Razón de existir

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—Mmm... —dijo Wa Shi Tong, el espíritu cuidador de la biblioteca, procesando la información en cuestión de segundos—. La verdadera pregunta no es por qué existes, si no cómo es que lo haces... —él se quedó mirando a los visitantes, antes de volver a hablar—. Está bien, los dejaré escrudiñar entre mis libros, pero con una condición. Para demostrar que son aptos de tan valiosa información, tendrán que contribuir con algunos conocimientos.

Todos fueron dejando lentamente sus aportes, a excepción de Kate, quien no sabía exactamente que entregarle al espíritu. Y cuando llegó su turno, no supo nada más que hacer que improvisar. Sacó una hoja, pincel y tinta del bolso de Soka y se puso a escribir datos sobre ella, actuales y no tanto, los cuales se los entregó, desconfiada. —Nadie sabía de mi existencia, así que supongo que esto aportará algo a su vasta colección.

—Información del error como Avatar siempre es aceptable... —y no fue Kate la primera en reaccionar ante la ofensa de parte del espíritu, si no Aang, quien saltó contra Wa Shi Tong, provocando que se echara para atrás, así interponiéndose entre él y Kate.

—¡No vuelvas a tratar a Kate de ese modo! ¡Ella no es un error!—algo en el corazón de Kate volvió a ablandarse, tal como lo había hecho tiempo atrás. Un millón de pensamientos rondaron por su cabeza, los cuales terminaron en lo que pasó antes de que se fuera de vuelta a la rebelión. Casi fue rechazada por él, lo cual hubiera hecho si no hubiera escapado de Aang. Su corazón apretó nuevamente, recordándole que no había nada más que una amistad y que él se preocupaba por eso. Porque era una amiga. Tragó saliva—. Ella es el puente entre ambos mundos y si quisiera podría echarte de aquí...

—¿Cómo quieres que me refiera a ella?—le interrumpió el espíritu, comenzado a enojar al pequeño—. ¿Falla? ¿Algo que no debería existir?

—Atrévete a seguir hablando y... —y antes de que Aang fuera capaz de algo, Katara lo tomó del hombro, tratando de calmarlo. Hubo un incómodo silencio donde nadie hacía nada más que ver a los dos protagonistas de la pelea, pasando de vez en cuando la mirada sobre la causa de toda esa pelea. Kate tosió, llamando la atención.

—Gracias Aang, pero está bien—dijo, alejándose del pequeño quien la miraba con el ceño fruncido—. No necesito que me defiendas, yo puedo sola. Por favor, metete en tus asuntos.

Aang se quedó patidifuso al escuchar a la chica, y más al verla irse con el espíritu sin mirar atrás ni en un solo minutos. Las palabras que Kate le dijo antes de huir aún estaban patentes en su cabeza y no había pasado ni un solo día que no pensara en ellas. Estaba confundido, ella le había engañado. ¿Y ahora qué? Pareciera que nuevamente lo estuviera haciendo. ¿Y si todo lo que ella le dijo era mentira? ¿Y si nunca sintió algo por él y solo jugaba? —Aang... —dijo Katara, acariciando el hombro de él. El chico no se inmutó—. No te pongas así. Estoy segura que Kate no quería...

—¿No quería qué? ¿Distanciarme de su vida? Porque parece que lo está haciendo bastante bien —dijo el pequeño, apretando los puños.

Soka negó con la cabeza, caminando lejos de él. —Si no quieres que te aleje, dile cómo te sientes. Prefiero a tener que verlos con el corazón roto a ambos pero sin otra preocupación en mente a que anden simplemente pensando en el otro de forma romántica. En serio Aang, estamos en medio de una batalla. No creo que tener una relación sea lo más apropiado.

—No creo que eso sea verdad —dijo Katara, atrayendo las miradas de sus amigos. Bajó el volumen de su voz, con miedo a que Kate la escuchara, aún a lo lejos que estaba—. Estoy segura de lo que más necesita ella es alguien que la ame incondicionalmente. Alguien que la impulse hacia adelante. Kate a pasado por tantas cosas, que algo de amor en su vida no estaría nada de mal. Y odio realmente admitirlo, pero ese alguien es Aang.

El Secreto AvatarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora