Olvidándote

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—¿Estás segura que Kate está bien? —había ya pasado tiempo desde que la derrota definitiva de Aang había ocurrido, obligándolos a tomar otra ruta para lograr vencer a la nación del fuego, simplemente que había un pequeño detalle... Aang todavía no había despertado—. No se ha despegado de su lado desde que llegamos aquí.

—Debe sentirse culpable por lo que pasó —inquirió Toph, "mirando" por la borda al vasto mar —. Por no haber sido capaz de llegar a tiempo y salvarlo...

—Pero no es su culpa —le contestó Soka, algo molesto—. Se supone que ella no iba a volver hasta bastante tiempo después. Se fue y volvió muy rápido. Solo fue mala suerte que justo llegara en ese momento.

—Tal vez esté en shock por lo que le sucedió a Aang —dijo Katara, poniéndose a la par de Toph—. Casi lo pierde... Como perdió a Leo.

—O a sus padres —agregó la menor algo triste al pensar que tal chica tan dura había tenido tal pasado.

Los tres se quedaron en silencio un momento antes de alejarse y volver a sus actividades en el barco que habían robado a la nación del fuego. No había mucho que pudieran hacer, solo los dos chicos podían arreglar las cosas.

Y lo que decían era cierto, Kate había permanecido al lado de Aang por culpa, o por lo menos eso quería creer.

Ella se había acostado a un lado del vendado cuerpo del chico, esperando que en algún momento despertara. No tenía mucho tiempo para irse, le quedaba menos de dos días para partir de ahí, y así llegar justo al palacio de la nación de fuego. Estaba apunto de traicionar a su grupo, a su rebelión, incluso a sus ideales simplemente por el bien de ellos, porque sabía que, si ella moría, iban a tener el triunfo asegurado. Era una misión suicida desde el comienzo y lo sabía mejor que nadie.

—Kate... —escuchó decir al chico antes de que se levantara de golpe, buscando como loco a la muchacha, notando que estaba en el barco de la nación de fuego—. ¡¿Pero qué diablos?!

—Tranquilo Aang... —dijo Kate, hablando por primera vez en mucho tiempo. No había conversado con nadie desde que Aang se quedó inconsciente; se reflejaba en lo raspado de su voz—. Está bien... Estás bien.

Con las pocas energías que tenía, Kate abrazó tiernamente a Aang para luego acordarse de su objetivo ahí. —¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?

—No creo que sea indicada para decirlo, ni tampoco es indicado el momento...—sonrió ella con tristeza para luego levantarse de la cama mientras se abrazaba los codos—. Aang, me tengo que ir...

—¿Te irás? ¡¿Otra vez?! —preguntó, algo triste al notar que esa iba a ser la primera noticia que tendría al despertarse. Negó, reacio a aceptarlo—. Kate, por favor... —los ojos del chico habían comenzado a llenarse lentamente de lágrimas de frustración y tristeza mientras balbuceaba cosas inaudibles—. Te amo.

Ella sonrió mientras volvía a acercarse al pequeño y, con el pulga, limpiarle suavemente el rostro.—De eso no tengo duda Aang, y también te amo mucho—soltó, acariciándolo—. Pero es por eso que tengo que dejarte.

—¿En qué estás metida, Kate? —preguntó de pronto, sorprendiendo a la chica. Él no apartó la mirada de ella ni un solo segundo—. Si es algo peligroso, te prometo que podemos arreglarlo juntos, Kate. Somos el Avatar, juntos podremos contra eso. Pero, si te vas, no sé qué es posible que te pueda pasar. Y no quiero imaginármelo.

La morena rió con amargura, sintiendo como ella soltaba la toalla y estaba por contarle todo al menor. Suspiró. —Si vinieras conmigo estoy segura que no valdría para nada la pena. Te lo prometo Aang, yo no quiero dejarte, pero si tengo que hacerlo es por algo de fuerza mayor.

El Secreto AvatarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora