Verdaderas intenciones

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Kate se despertó en un lugar oscuro, pero por alguna razón podía ver perfectamente su piel morena. Aún en esa oscuridad había una luz. Arrugó la nariz. —¿Hola? —preguntó, mirando alrededor. No recibió respuesta. Comenzó a correr sin dirección, era lo único que podía hacer. Tal vez no llegaría a nada, tal vez sí, pero era preferible a quedarse ahí. Tal vez, podía encontrar la salida de ese lugar.

Pero lo que no sabía era que no podía escapar de su propia mente. De sus propios recuerdos. De repente, la figura de una chica se divisó a lo lejos. Apuró el paso para encontrarse consigo misma esperándola. La miró con espanto. —¿Quién eres tú? —preguntó, pero no tuvo respuesta de su clon—. ¿Dónde estamos?

La chica rió, girándose para mirar a su doble. Sonrió con autosuficiencia. —¿No te has visto a un espejo? ¿Quién crees que soy? —se cruzó de brazos, mirando alrededor—. Y esto es tu mente, por si no te diste cuenta.

Kate se quedó petrificada por unos segundos para luego soltar una gran carcajada. —¿En serio quieres que me coma eso?

Su doble le dio la espalda y comenzó a caminar. —Créelo o no. Pero si no te diste cuenta, yo soy tú.

La original siguió al recuerdo, caminando hacia quién sabía dónde. —¿Qué hago aquí?

Kate dos rió, deteniéndose. —Tú, cariño, fuiste lo suficientemente tonta como para intentar detener un rayo lanzándote desde un bisonte volador. Estás inconsciente.

Asintió, lentamente. —¿Te puedo poner un nombre? Me confunde decirte Kate —la doble asintió, quitándole importancia—. ¿Qué tal Megara? Es un lindo nombre.

Meg la miró de arriba a abajo, bufando con una sonrisa. —¿Qué con eso? Cómo sea, creo que es tiempo de que despiertes.

Negó con la cabeza, no quería irse de ese lugar. —Siento que aquí puedo descubrir más cosas sobre mí. Tú debes saber por qué tengo estos vacíos...

Megara se giró, enojada. —No seas tonta, Kate. Soy tú y tengo exactamente los mismos recuerdos que tú tienes. Si yo no puedo ver algo, tú tampoco —el semblante de la chica se oscureció, mirando a todas partes—. Pero, sí hay algo de lo que no eres consciente aún. No puedo decirte qué es. Aún no es el momento de que lo sepas, pero necesito que salgas ahora mismo de aquí. Es peligroso, tanto para tu mente como para tu cuerpo. Por favor, no seas testaruda y hazte caso.

La chica la miró a los ojos. Podía ver la determinación y el miedo en los ojos de Megara. Sabía que debía salir, no solo por ella, si no también por sus hermanos. Asintió, sin entender nada. —¿Qué se supone que deba hacer?

—Solo... Cierra los ojos y déjate llevar —dijo Megara, observando detrás de ella. Su corazón se aceleró—. ¡Deprisa! Ahí viene —quiso preguntar a quién se refería, pero las palabras no se formularon. La oscuridad comenzaba a desaparecer y la luz comenzó a ser intensamente molesta—. ¡Ve con Aang! ¡Acepta tu destino!

Empezó a agitar los brazos y piernas mientras sentía que caía. Buscó algo de donde aferrarse, pero no había nada. Simplemente descendía a gran velocidad sin destino. Comenzó a gritar con fuerza, pero su voz no salía. La desesperación la invadió de improviso. Vio como el suelo se acercaba amenazantemente rápido. Cerró los ojos con fuerza, esperando el momento que impactara con algo.

Se levantó de golpe. Su cabeza palpitaba con gran fuerza. Todos los vasos sanguíneos transportaban sangre a velocidades inhumanas. Estaba asustada por primera vez en años. Miro a su alrededor, buscando algo, pero solo encontró a un chico calvo viéndola con preocupación. —Kate, despertaste —dijo, acercándose a ella mientras dejaba de observar las cosas de la chica. Tomó sus hombros y la obligó a volver a acostarse. Ella no se resistió, sentía que si permanecía sentada su cabeza iba a explotar—. Tranquila, relajate un poco...

—¿Qué haces todavía aquí? —le interrumpió la chica con una voz que no pudo reconocer como suya. Su garganta ardía, tenía sed. Se preguntó cuánto tiempo había pasado en cama; sentía que era una eternidad. Cerró sus ojos. Su dolor se iba calmando lentamente, pero no cesaba—. Pensé que habías abandonado tiempo atrás.

—No pienso irme hasta aceptes venir conmigo —exclamó decidido el chico, sentándose en la cama.

Kate suspiró, abriendo sus ojos lentamente. —¿Y qué si no lo hago? —las palabras de Megara sonaban en su cabeza. Sabía que tenía que confiar en sí misma, pero pensaba que sería divertido jugar un rato con el chico. ¿Hasta qué punto estaba dispuesto que fuera con él. La chica sonrió, notando como una gota de sudor recorría su frente—. Fue tiempo perdido el quedarte aquí.

—Ya te dije Kate, me niego a irme —la chica se levantó, desviando la mirada de él. La decisión del chico respecto al tema la hacía estremecerse. Recordó las palabras de Kyoshi. Sabía por qué la quería a su lado—. Acepta tu destino, Kate...

—Mi destino, ¿eh? —murmuró lo suficientemente bajo como para que no escuche. Tengo que aliarme a él... pensó, una sonrisa afloró de sus labios. O lo tengo que matar. —Está bien —exclamó, decidida. Comenzó a salir de la cama para sentarse a la par de Aang, muy cerca de su cuerpo. Su corazón se aceleró—. Me uniré a ti, pero quiero algo a cambio.

Aang tragó saliva con dificultad. Sus mejillas comenzaron a enrojecerse. —¿Qué? —se encontró susurrando al igual que ella, como si tuviera miedo de que alguien más lo escuchara.

Kate acortó la distancia entre ellos lo suficiente como para que sus labios se rozaran. Ella sonrió sobre sus labios—. No preguntes por mí. Ni sobre mi pasado, ni de lo que soy capaz de hacer. No quiero que te metas en mi vida. ¿Está bien?

Ninguno se movió ni un solo centímetro. Él por miedo, ella porque se estaba divirtiendo al ver las expresiones del chico. Los ojos de él iban desde los de la chica a sus labios en un viaje interminable. El pequeño intentó formular una frase coherente, pero nada salía de su boca. —Aang, es tiempo de cambiar de turno... —Kate se giró para contemplar el rostro de sorpresa de la chica. Katara soltó las toallas que cargaba, sin poder apartar la mirada de los dos—. ¿Interrumpo algo? —preguntó con miedo y vergüenza al mismo tiempo.

—No —Kate se levantó de la cama, levantando sus hombros. Se acercó a buscar una capa antes de disponerse a salir, dando una palmada en el hombro derecho de Katara. Sonrió con malicia—. Todo tuyo.

Apenas atravesó las puertas de su campaña su semblante cambió. Ya estaba acostumbrada a fingir sonrisas más de lo que le hubiera gustado. Dirigió la vista a las diecisiete tumbas improvisadas que habían hecho para los chicos que murieron en batalla. Kate apretó los puños con odio antes de ponerse una capa rojiza oscuro sobre sus hombros. —Aang pagará por esto —susurró, mirando a los pequeños guardar sus cosas para cargarlas en un carruaje que habían, según ella, arrendado de la aldea cercana—. Mientras menos me encariñe con él, más fácil será matarlo.

Esperaba que las cosas terminaran lo antes posible. Al fin y al cabo, había matado ya a suficiente gente que le ha hecho daño. Aang no era diferente a los demás. Acabar con su vida será pan comido.

Lo que no sabía era que esto sería el comienzo de los problemas.

El Secreto AvatarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora