Recuérdame

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Y ahí estaba ella, amarrada con las extremidades separadas por grandes cadenas, elevándola varios metros sobre la superficie del suelo. Sin capacidad de ver ni hablar. No había pasado mucho tiempo desde que fue atrapada ahí, pero si lo suficiente para que comenzara a tener hambre. Los Dai Li no tenían intenciones en alimentarla después de casi ser quemados vivos por ella.

—No puedo creer que te hayas atrevido a levantarle la mano a nuestro líder —dijo uno de ellos, acercándose a Kate para sostenerle el rostro con fuerza—. Espero que te pudras en este calabozo.

—Eres el Avatar y ni siquiera puedes salvarte a ti misma —se rió otro, escupiéndole en el rostro—. Patético.

La chica no hizo nada, simplemente esperó a que se fueran y empezó a llorar. Sabía en el fondo que realmente merecía eso, pero aún así dolía. Nadie merece ser tratado como animal...

—¡Tú! —una voz ligeramente conocida la trajo de vuelta a la realidad. Levantó la vista, aún cuando un pedazo de tela le impedía ver supo bien de quién se trataba. El chico le sacó el pedazo de tela al mismo tiempo que tomaba su rostro con la otra mano. Sus ojos se veían bastante hinchados, pero a él no le importó—. ¡¿Creías que escaparías de mí?!

Zuko se alejó lo suficiente para cortar las cadenas que apresaban a Kate, la cual, al tener poca fuerza, terminó estrellándose contra el suelo. El príncipe aprovechó el momento para pisarle la espalda y así mantenerla bajo su control mientras rodeaba su cabeza con ambas espadas, con intención de cortarle el cuello.—¡Dame una buena razón para no matarme ahora mismo!

"Te daría un millón si pudiera hablar..." pensó Kate, aún con la cinta en la boca. Esperaba que Zuko acabara con ella, al fin y al cabo, ella misma había acabado su vida. Cerró los ojos y esperó... solamente que el momento nunca llegó. El peso sobre su espalda disminuyó notablemente cuando él se alejó para sentarse al lado contrario de la prisión, dándole la espalda a Kate. Apenas tuvo la oportunidad, ella se levantó y se sacó la mordaza, caminando en dirección a Zuko. Aún cargaba con unos pedazos de la cadena de sus extremidades, pero intentó ignorarlo. —¡No puedo hacerlo! Es verdad lo que dicen sobre mí. Soy un bueno para nada...

—No es cierto —dijo Kate con voz ronca. Tosió para aclararse la garganta y así seguir hablando—. Realmente eres una buena persona y con eso hace más de un millón de cosas. No tienes que hacer algo que no quieres... —la chica se sentó delante de él, para así mirarlo fijamente con cierta ternura—. No tienes que vivir en el palacio y ser aceptado por tu padre para ser feliz...

—¡No hables! —la interrumpió, volviendo a apuntarle con la espada, pero esta vez sin ninguna intensión de matarla—. Tú no me conoces como para poder hablar así de mí.

—¿No lo hago? —soltó una risa mientras bajaba el arma, para luego responder completamente seria—. ¿Quién fue la primera persona que te ayudó, cuando todos estaba en contra de ti? —comenzó a recordar los mayores momentos de ellos dos, los que más marcaron su amistad—. ¿Quién te ayudó a defender a tu madre, cuando todos creían que era una traidora? ¿Quién fue tu mejor amiga? —dudaba de preguntar lo siguiente, ya que ella ya había pasado capítulo y sospechaba que su memoria no se iba a acordar, pero valía la pena intentar. Se mordió el labio inferior—. ¿Quién fue tu primer beso?

—Fue Mei—mintió, algo molesto. Sabía que no había sido ella, no estaba en sus recuerdos para nada. Menos veía a Kate en ellos. ¿Por qué le era tan difícil recordar algo tan importante? ¿A alguien tan importante?

—No —negó enérgicamente Kate—. Recuerda.

Su cabeza comenzó a doler mientras intentaba insertar la imagen de la chica en uno de sus recuerdos. No podía. Ella no pertenecía ahí. —No puedo...

Kate suspiró, teniendo una idea de cómo podía hacer que volvieran los recuerdos de Zuko. —Lo siento Aang —dijo en un susurro antes de lanzarse sobre el chico y robarle un beso, al igual que como había pasado años atrás, solamente que ahora estaban los papeles invertidos. Ella no disfrutaba el beso. Para nada, a decir verdad, pero tenía la esperanza de que eso le devolviera los recuerdos. Esperaba...

Se separaron lentamente, y por la mirada que tenía el chico, supo que había funcionado. Zuko la abrazó fuertemente entre sus brazos, deseando que todo lo que había hecho nunca hubiera sucedido, pero no podía olvidar el pasado. Nadie podía...

La chica intentó volver a soltarse de él, pero no daba señales de querer separarse de ella, no de nuevo. —Zuko, por favor suéltame. Tengo que ir con Aang y lo sabes.

—¿Por qué tienes que volver con él? —dijo en un susurro, apretándola con más fuerza, como si ese comentario le hubiera molestado—. Quédate conmigo.

—No puedo y lo sabes, Zuko —ella suspiró, rodeando los ojos. Tendría que darle la charla—. Soy el Avatar. Y es mi deber volver al lado de mi otra mitad. De Aang. Tenemos que derrotar a tu padre, y lo sabes. Y no solo porque destruirá al mundo si no lo hacemos. Aún tengo patente la promesa que me hice cuando tu madre "desapareció" y quedaste sufriendo. Agonizando. Después ocurrió lo de mis padres y bueno... Ya sabes —ella agitó la cabeza, tratando de borrar esos pensamientos—. El punto es que no puedo quedarme contigo. Tengo muchas cosas que hacer.

—Está bien... —respondió a regañadientes con cierta pena, se soltó para mirarla directo a sus fríos ojos—. Pero volveré por ti.

—No —lo frenó inmediatamente, empujándolo lejos de ella—. Olvida que soy alguien importante para ti, Zuko. Lo nuestro terminó años atrás, en mi casa cuando nos dijiste que nos fuéramos porque mis padres estaban muertos. Eso puso fin a nuestra amistad, y es tiempo de que sigamos adelante.

—Pero no puedo dejarte así como si nada.

Zuko estuvo apunto de volver a besarla, pero Kate se corrió. Sabía que no era una buena idea... Pensó mientras se mordía el labio. —Zuko... Me voy a ir de aquí y tú te irás a otra parte. Tomaremos distintos caminos...

—...Pero alguna vez nos encontraremos —completó la frase con una sonrisa, de esas escasas que se veían en su rostro—. Me acuerdo, siempre lo decías.

Con cierta melancolía, la chica sonrió. —Salía en ese libro que tanto nos gustaba leer... Y parece que nos encontramos otra vez, pero ahora no es el momento —se levantó del suelo sacudiendo su falda. esperando a que él imitara su acción—. Deseo que nuestros caminos se vuelvan a juntar, pero hasta entonces... Adiós.

Sin esperar respuesta, la chica saltó usando aire control para así salir por unas rejillas que habían en el techo. Por las mismas que horas atrás había usado para sacar a Appa. Zuko la vio irse con cierta tristeza, antes de volver a ponerse la máscara del espíritu azul que había usado para ingresar en busca del bisonte del Avatar Aang. —Haré como si nunca te hubiera visto... Aún cuando también era mi objetivo atraparte.

No había notado que era de día, al fin y al cabo había estado todo ese tiempo con una venda oscura, en un calabozo bajo tierra, pero ya a la altura del mar, podía notar como todo en ella fluía y la impulsaba a ir hacia adelante, hacia la libertad. 

Pero algo le decía que no todo estaba bien. Era imposible que la dejaran escapar tan rápido, y así como así... Algo tuvo que haber pasado. 

Y definitivamente, cuando volvió a la orilla del mar, a lo lejos pudo ver como un grupo de cuatro chicos peleaba contra un ejercito entero de Dai Li. Estuvo apunto de ir a pelear con ellos, cuando un bisonte volador apareció y salvó el día. Sin ella pudieron salir y sobrevivir, sanos y salvos.

—¿Qué hacen aquí todavía? Este lugar no está ni cerca de donde se supone que está el rey... —el rey, pensó. Ahora mismo las fuerzas estaban concentradas en el Avatar. Si escapaba o iba al castillo nadie se daría cuenta. Tenía que actuar ahora.

Era momento de que por fin conociera al rey.

[Nueva Edición 30/01/2019]

El Secreto AvatarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora