Verdades Dolorosas

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—Esa fue la primera vez que entré en estado avatar —aseguró Kate, viendo danzar las ya pequeñas llamas del fuego encendido horas atrás. Los tres la escuchaban atentamente, reacios a perderse alguna parte de la historia que Kate contaba. Interesados y atraídos por saber más de aquella misteriosa chica.

—Por lo que tengo entendido —dijo Katara frunciendo el ceño—, el Avatar entra en ese estado cuando siente fuertes emociones.

—Como cuando estuviste a punto de ser comida por la tierra —contribuyó su hermano.

—O cuando Aang fue al templo de los nómadas aire y... —ella se quedó callada, sintiendo que había hablado de más sobre un tema sensible. Desvió la mirada hacia el pequeño, quien actuaba como si no le hubiera afectado lo que dijo. Katara negó con la cabeza, tratando de eliminar esos pensamientos—. Pero también puedes entrar a tu propia voluntad, ¿no es verdad?

Kate hizo una mueca, pensándolo. —nunca lo he intentado. Esa fue la primera y última vez que entré en ese estado. Fue el único momento donde sentí que tenía que usarlo —se quedó callada de improvisto, pensando—. Aunque, hay unos vacíos en mi mente que no me hacer estar muy segura de ello.

—¿Vacíos? —preguntó Soka, mirando sorprendido a la chica. Kate solo asintió, moviendo los hombros y, usando agua control,, apagó la llama de la fogata—. Será mejor descansar.

Y sin cuestionarle nada, la siguieron a sus respectivos sacos de dormir, preparándose para una larga noche de sueño.

El día llegó más rápido de lo que creía. Kate no había logrado conciliar el sueño después de tener tan presente los recuerdos de aquella vez, lo que la mantuvo despierta gran parte de la noche. Unas pequeñas bolsas oscuras aparecieron debajo de sus ojos como recordatorio de ese hecho, aunque su ya oscura piel las escondía bastante bien.

Los chicos se habían levantado más temprano que lo de costumbre para así entrenar agua control, aprovechando que estaban en la orilla de un río. Y por chicos me refiero a Katara y Aang, debido a que Soka no practicaba ese elemento y Kate no estaba realmente interesada en eso.

La chica se encontraba peinando su larga cabellera mientras miraba a los chicos jugar en el agua. Se terminó recogiendo la mitad de su cabello, dejando sus ondas sueltas en la parte trasera de su cabeza. Suspiró, aburrida, antes de quitarse la ropa y unirse a ellos.

Aparentemente, su llegada llamó la atención de Aang, quien desvió ligeramente su cabeza en dirección de ella, dispuesto a saludarla aún cuando parecía mala idea. —¡Aang cuidado! —volvió su vista a Katara, la cual había lanzado flechas de hielo al chico como forma de entrenamiento, pero en mal momento, puesto que él no estaba preparado para evitar el ataque.

Entrando al agua, Kate levantó una gran muralla de hielo desde su posición hasta la de él, logrando detener el paso de las piezas heladas. Con el corazón aún en la boca, Aang se giró para ver a Kate, soltando todo el aliento que tenía contenido. —Gracias Kate.

La chica frunció el ceño, algo confundida. De repente, cuando estuvo dispuesta a hablar y negar su ayuda, una música desconocida comenzó a sonar junto a un grupo de personas bailando y cantando al son de la melodía. —Hola, gente del río —dijo un señor de ropas extrañas y bastantes coloridas, el cual parecía ser que era el líder.

—No somos gente del río respondió Katara, rodeando la gran pared para hablar frente a frente. —Solamente somos gente.

—¡¿Quién eres tú?! —preguntó enojado Soka mientras se acercaba a ellos.

—Me llamo Chong, y ella es mi esposa Lily —indicó a la mujer que lo acompañaba, la cual levantó la mano—. Somos nómadas y vamos donde el viento nos lleve.

El Secreto AvatarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora