteles, sándwiches y bocadillos que se ofrecían en el expositor refrigerado de la entrada. SeokJin adoraba los dulces y su personalidad iba acorde. Tan dulce y adorable, con una carita de bebé que al mirarlo provocaba una sobredosis de ternura.

SeokJin era un grandísimo cocinero, pero no habría podido hacerlo solo de esa forma. Las cuentas no se llevaban solas, los pedidos no venían por arte de magia, y los turnos no eran al libre albedrío, pero de eso ya se encargaba Kim TaeHyung.

TaeHyung estaba a medio camino de la genialidad y la locura, era más raro que un perro verde, pero lograba sacar adelante el negocio de una forma impecable. Estudiaba gestión y administración de empresas en la universidad de Hongik, y a sus flamantes 20 años ya había conseguido tener éxito en su carrera al impedir que el Whalien 52 cayera en la quiebra gracias a su habilidad en la contabilidad. Sin embargo sus horarios estudiantiles impedían que estuviera demasiado presente en la cafetería en las horas de apertura.

SeokJin y TaeHyung eran la orgullosa pareja de enamorados que sacaba adelante Whalien 52. Vivían juntos, trabajaban juntos, y las horas que estaban separados por las clases de TaeHyung eran una tortura para ambos.

Y si SeokJin estaba en la cocina y TaeHyung en la universidad ¿Quién atendía a los clientes?

Pues para eso estaban Park JiMin y Min YoonGi, los atractivos y encantadores camareros y baristas. O más bien el atractivo y encantador JiMin y el provocador y gruñón YoonGi.

JiMin era cautivador en toda su extensión, con su rostro angelical, su sonrisa radiante y su cordial actitud hacia los clientes. JiMin era el favorito de las clientas, pues siempre tenía una palabra bonita para ellas, regalando sonrisas por doquier.

JiMin no era buen cocinero y le costaba mucho aprenderse las recetas y elaboraciones de las bebidas que debía preparar, pero tenía la habilidad de dejar satisfechos a todos los clientes gracias al servicio diligente que ofrecía.

YoonGi carecía de la paciencia y la afabilidad de JiMin para dirigirse a los clientes, era un poco adusto en sus contestaciones y no era capaz de recordar los nombres de los clientes que hacían los pedidos, olvidándolos al momento en el que estos lo pronunciaban y poniendo en su lugar un mote por el que sólo YoonGi era capaz de identificarlos.

YoonGi era mordaz y sarcástico, pero era bastante guapo, tenía una intensa mirada oscura y aprendía con una facilidad impresionante. Cuando YoonGi se presentó a la entrevista de trabajo, SeokJin no estuvo muy seguro de contratarlo; pero cuando le hizo la prueba de preparar un mocaccino con solo unas pocas instrucciones, el repostero no tuvo ninguna duda. El mocaccino estaba delicioso y YoonGi no había tocado una cafetera en su vida.

Por un presentimiento, dejándose llevar por lo que ese mocaccino le había dicho a sus papilas gustativas, SeokJin decidió darle una oportunidad de oro a YoonGi y enseñarle a preparar toda la selección de bebidas de la carta de Whalien 52.

En un mes, YoonGi podía elaborarlos todos en un abrir y cerrar de ojos, sin poner ningún esfuerzo especial, y todos le salían increíblemente deliciosos.

Y aun así no era capaz de recordar un nombre segundos después de escucharlo.

Don't you (forget about me) | NamGi |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora