—Ya llegamos —dijo el general Sho encabezando al grupo compuesto de no más de diez guardias, él y yo. En la entrada del palacio real nos esperaba una larga fila de incontables soldados de la nación de fuego, todos en guardia. Rodeé los ojos a medida que avanzaba. No me sorprendió notar que ninguno de los hombres se giraba a vernos, puesto que ya sabía cómo funcionaban y el estrecho régimen que les había impuesto el señor del fuego Ozai: No hablar. No interrumpir. Simples reglas pero con grandes repercusiones si no se cumplían.
Suspiré al subir por la gigantesca escalinata del palacio, donde, al final de esta, se encontraba otro general de alto grado, el cual se le notaban los años al igual que al general Sho: canoso cabello amarrado en un moño en lo alto de la cabeza, el cual hacía juego con la grisácea barba larga terminada en punta. Intenté tragar saliva pero me era imposible al tener una venda atravesándome la boca e impidiéndome hablar. Miré la punta de mis pies, nerviosa. —General Sho, lo estamos esperando en la sala de reuniones —dijo el hombre, sin caer en mi presencia, o por lo que yo veía, ignorándome.
—General Bujing, gracias por el recibimiento.
—El señor del fuego Ozai está deseoso de ver ya a la chica —un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar su voz, como un ronroneo en mis oídos. Tragué saliva con dificultad. He escuchado cosas sobre este hombre, cosas que no deberían haberse efectuado. Por un segundo me sentí impotente delante de él, pero recordé que no debería. Soy capaz de vencerlo fácilmente... Debía vengar a todos los que murieron y sufrieron por su culpa, bajo mi presencia como el Avatar y antes de eso. Él es el claro ejemplo que no debes confiar en nadie, ni siquiera en los tuyos—. Lo antes posible —Bujing me sacó de mi ensimismamiento junto con el golpe que me propinó uno de los soldados en la espalda, bajo las órdenes de su superior. Rodeé los ojos y caminé hasta el umbral del palacio, ingresando al gran recinto.
Ya habían pasado años desde la última vez que pisé este lugar, pero aún era capaz de recordar algunas cosas, o mejor dicho, los recuerdos aparecían tan abruptamente que me eran imposibles de ignorar. Logré visualizarme de pequeña corriendo de un lado a otro entre las gigantes estatuas de todos y cada uno de los señores del fuego que alguna vez gobernaron a la ciudad. Pero no estaba sola, nunca lo estaba. Detrás mío me perseguía Azula, enojada. Con ganas de pelear, pero yo simplemente la ignoraba y corría hacia adelante, tratando de alcanzar algo. O a alguien. La visión desapareció y todo volvió a tornarse de gris. "Es increíble que me pueda acordar de algo que pasó hace unos ocho años..." pensé con tristeza para finalmente fruncir el ceño. "...Pero no ser capaz de recordar lo que hago en estado Avatar. O aquella noche."
Me detuve en seco al notar que todos los demás también lo hacían, justo delante de dos grandes puertas de acero en tonalidades doradas y rojas. Mis manos comenzaron a sudar, pero mi decisión y mi orgullo me impulsaban a seguir con esto. Inhalé aire y me quedé esperando a que los guardias empujaran las puertas para abrirlas ligeramente y que así pudiera pasar.
Lo veía a lo lejos: una mancha negra en completo contraste con las grandes llamas rojas y amarillas de su alrededor. Amenazante y poderoso. Y, aunque debería haberme sentido minúscula y débil, me sentí llena de poder y odio. Como si realmente no fuera más que uno de los rebeldes traicioneros. Sin duda, para nada el señor del fuego, quien mató a miles simplemente para lograr lo que se proponía, conseguir lo que quería: ser poderoso. Poder. Erguí mi espalda y avancé.
...Pero a los pocos pasos me detuvieron para sacarme la mordaza sin mucha sutileza ni suavidad. Una vez la tela se alejó de mi boca todos los músculos de alrededor se suavizaron, ardiendo por la presión a la cual la habían sometido por unos largos minutos de caminata e intenso silencio. No necesitaba verme a un espejo para saber que estaba con los extremos completamente rojos e irritados, lo sentía. Exhalé el aire que tenía en mis pulmones y, con una rápida mirada a los generales que me trajeron al interior del palacio, ingresé a la sala.
ESTÁS LEYENDO
El Secreto Avatar
Fanfiction¿Qué estarías dispuesto a dar por amor? ¿Tú vida? ¿Tú cuerpo? ¿Matarías por él? Aang no estaba muy seguro de eso, pero Kate sí. Ella estaba dispuesta a dar todo lo que sea necesario para vengar la muerte de aquellos que alguna vez quiso, incluso si...