73

1.8K 350 102
                                    

Gracias a la ayuda de Nate pudieron recuperar gran parte de su libertad para seguir haciendo lo que quisieran, pero de una forma más bien moderada. No podían pasar la noche juntos ni verse todos los días, pero, al menos, podían estar juntos a ratos y podían hablar por teléfono de nuevo.

Durante un mes, volvieron a los días pacíficos en los que no tenían que preocuparse demasiado y en los que los señores Kim volvían a estar menos pendientes de NamJoon.

Pero, en tiempos de guerra, los alto el fuego sólo duraban hasta que uno cometía un error. Y ellos cometieron el error de confiarse y pensar que todo se iría calmando con el tiempo.

A principios de mayo, YoonGi notó que, gradualmente, NamJoon volvía a tener más altercados con sus padres hasta que un día, volvió a desaparecer repentinamente el sábado.

YoonGi ya se estaba cansando demasiado de que los trataran como una pareja de prepubescentes que no sabían lo que querían, y se prometió presentarse en casa de los Kim a media noche si no había tenido noticias de NamJoon hasta entonces.

Sin embargo, no hizo ninguna falta que llegara a esos extremos, porque cuando entró en su casa aquella tarde, después de cerrar Whalien 52, se dio cuenta de que había una luz encendida, había música a un volumen bastante bajo y un bulto vestido de negro estaba agazapado en el suelo, en el hueco entre el sofá y la mesita de centro en la que YoonGi solía comer.

YoonGi no se asustó, porque había cumplido con lo que había prometido y le había dado un juego de llaves de su apartamento a NamJoon. NamJoon nunca las había utilizado, por lo que su presencia allí debía significar que algo gordo había pasado.

Al sentir el sonido de la puerta al cerrarse, NamJoon levantó la cabeza, pues había estado ocultándola en sus rodillas todo el tiempo. YoonGi vio sus ojos rojos e hinchados y sus mejillas empapadas de lágrimas. Sólo había visto llorar una vez a NamJoon, y había sido de pura felicidad; en esos momentos se veía destruido y a punto de derrumbarse por completo.

— YoonGi... — lo llamó, con voz trémula y desgarrada.

YoonGi se apresuró a dejar su mochila y quitarse la chaqueta para ir corriendo a su lado, sentándose en el suelo para así poder acariciarlo y consolarlo mientras NamJoon volvía a romper en llanto, deshaciéndose en sus brazos.

NamJoon tardó mucho tiempo en calmarse, llorando como un bebé, incapaz de hablar si quiera. YoonGi tampoco lo presionó, dejó que se desahogara y soltara todo; aunque le hubiera preguntado, NamJoon no habría sido capaz de decir nada coherente en ese estado de ansiedad. YoonGi temía que si preguntaba, NamJoon se rompiera completamente en pedazos y él no fuera capaz de recomponerlo.

YoonGi había aprendido a tener mucha paciencia con él, y debía utilizarla toda en esos mismos momentos.

Había anochecido completamente cuando NamJoon se quedó sin fuerzas y las lágrimas cesaron. YoonGi no había sido capaz de moverlo en todo el rato, por lo que seguían en el mismo lugar, lo único que había cambiado era que NamJoon había quedado tendido en el suelo y descansaba la cabeza en el regazo de YoonGi, mientras éste le acariciaba suavemente el pelo.

NamJoon parecía que dormía, exhausto, pero de vez en cuando abría sus hinchados ojos para mirar a YoonGi, como comprobando que seguía ahí y que no se había ido a ningún lado.

— ¿Qué te parece si te preparo un té y traigo hielo para tus ojos? — le preguntó suavemente en un susurro, con una voz inusualmente cariñosa.

Habían tenido sus momentos románticos y empalagosos, pero YoonGi nunca había utilizado ese tono, ni con él, ni con nadie. YoonGi se descubrió tan enamorado de ese cabeza hueca que si algún día tenían que separarse definitivamente, se rompería en tantos pedazos que no creía ser capaz de recomponerse.

Don't you (forget about me) | NamGi |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora