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Pasaron ocho días completos hasta que el chico de pelo rosa regresó.

No era el mismo día de la semana, ni la misma hora que la vez anterior. Eran casi la una de la tarde y el día se encontraba nublado y lluvioso.

YoonGi estaba más despierto que de costumbre. La lluvia le inspiraba y le daban ganas de salir a pintar, aunque se calara hasta los huesos. Pero la lluvia no se llevaba bien con la pintura al aire libre y YoonGi debía conformarse con dibujar como un loco en un bloc de papel con lápices de colores con bases de hip hop de fondo mientras trabajaba.

El chico de pelo rosa hizo su segunda aparición de forma magistral. Sus fuertes pisotones subiendo por la escalera podían escucharse hasta en Busan, anunciando su entrada. Fue por eso que YoonGi levantó la vista de la lámina que dibujaba para mirar en dirección a la entrada y ver cómo el altísimo chico tropezaba en el último escalón y se golpeaba la frente con el quicio de la puerta cuando precisamente había trastabillado al intentar esquivarlo.

Impactado, YoonGi dejó caer el lápiz de color verde que tenía en la mano, boquiabierto, mirando al chico de pelo rosa que se caía al suelo de boca, con el trasero en pompa.

No había nadie más en ese momento en la cafetería, de modo que nadie se levantó para ayudarlo, porque YoonGi se había quedado congelado al ver la imposible escena.

Ese chico de verdad sabía cómo hacer que el imperturbable YoonGi se quedara con la boca abierta y sin saber cómo reaccionar.

Se levantó sin ninguna ayuda, después de tomarse unos segundos para recuperarse del dolor y asumir lo que había sucedido. Frotándose la frente y la barbilla, caminó, cabizbajo hasta el mostrador, donde YoonGi aun era incapaz de moverse.

— Buenos días — saludó el cliente, pese a que ya era tarde. No se le veía en absoluto avergonzado por lo que acababa de pasar y sonreía pacíficamente.

YoonGi pensó que parecía acostumbrado a ese tipo de situaciones.

— B-buenos... — YoonGi no supo cómo continuar, pues le resultó de mala educación corregirle y decirle que ya era tarde, y ya había sido bastante maleducado con ese cliente que había esperado no volver a ver y sin embargo, allí estaba, delante de él — ¿En qué le puedo servir?

— Té Matcha — pidió, sin pensarlo demasiado, como si ya lo tuviera decidido desde hace rato — Tamaño grande, con hielo frappé y una bola de helado de té. Para tomar aquí, por favor — Y sonrió de oreja a oreja, mostrando unos dientes perlados y perfectos y unos hoyuelos asesinos — A nombre de NamJoon.

YoonGi ni si quiera se molestó en prestar atención al nombre, pues sabía que iba a olvidarlo.

— Puedes sentarte, en seguida te lo sirvo — murmuró YoonGi con fastidio.

El té matcha era laborioso y él quería seguir dibujando.

YoonGi intentó no pensar mientras hacía su labor, pero no pudo evitar percatarse de que el chico de pelo rosa no había sacado su móvil en ningún momento y que, esta vez, había hecho su pedido mirando a YoonGi a los ojos, como si se esforzara en demostrarle que se acordaba del incidente de la última vez y que no tenía intención de incomodarlo con su rap accidental, aunque hubiera hecho una entrada igual de impresionante.

Cuando levantó la vista de su tarea, se percató de que el chico había elegido un asiento de dos plazas, en una esquina del local, y que miraba la lluvia con expresión melancólica a través de sus gruesas gafas de pasta. YoonGi vio que su ropa era más discreta ésta vez, completamente de color negro, con un pantalón estrecho que le quedaba igualmente pesquero y una sudadera holgada que parecía quedarle dos tallas más grande. Aun así, YoonGi siguió pensando que era muy hortera.

YoonGi decidió centrarse en terminar cuanto antes el pedido para poder volver a su dibujo. Preparó una bandeja para la taza e incluyó también un plato, donde dispuso un paño de cocina limpio que envolvía cuatro hielos, porque YoonGi era difícil de impresionar, pero no era un insensible, no siempre, y sabía que el chico debía haberse hecho daño en la frente al chocar.

Con buen equilibrio llevó la bandeja hasta el cliente y dejó el té con una bonita presentación en vaso ancho y el plato con el hielo sobre la mesa.

— Aquí tiene, Mister Torpe — el chico desvió su atención a YoonGi y sonrió al escuchar el mote que le había dado ésta vez. YoonGi frunció los labios sin saber qué le divertía tanto a ese torpe de pelo rosa — Te he puesto hielo en ese trapo. Para tu frente. Así no te saldrá chichón.

— Muchas gracias — exclamó Mister Torpe, con su grave voz cantarina, realmente agradecido. YoonGi no quiso quedarse a contemplar cómo probaba su té o se ponía hielo en el golpe, por lo que se dio media vuelta rápidamente — Disculpa... — el chico torpe lo llamó, dubitativo, antes de que se alejara demasiado, haciendo que YoonGi se detuviera y girara sobre sus talones — ¿Podrías subir un poco el volumen de la música?

— Mmm... — YoonGi se lo pensó antes de responder, extrañado por la petición — Supongo que podría... Pero si vienen más clientes tendré que bajarla. A mi jefe no le gusta que ponga hip hop muy alto.

— No hay problema. Gracias.

YoonGi regresó tras la barra y aumentó un par de puntos el volumen del reproductor para contentar a su cliente. Cuando lo miró, el chico de pelo rosa había sacado un libro de su mochila y se había puesto a leer apaciblemente, con la base de hip hop y el golpeteo de las gotas de lluvia sobre el cristal como música de fondo. Su expresión era de concentración y de disfrute mientras saboreaba su amargo té helado.

YoonGi esperaba no tener que acostumbrarse a esas inesperadas situaciones, o tendría que volverse de hielo para que el torpe de pelo rosa dejara de impresionarlo.

Don't you (forget about me) | NamGi |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora