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NamJoon y YoonGi querían disfrutar el verano como si fuera el último. Querían pasarlo juntos y con sus amigos. Querían exprimirlo al máximo, pues sabían que los próximos dos años iban a ser duros y solitarios, por eso buscaban la cercanía de sus seres queridos.

Entre el trabajo, las fiestas, las salidas casi diarias a comprar, a cenar, a divertirse, siempre con sus amigos, YoonGi también sacaba algo de tiempo para seguir atando todos los cabos sueltos.

El fin del contrato de alquiler de su apartamento; meter en cajas todas sus pertenecías, que se quedarían en el almacén de Whalien 52 y en casa de JungKook hasta su regreso; la donación a la caridad de todo aquello que no necesitara o no quisiera conservar; la preparación de los documentos que le harían co-propietario de la cafetería, para que sólo tuviera que firmar cuando regresara...

Pero aun le quedaba un asunto muy importante que solucionar. Había llegado a mediados de agosto sin enfrentarse a eso, pero no podía esperar mucho más, porque se le acababa el tiempo y no quería dejar las cosas como estaban.

Llamó al timbre del hogar de los Kim con manos temblorosas y esperó a que le abrieran.

YoonGi se había teñido el pelo de negro para la ocasión, consciente de que no podía presentarse al servicio con el cabello turquesa y que una vez allí se encargarían de rapárselo al estilo militar. También se había vestido formalmente, con camisa blanca y sus mejores pantalones vaqueros, los únicos que no tenían algún tipo de roto o gastado. Incluso le había pedido una americana a JiMin, el único que tenía una talla que no le haría parecer ridículo, porque ya bastante ridículo se sentía.

Cuando la puerta se abrió, vio en los ojos de la señora Kim que no sabía quién era la persona que había llamado a su casa. En su lugar, YoonGi tampoco se habría reconocido.

— Soy Min YoonGi — al escuchar su voz y su nombre, la señora Kim no necesitó más presentación. YoonGi lo notó en su rostro, viendo cómo cambiaban sus facciones. Esperaba rechazo y desagrado, pero lo único que vio fue tristeza y pesar en el fino rostro de la mujer. Ella era hermosa, lo habría sido mucho más de joven, pero en aquellos momentos se veía envejecida, cómo si los meses que habían pasado la hubieran desgastado con la rapidez de los años — Vengo a hablar con usted y su marido en son de paz. No quiero pelear con ustedes. Quiero arreglar las cosas.

A YoonGi le parecía importante verse serio y formal en aquella situación, transmitir una seguridad que en realidad no sentía, y demostrar con gestos, con su tono y sus palabras, que era un hombre, maduro y sincero, y que no iba a causar ninguna molestia. Que su única intención era remendar aquella herida que había sido el culpable crear en aquella familia.

La señora Kim le invitó a pasar con un gesto de la mano, y YoonGi hizo una reverencia de 90° antes de poner un pie dentro de la casa.

Los zapatos, que también eran prestados, le quedaban grandes, por eso no se entretuvo apenas unos segundos en quitárselos y seguir a la señora Kim hasta el salón, donde su marido leía el periódico sentado en el sofá. Parecía que ya no sentía asco de acomodarse en él, o tal vez lo hubiera mandado a limpiar por si quedaba algún resto de lo que YoonGi y NamJoon habían intentado hacer allí. YoonGi nunca lo sabría.

El señor Kim se puso en pie al ver a YoonGi, rígido como una tabla y con una vena en la sien que empezó a palpitar, frenética. YoonGi notó que el señor Kim no se alegraba nada de verlo, y después de cómo se hablaron la última vez que se vieron, a YoonGi tampoco le hacía gracia tener que encontrarse con él, pero tenía que hacer las cosas bien.

— Querido — terció la mujer, antes de que cualquiera de los dos varones pudiera decir palabra, sobre todo su marido, que parecía tener mucho veneno dentro — YoonGi ha venido a hablar con nosotros, no quiere alborotar, así que mantén la calma y vamos a escuchar lo que tenga que decir...

Don't you (forget about me) | NamGi |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora