Reencontrándose con el pasado

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Max lideraba al grupo, siendo seguido de cerca por los otros tres chicos. Katara y Soka había decidido ir a buscar a Appa para salir lo antes posible apenas terminen de salvar a Camille. Sí, tal vez quedarse con ellos no fue muy buena idea. Tal vez, la razón por la cual atacaron al campamento fue porque los seguían. Era obvio: se llevaron a Camille por pensar que era el Avatar y apenas minutos después de su llegada a la rebelión son atacados después de meses. Pero, aún cuando se sabía eso, ninguno se atrevía a admitirlo.

Se fueron en completo silencio. Estaban nerviosos, deseaban que no hubieran tocado a Camille. Tan solo tenía doce años, nunca se había preparado para pelear. Sus hermanos no le permitían ingresar al sangriento mundo de la guerra, la mantenían al margen usando simplemente sus poderes de vez en cuando. Como en esta situación. Se lamentaban el hecho de que dejaron que se la llevaran, y más cuando no podía protegerse por sí misma de tantas personas. El corazón de los tres hermanos latía más rápido a cada paso que daban. Debían llegar.

Habían amordazado y amarrado de pies y manos a Camille, encerrándola en un pequeño cofre de madera. Perfecto para evitar que el avatar saliera, pero lamentablemente ella no era el avatar. Sollozó mientras golpeaba su cuerpo contra la puerta tratando de salir. Tenía miedo. Sabía que sus hermanos irían por ella, pero el tiempo pasaba y ellos no hacían su aparición.

El carruaje donde la traían se detuvo. Escuchó voces de hombres a los lejos, pero no entendía muy bien lo que decían. El corazón bombeaba en sus oídos muy fuerte como para hacer que preste atención en algo más que no sea eso. Una lágrima cayó por su rostro.

Silencio antes de que dos grandes hombres levantaran la caja como si fuera una pluma para luego arrojarla al suelo. Ahogó un grito. Camille sintió un golpe de adrenalina antes de que su cabeza azotara con fuerza los lados de la caja. Estaba mareada. —¡Abran la caja!

No tuvieron que aplicar mucha fuerza para abrir la maltrecha puerta. Camille salió rodando directo a los pies del chico que solicitaba su presencia. Zuko la miró, impresionado, antes de ver a los demás con odio. —¡¿Quién se atrevió a poner a esta chica en el interior?!

La pequeña miró alrededor, notando que la habían llevado al borde del bosque, donde un gran río fluía con fuerza. Varado en la playa, un enorme barco de metal esperaba a que el príncipe hiciera ingreso. —Zuko... —Camille estaba malditamente asustada. El chico ablandó el rostro buscando entre los hombres alguien que pudiera ayudarla. Apuntó a un señor de mayor edad que, curiosamente, llevaba un cuchillo en la cintura. Justo el cuchillo que le habían arrebatado a Camille.

—Libera sus brazos y piernas —le indicó al hombre con autoridad, pero este ni se inmutó.

—Pero señor —dijo, dando un paso al frente—. La capturamos porque estaba usando aire control...

—¡Estamos buscando al Avatar! —gritó Zuko, acercándose a él—. Un niño con una flecha en lugar de cabello. ¡¿Acaso ella calza con esa descripción?! —el señor se asustó cuando el príncipe se abalanzó contra él para quitarle el cuchillo. Volvió al lado de la chica y, con movimientos rápidos, la desató—. Tranquila Camille, ya está bien...

La pequeña lo abrazó con fuerza, dejando que las lágrimas cayeran sobre la roja capa del chico. —Tengo miedo... —le susurró en el oído. Estaba temblando. El frío corazón de Zuko se ablandó mientras correspondía al abrazo—. Perdón...

—¿Por qué te disculpas? —le dijo, pero la pequeña se rehusó a responder.

En ese mismo instante llegaron los tres hermanos corriendo en dirección a ellos. Tenían unas cuantas heridas que se hicieron en el camino hasta ahí, pero nada grave. Sus corazones buscaban pelea, y parecía que la iban a tener. Buscaron con la vista a Camille, hasta que la encontraron. Nos les importaba hacerse daño ni tampoco hacerlo, por lo que comenzaron a golpear a diestra y siniestra a cualquiera que se les acercaba. Kate no podía borrar de su mente ese número: diecisiete. Diecisiete personas que confiaron en ella. Que dieron su vida por ella. Gente que prometió proteger. No dejaría que los culpables se fueran vivos para contarlo. Ni ella ni sus hermanos.

El Secreto AvatarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora