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Una de las cosas que más le gustaba a Suga de trabajar en Whalien era que no necesitaba un uniforme. Lo único que SeokJin le obligaba a llevar era un delantal negro y el gafete con su nombre. Por lo demás, podía llevar la ropa que quisiera sin que SeokJin lo juzgara.

«Me gusta que te sientas cómodo con lo que llevas en el trabajo. Mientras que no lleves nada indecoroso, para mí está bien que te pongas lo que quieras» le había dicho SeokJin cuando YoonGi le preguntó por cómo debía vestir.

A YoonGi no le gustaba que le obligaran a hacer cosas porque sí, era por eso que no entendía la existencia de la uniformidad, ni en la escuela ni en los trabajos. La opinión de SeokJin al respecto alegraba a YoonGi, porque así se sentía mejor trabajando.

De todas maneras YoonGi era discreto en su forma de vestir. Lo único que llamaba excepcionalmente su atención era el pelo color turquesa, pero por lo demás, le gustaban los colores oscuros, las camisetas lisas y los pantalones rasgados.

En verano no le gustaba llevar pantalones cortos salvo para estar en casa, pero que hubiera aire acondicionado en la cafetería solucionaba sus problemas.

A pesar de que la temperatura del interior fuera perfecta, el verano hacía que la cantidad de clientes se redujera considerablemente. Con los estudiantes de vacaciones, Whalien se encontraba aun más vacío que de costumbre, dejando demasiado tiempo libre a YoonGi.

YoonGi se olía que como la cosa siguiera así, los cuatro iban a tener un par de semanas de vacaciones también.

JiMin había ido a hacerle compañía un par de horas antes de que su turno comenzara. Ese rato no era remunerado, pero al bailarín le dio igual y aun así se puso su delantal y se quedó tras la barra junto a YoonGi, hablando de todo y nada.

Poco antes de que finalizara el turno de YoonGi, los pisotones en la escalera anunciaron la llegada de NamJoon. YoonGi ya estaba acostumbrado, pero el ruido alteró a JiMin, sobre todo cuando un fuerte golpe y un aullido de dolor vino de allí antes de que nadie entrara en el establecimiento.

JiMin se levantó de su asiento, asustado, dispuesto a ir a ver qué había sucedido, pero YoonGi lo detuvo, tranquilizándolo.

— No pasa nada, JiMin, es ese idiota...

JiMin miró a su mayor sin entender, pero entonces a montaña llamada NamJoon hizo aparición con una sonrisa satisfecha, como si nada acabara de suceder. YoonGi se regocijó en la expresión sorprendida de JiMin en lugar de echarle un vistazo al cliente habitual que acababa de entrar.

Ese fue su error, porque cuando miró a NamJoon, algo había cambiado drásticamente, haciendo que sus ojos se abrieran desmesuradamente por la sorpresa.

— Oye... ¿qué le ha pasado a tu cabeza? — saludó YoonGi, con los ojos fijos en el cabello de NamJoon.

Con timidez, NamJoon sonrió, todo hoyuelos y se pasó las manos por el pelo. El peinado no había cambiado demasiado, seguía llevándolo largo arriba y al frente, con los lados y la nuca rapados, pero el rosa chicle había dado paso a un rubio platino que contrastaba a las mil maravillas con su piel.

— Es que siempre te burlabas de mi pelo, Suga-hyung— confesó, azorado, masajeándose la parte posterior del cuello — Así que pensé decolorarlo en lugar de teñirlo...

JiMin carraspeó para hacerse notar, extrañado por la familiaridad con la que YoonGi se trataba con aquel cliente. YoonGi desvió la atención a su compañero y entonces se acordó que JiMin nunca había coincidido con NamJoon.

— JiMin, éste es el tipo del que te hablé, el dios de la destrucción de pelo rosa... Aunque ya no es rosa...

— Encantado, soy Park JiMin — saludó el bailarín con su sonrisa angelical, haciendo una venia al presentarse.

— Soy Kim NamJoon, un placer — respondió el más alto de igual modo.

JiMin se quedó mirando a NamJoon fijamente, sin ningún disimulo y una gran sonrisa. NamJoon hacía como que no lo notaba deliberadamente. YoonGi no tenía ni idea de lo que les pasaba a aquellos dos, pero notaba la tensión en el ambiente, cosa inusual porque la presencia de JiMin siempre provocaba el efecto contrario.

— ¿Qué te pongo? — preguntó por fin, dándole un ligero codazo a JiMin en las costillas para que dejara de hacer lo que quisiera que estuviera haciendo.

— Un frappé de Moka, con más café que leche, sin azúcar y sin nata. Tamaño gigante. Y un sándwich vegetal. Para llevar, por favor.

YoonGi asintió y se dispuso a preparar el pedido. Antes de darse cuenta estaba escribiendo «NamJoon» en el vaso de plástico.

—Es raro que los universitarios se pasen por aquí durante las vacaciones de verano — comentó JiMin, apoyándose en la barra para quedar más cerca de NamJoon, su sonrisa angelical, de repente, transformada en pura maldad — ¿Tienes algo que hacer en la universidad hoy?

— No — NamJoon sonrió, inmune a los encantos de JiMin, contestando educadamente — No vivo lejos y la verdad es que me he vuelto adicto al café de Suga-hyung y los bocadillos de Jin-hyung...

NamJoon apestaba mintiendo. Aunque YoonGi no participara en la conversación y fingiera estar pendiente de su trabajo, escuchaba todo lo que decían, y sabía que NamJoon estaba mintiendo, pero no sabía exactamente en qué parte había mentido. De reojo miró a JiMin y debido a su amplia sonrisa maligna, supo que él también se había dado cuenta.

— ¿De verdad? Deberías venir a probar mi café un día de estos también, mi capuccino es mejor que el de Suga, él siempre se queda corto de crema y canela.

— En realidad no me gustan las cosas dulces... pero vendré un día durante tu turno — aseguró NamJoon, cortés y correcto. Pero volvía a mentir.

Se hizo el silencio. NamJoon sonreía, pero se le notaba incómodo, balanceándose sobre las puntas de sus pies como un niño pequeño bajo la atenta mirada de JiMin.

YoonGi se dio prisa en terminar la orden porque no aguantaba esa tensión que se podía cortar con un cuchillo. No tenía idea de a qué estaba jugando JiMin, pero el bailarín parecía estar pasándoselo pipa incomodando a NamJoon.

YoonGi dejó el vaso de café frío y el sándwich perfectamente envuelto en papel reciclado frente a NamJoon. Éste pagó, y lo primero que hizo fue probar el delicioso café que YoonGi preparaba. A continuación miró el nombre escrito en el vaso, curioso por ver qué mote le había puesto YoonGi esta vez.

Al ver su nombre, NamJoon soltó un grito ahogado y sonrió con esa mueca de mandíbula desencajada, viéndose realmente feliz.

YoonGi simuló no darse cuenta.

JiMin tuvo que aguantarse la risa.

NamJoon estaba eufórico cuando se marchó y en cuanto desapareció por la escalera, JiMin estalló en carcajadas sobre la encimera. YoonGi no le veía la gracia.

Cuando por fin dejó de reír, JiMin miró a su mayor, limpiándose las lagrimas.

— Sabes que ha venido sólo a enseñarte su flamante pelo rubio, ¿verdad?

YoonGi le dio un pisotón tan fuerte que JiMin dejó de reír y empezó a llorar de verdad.

Don't you (forget about me) | NamGi |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora