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YoonGi pasó unas horas muy malas, hecho un completo basilisco, bajo el sol abrasador y a merced de los 40°C que hacían ese día. Se había dejado el móvil en su habitación y no llevaba ni un won en el bolsillo para comprar agua o algo de comer.

Al principio estaba tan furioso que eso no importaba. Sólo necesitaba desquitarse con algo y cuando se quiso dar cuenta estaba pateando un cubo de basura. Al poco tiempo se dio cuenta de que esa había sido muy mala decisión, porque había exprimido sus energías y le había dado más calor.

Buscó una sombra donde poder soportar aquella temperatura infernal, encontrándola en un parque, bajo unos árboles. Se tumbó en el césped y echó una siesta para sobreponerse. Cuando se despertó estaba deshidratado y tuvo que buscar una fuente para beber y refrescarse la cabeza.

Durante horas estuvo allí, sentado a la sombra, viendo pasar a la gente y pensando. Pensando en nada y pensando en todo.

Cuando el sol empezó a bajar se dio cuenta de que debía ser realmente tarde y que sus padres debían estar muy preocupados por él. Decidió volver y enfrentarlos, a ver qué pasaba.

A sólo unas manzanas de su casa, YoonGi se detuvo en seco, pálido, como si hubiera visto un fantasma.

De frente, en sentido contrario al que él iba, se acercaba SeulGi, quien lo miraba a los ojos con una ligera sonrisa al haberlo reconocido. A YoonGi se le cortó la respiración.

SeulGi no había perdido el tiempo después de dejar a YoonGi hacía tanto tiempo, pues empujaba un carrito con un niño de unos dos años y su abultado vientre hacía obvio que estaba embarazada. YoonGi también se dio cuenta que lucía un anillo en su dedo anular, y que mientras que él seguía pareciendo un joven en la flor de la vida, ella parecía ojerosa y envejecida, como si tuviese diez años más.

— Has vuelto, YoonGi — saludó ella con calidez cuando llegó a su altura, porque YoonGi se había quedado petrificado al verla — Me alegro mucho de verte.

— Y-yo... yo también me alegro de verte — respondió YoonGi, sinceramente, cuando fue capaz de recuperar el habla — Ha pasado un tiempo...

— Sí... — se miraron en silencio unos momentos, con ese sentimiento a medio camino de la alegría y la incomodidad propio de encontrar a alguien que hacía mucho tiempo que no veían y con el que compartieron muchos momentos íntimos — ¿Te ha ido bien en Seúl?

— Sí — y no dudó ni un ápice en contestar — ¿Es tu hijo? — YoonGi señaló al niño e el carrito y SeulGi asintió con la cabeza tímidamente.

— Se llama JungSoo. Y HaNa viene en camino — le explicó, acariciando su prominente barriga, indicándole que ya hasta tenía el nombre elegido para el bebé — ¿Y tú? ¿Tienes hijos?

YoonGi rió y negó con la cabeza, metiéndose las manos en los bolsillos, no sin cierta ironía, tratando de evitar la mirada de SeulGi. Parecía que aquel día se habían alineado los planetas con el propósito de mostrarle a YoonGi cómo habría sido su vida si se hubiera conformado, si se hubiera quedado en Daegu: se hubiera hecho cargo del negocio familiar, se hubiera casado con SeulGi y tendría dos hijos.

Al darse cuenta que ese podía haber sido él, no se arrepentía de ninguna de sus decisiones.

— Estoy soltero también — apostilló YoonGi, quitándose la gorra y revolviéndose el pelo, presumiendo del cabello turquesa del que su madre tanto renegaba. SeulGi sonrió con placidez al verlo.

— Eres libre, como siempre quisiste... — YoonGi también sonrió al escucharla, verdaderamente feliz — Espero que no te sientas solo al menos...

— No estoy solo. Tengo unos amigos increíbles allí. No podría haber encontrado mejores personas.

— Me alegra oír eso... Ojalá seas muy feliz, YoonGi.

— Tú también, SeulGi... 

Don't you (forget about me) | NamGi |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora