Estado Avatar

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Kate no tardó mucho tiempo en irse con los tres miembros del equipo "Avatar" (como le gustaba referirse Soka a ellos). Había armado un pequeño bolso con todas las cosas necesarias para el viaje mientras que las demás las había dejado en mano de sus hermanos, quienes tomarán su puesto en la rebelión. No suponían que iba a ser difícil, puesto que, al fin y al cabo, ellos también eran líderes de la rebelión. Después de una emotiva despedida, los chicos emprendieron vuelo para cumplir su siguiente misión: encontrar a un supuesto general Fong. Se suponía que iban a buscarlo para llegar más seguros a Omashu, su verdadero destino, donde aprenderán (tanto Aang como Kate) a usar tierra control. Lo cierto era que Kate ya sabía a usar tierra control, pero no quería decirlo, puesto que le iban a pedir que le enseñara y eso estaba fuera de cuestionamiento. Distancia entre nosotros, pensaba Kate. Más fácil será matarlo. No dijo nada durante todo el viaje, pero tampoco tardaron mucho en llegar.

Appa bajó con cuidado en medio de un gran palacio de tierra en lo alto de una montaña, lugar donde el general los esperaba junto a una pequeña escolta de soldados. Los cuatro chicos descendieron sin cuidado de animal, caminando hacia el anfitrión. El general sonrió, dándole la bienvenida —principalmente— al avatar Aang.

Fueron guiados al interior del recinto, donde la decoración era escasa y todo estaba rodeado de enormes pilares de piedra pulida que sostenían la construcción. Todo en tonalidades verdes. El hombre habló mientras caminaba hacia un gran cuarto en la periferia del edificio, donde se quedarían a charlar un rato. —Me tiene fascinado la historia de como tú solo, Avatar Aang, derrotaste a todos los invasores de la nación de fuego en menos de un minuto, estando en ese estado donde tus ojos y tatuajes brillan.

—Estado Avatar —le corrigió Kate, mostrando poco interés por la conversación. A su vez, el general mostró poco interés por el comentario de la chica. Kate había escuchado sobre lo que pasó en el polo norte, incluso podría decir que lo sintió. No le había dado importancia, pero tampoco podía negar que tuvo el cuerpo débil durante los siguientes días. Como si parte de su energía hubiese sido robada.

Los cinco se sentaron en torno de una mesa, callados y observando. Fong continuó hablando—Ya estás listo para enfrentar al señor del fuego.

Los corazones de Aang y Kate latían al mismo tiempo. Asustados y nerviosos. Ellos sabían que no estaban listos, pero también sabían que el tiempo corría. Aang se acercó a él, temblando. —Todavía no soy capaz de controlar los cuatro elementos...

—¿Qué importa los cuatro elementos si tiene ese poder? ¡Debemos actuar ahora que no se lo esperan! —contestó emocionado el general.

—¿Usted sabe lo difícil que es lograr hacer lo que quieres estando en ese estado? —preguntó Kate, enojada—. Tu alma se apodera de ti y, por lo que sé, no está feliz por estas situaciones. Este estado es muy inestable y bastante peligroso.

El hombre la miró en menos, buscando el silencio de la chica pero, debido a ese gesto, ella no se iba a limitar a simplemente ver. —Señor, Aang ya ha tenido problemas con el estado avatar —la apoyó Soka—. No puede simplemente entrar y ya.

El general pensó un tiempo antes de asentir decidido. —Entonces te induciremos el estado avatar. Debe de haber alguna manera de que entres cuando lo desees.

Katara se levantó de golpe y, por impulso, los demás. —¡No dejaremos que haga alguna de sus cosas, señor! —gritó, enojándose un poco pero sin perder los estribos—. ¡Aang está buscando por sí mismo su propio destino!

El hombre se levantó también, agobiado. —¡Está bien! Pero mientras tú aprendes los otros elemento que te faltan, más gente estará muriendo a diario —Kate lo miró con suspicacia. Estaba de acuerdo con las palabras del general, pero sentía que, indirectamente, él le decía las cosas a ella. Aunque nunca tuvo intención de aprender los cuatro elementos. A decir verdad, ella ya podía manejarlos. Frunció el ceño. ¿Entonces qué esperaba? —. Esos son los soldados que sobrevivieron al último ataque de la nación del fuego —los cuatro se asomaron para corroborar las palabras del general—. Cada día los soldados de la nación del fuego acaban con las vidas de muchos hombres. Nuestra gente muere, Aang. ¡Tienes que hacer algo!

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