Antes de que terminara el primer día en Daegu, YoonGi ya estaba deseando volver a su casa.
Todo estaba envuelto por la nostalgia. Contemplaba su barrio de toda la vida y veía el paso del tiempo, cómo había cambiado todo, las edificaciones nuevas, los negocios que habían sido reemplazados por otros, los vecinos que sólo lo reconocían porque caminaba con sus padres...
Todo había cambiado. Todo menos sus padres.
Ellos seguían igual, sólo un poco más viejos, un poco más encorvados, con algunas arrugas más. Su hogar tampoco había cambiado demasiado. Su habitación seguía siendo la misma. Todo lo que había dejado seguía en su sitio, inmutable.
Su madre se la pasaba regalándole cariños y regaños a partes iguales. Cada vez que lo veía le daba un vergonzoso beso en la mejilla, lo que hacía que YoonGi quisiera frotarse la mejilla con torpeza, porque ya tenía una edad, pero a la vez le hacía sentirse en casa, querido y que lo habían extrañado mucho. Pero también estaba sermoneándolo constantemente. Que si parecía un gánster con ese pelo. Que si estaba demasiado delgado, que si sólo comía ramen precocinado, que si así era normal que se hubiera quedado pequeño. Que si ya tenía una edad para tener un trabajo serio. Que si ya debería estar casado. Que si volviera a teñirse el pelo de negro. Que si debía dejarse de tonterías y olvidarse del graffiti y de ser un vago y un vándalo. Que si ya que se había ido a la capital podía haber sido a estudiar o hacer algo de provecho en lugar de trabajar de camarero...
YoonGi tenía que esconderse o largarse para dejar de escuchar las reprimendas. Quería mucho a su madre, pero aquella actitud le hizo recordar uno de los motivos por el que se había marchado.
Dependiendo de la forma en la que ella lo dijera, YoonGi bien se callaba y se contenía para no discutir, o bien se enfurecía, gritaba y azotaba la puerta al marcharse a dar una vuelta para despejarse.
Haber vivido tanto tiempo de forma independiente hacía que aguantar esas situaciones se hiciera aun más difícil. Rendir cuentas y dar explicaciones no iba con él. Era un adulto autosuficiente, tenía su propia forma de vida, pero estar bajo el mismo techo que sus padres, aunque fuese de forma esporádica, hacía que regresase a su adolescencia y estuviera constantemente fuera de sus casillas.
El segundo día, su padre le hizo levantarse a las 5:00 am para que fuera a acompañarlo a la lonja a comprar el pescado. YoonGi por poco lo mandó literalmente a la mierda por despertarlo cuando sólo había dormido tres horas, pero al final se espabiló un poco y consiguió salir de la cama, vestirse y acompañar a su padre al mercado como un zombi.
El proceso se repitió durante toda la semana. Pero, además, YoonGi era casi obligado a quedarse en la pescadería durante la mayor parte del día. Su madre decía que ya que había ido de visita podía pasar el tiempo con ellos, pero no podían hacer nada porque debían abrir la tienda para comer.
YoonGi sólo se sentaba y los acompañaba. Los veía vender pescado a las vecinas de todo el barrio, sentado detrás del expositor, saludando a la gente y poco más.
El calor en Daegu era mucho peor que en Seúl y YoonGi se vio obligado a llevar pantalones cortos y mostrar sus delgadas y blancas piernas. Además, no podía quitarse la gorra de la cabeza, no porque le diera el sol, si no porque a su madre no le gustaba ver su pelo teñido.
El tercer día estaba tan aburrido que se quería morir. Había intentado dibujar en un bloc mientras estaba en la pescadería, pero había tenido una bronca con su padre por eso y había tenido que dejar de hacerlo. Además, había apagado el móvil y lo había dejado en casa. No quería exponerse a la tentación de intentar hablar con NamJoon.
Eso le dejaba mucho tiempo para pensar.
El quinto día, su madre no bajó a la pescadería, diciendo que quería preparar algo especial para comer, y que debía ir a comprar los ingredientes y encerrarse en la cocina.
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Don't you (forget about me) | NamGi |
FanficYoonGi no es capaz de recordar un nombre, no importa cuanto lo intente. Aunque en realidad no lo intenta. Si al menos lo hiciera, habría sabido desde el principio que ese desastre andante que siempre rondaba por la cafetería en la que trabaj...